Los siguientes meses los pasé infiltrándome en la selva como una salvaje, aprendiendo del estilo de vida de la comunidad a la que pertenecían Ikal y su familia. Aprendí un poco del idioma maya, de la tierra, de las plantas, a construir con ellas; ayudaba en casa y a la comunidad. Adoraba trabajar con Aruma y hablar durante horas mientras tejíamos o simplemente quedarnos en silencio. Durante las reuniones junto al fuego, bebíamos chocolate y casi todas las veces me plagaban de increíbles historias sobre nuestros antepasados o me mostraban reliquias pertenecientes a antiguos guerreros y ancestros.
—¿Tú también hiciste el ritual? —Le pregunté a Aruma, una vez que me descubrió admirando con indiscreción todos los tatuajes que se asomaban en sus brazos. Ambas reposábamos alrededor del fuego, en silencio y con el olor de la fresca humedad, desprendiéndose de la tierra y de las hojas.
—No. El mío fue distinto. Soy hija de un chamán. Es mi deber llevarlo —habló sin ser muy específica.
—¿Qué significa? —pregunté con cautela, pues no sabía si yo tenía permitido enterarme.
—Poder —Alzó la mirada—. Es un jaguar... Joven —aclaró—. El día que mi padre muera, su sabiduría pasará a mí, y cuando ese día llegue, el tatuaje también cambiará —explicó, frunciendo el ceño.
—¿Tu padre también lleva uno?
—Sí. El mismo, solamente que él lleva el jaguar en su total madurez y sabiduría —Terminó de decir, volviendo la mirada hacia la selva oscura.
Aún me costaba creer todo lo que soltaban con naturalidad, pero algo dentro de mí tenía la necesidad de creer, por lo que al escuchar cosas como las que Aruma acababa de decir, provocaban que mi cuerpo empujara desde dentro, implorando por creerle. En un par de ocasiones algunos visitantes llegaron hasta la casa de Ikal implorando su ayuda, y todas las veces, pude presenciar los cambios en todas las personas que ellos lograron sanar, pero era tan incapaz de ver los mismos resultados en mí, cosa que me hacía sentir mucho más podrida.
—Quizás un día comprendas todo esto... Si es que te lo permites —habló ella, interrumpiendo mis pensamientos. De inmediato, sentí un escalofrío recorrerme la columna al pensar que ella ya podía leer la mente, justo como a veces parecía hacerlo su padre.
—La primera vez, en mi sueño... —Comencé a decir—. Había un jaguar —confesé, queriendo demostrar que intentaba creer y progresar, pues me limitaba a compartirles siempre lo que ocurría en mis pesadillas, creyendo que eran puras estupideces.
—¿Era dorado? —Quiso saber, mirándome profundamente con esos ojos amarillos. Yo asentí. Enseguida, ella sonrió de lado—. ¿Qué hacía en tu sueño?
—Nada. Solo... Parecía esperar. Una vez que lo vi, se largó —Expliqué. Aruma sonrió de nuevo.
—¡Huh! A mi padre le gusta dar las bienvenidas. Lo hace para asegurarse que... —Se interrumpió, arrepintiéndose.
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LUCIÉRNAGA ROJA
Romance"𝐸𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑓𝑙𝑒𝑗𝑜". Inspirada en la mitología mesoamericana, la Serpiente Emplumada, después de haber estado rodeada de huesos antiguos como resultado de un genocidio oculto, como ca...