D I E G O
________( ♪ ) Me encontraba fuera del ANCORA, esperando a que mis amigos llegaran, para así poder entrar todos al mismo tiempo. Los asistentes ya comenzaban a amontonarse en una fila india y era una suerte poder trabajar allí. De otra manera, conseguir entrar resultaría igual a parir. Conversando con los chicos que recién llegaban, un auto negro se detuvo frente a nosotros, distrayéndonos. Algunos silbaron fascinados por el Bmw, mientras que otros, nos limitábamos en silencio a admirar la belleza de aquel auto. Mi pecho retumbó agresivamente al notar esa lucecilla amarilla tan inconfundible, junto con el repentino nerviosismo que comenzó a escocerme los huesos.
La puerta del copiloto se abrió. Y enseguida, unas piernas largas, torneadas y adornadas por unos tacones negros de infarto, salieron del auto. Incluso, llevando pantalones negros, sus perfectas piernas se burlaron de nosotros. Aguardó un momento, hablando con su acompañante, a quien ni siquiera se le podía ver el rostro. Pero, los chicos ya se habían adelantado, haciendo un montón de comentarios ridículos sobre él, obligándome a comerme el cerebro y los órganos enteros. Estaba tremendamente celoso y dolido porque aquel fuera su novio... O un cliente. Inmediatamente, recordé ese auto de la noche anterior en la cafetería, al que Sophía se había subido en medio de la lluvia ¿Quién demonios era él?
Sophía cerró la puerta del auto, se giró de nuevo y se inclinó hasta descansar sus brazos en la ventanilla, dejando expuesta su silueta vestida de negro y en una postura jodidamente sexy. En su piel, hojuelas blancas devoraron al amarillo, centelleando con sutileza. Dio unos golpes en el metal del auto y este arrancó, saliendo de nuestra vista. Juntando la bilis que me provocaron los comentarios obscenos que hacían los chicos, decidí acercarme a ella, sintiendo como me temblaban las piernas en cada paso y como sudaban mis manos dentro de los bolsillos del pantalón.
El misterio que llenaba su presencia, la convertía en algo tan impredecible que asustaba como el mismísimo diablo. Una vez que sus ojos me encontraron, todo su candente cuerpo se tornó a polvillo rojo y alborotado. Deleitándome con su perfume al saludarla, el amarillo volvió sin avisar, cubriéndola como un velo. Miró detrás de mí y se quedó tan plantada en su sitio, frunciendo el ceño. Seguí sus ojos discretamente, para ver qué había ocasionado aquel cambio, pero lo único que encontré fueron un montón de mirones.
Lo siguiente fue que sus palabras se cargaron de mal humor. No le seguí el juego. Si estaba molesta por algo, era más sencillo que se marchara. Pero, claramente, yo no quería eso, quería que se quedara. Hice un intento por lograr que su mal humor se desvaneciera, lo cual tardó más de lo que esperaba. Al final cedió con amabilidad, mientras se enfrascaba en conversaciones con el resto de los chicos, quienes cada vez inflaban más sus pechos; luciendo como palomas gordas.
Como mala suerte, Sophía se estrelló con Luciano en la entrada, quedándose congelada y consumiéndose todos sus colores. Tuvieron un largo momento mirándose a los ojos hasta que su piel se cubrió de perlas blancas. Aquello me hizo sentir muy mal, como si ella volviera a él tan fácilmente, y en el intento de impedirlo, me aferré a su cintura. Sentí su cuerpo retorcerse bajo mi toque, pero nunca se apartó. Una vez que Luciano huyó, guie a Sophía entre los cuerpos, buscando siempre una oportunidad para rozar su piel. Sabía lo poco que le gustaba el que invadieran su espacio personal o incluso que la tocaran. Pero, desconocía si el que no me empujara era por vergüenza o en realidad se sentía cómoda. La verdad es que en ese momento no me importó mucho lo que ella quisiera o si la estaba pasando mal con mi tacto. Simplemente, se sentía demasiado bien tocarla... Aunque fuera un poquito.
ESTÁS LEYENDO
LUCIÉRNAGA ROJA
Lãng mạn"𝐸𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑓𝑙𝑒𝑗𝑜". Inspirada en la mitología mesoamericana, la Serpiente Emplumada, después de haber estado rodeada de huesos antiguos como resultado de un genocidio oculto, como ca...