S O P H Í A
________(♪) Desperté sobre las jardineras que enmarcaban tan desgraciada y tristemente el acceso a la primaria, en Montecarlo. Estaba nublado, frío y las hojas secas volaban con el viento. Llevaba el mismo atuendo que había usado para el cumpleaños de Leila ¿Qué mierda me tenía allí? Me pregunté. El timbre sonó dentro del colegio, y en seguida, me rodeó aquel sonido de chiquillos yendo y viniendo; gritando emocionados por salir. No era nadie en realidad. Simplemente, se trataba del bullicio que deambulaba por mis oídos, como si el colegio llevara guardado en sus rincones todos los sonidos acumulados con el pasar de los años.
Registrando aquel vacío de rejas azules, me percaté que la orilla de la puerta de acceso estaba ligeramente abierta. Un auto se acercó a mis espaldas. Girándome, pude ver a mi madre, pero con un aspecto más joven. Se encontraba al volante, buscando por algo detrás de mí. Regresé la mirada hacia el interior del colegio, sorprendida de encontrar a una pequeña versión de mí misma, detrás de aquellas rejas. Caminaba como alguien que iba derrotado por la vida, arrastrando ligeramente los pies, pero sin hacer ruido alguno. Tenía la mirada fija al suelo y acarreaba, de mala gana, una mochila de ruedas que lastimaba los ojos con todo el colorido, siendo lo único que lucía feliz en aquella escena fría y ceniza.
Mi pequeña versión salió por el espacio que quedaba entre la reja, bajando el par de escaleras, con sus rodillas flanqueando en cada escalón. Se acercó al auto viejo de mi madre y subió torpemente, cerrando la puerta detrás de ella. Casi como si esperaran por mí, rodeé el auto y entré también en el asiento trasero. Me acomodé y miré directo al retrovisor, donde mi madre echaba un vistazo hacia donde "mi pequeña yo" se encontraba en silencio y con la mirada tan fija en... Una Dalia roja y gorda que llameaba con tanta vida entre sus pequeñitas y pálidas manos.
—Hola —habló mi madre, con sutileza. La niña se quedó callada. Una vez que recordé ese día, me dolió el pecho. El día de san Valentín—. ¿Qué pasó? —Volvió a preguntar mi madre, y al escuchar aquello, las lágrimas de mi pequeña yo, brotaron incontrolables por sus mejillas, junto con sollozos que partían el alma en mil pedazos.
Descubrí que yo lloraba también, pues el llanto de los niños siempre resultaba mayormente conmovedor y desgarrador de escuchar. Su pequeño pecho subía y bajaba descontrolado, sus lágrimas caían como una fuente y sus lamentos cortaban en lo más profundo de mi alma.
El auto arrancó. Mi madre movió sus labios, pero fuitan incapaz de escucharla. Miré hacia la niña de nuevo e hice un recorrido porsu cuerpo, quien lucía tan pequeño e indefenso. Sin poder contener más lasganas, me acerqué, pasando mi brazo por la pequeña y la abracé fuertemente.Inmediatamente, fuimos rodeadas por una densa niebla negra. Los sollozos secalmaron en mi pecho y bajé la mirada, encontrándome con un par de ojitoshúmedos que me sonrieron con tristeza. «Estoyaquí». Le dije, de manerainconsciente, depositando un beso en su frente, y entonces, abrí los ojos.
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LUCIÉRNAGA ROJA
Romance"𝐸𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑓𝑙𝑒𝑗𝑜". Inspirada en la mitología mesoamericana, la Serpiente Emplumada, después de haber estado rodeada de huesos antiguos como resultado de un genocidio oculto, como ca...