─ ─ ─ ─ ─ ─ ─ ●●● B ᴇ s ᴏ

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(♪) Cuando toqué la puerta del departamento de Adrián, fui recibido por la cara roja y malhumorada de Ángela

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() Cuando toqué la puerta del departamento de Adrián, fui recibido por la cara roja y malhumorada de Ángela. Me saludó amargamente mientras discutía con alguien por teléfono. Segundos después, adiviné que se trataba de Sophía, pues el nombre de Sebastián saltó un par de veces, junto con la insoportable manera en que Ángela se estaba entrometiendo en su relación, reprendiéndola por "aparentemente" estar haciendo las cosas mal con él.

Una hora más tarde, apareció Leila con Sophía detrás. Mi sistema se despertó majestuosa y alegremente por verla después de lo que me pareció eterno. Pero, de inmediato, todo se me apaciguó al notar que algo no andaba bien con ella. Se le veía con un humor de perros y su interior verde veneno hacía que me picara la nariz. Nos saludamos con sequedad, y enseguida, Ángela se encargó de que Sebastián permaneciera junto a Sophía como una sanguijuela.

Dos horas más tarde, Ángela insistió en poner una película porno. Estaba ya borracha y comenzaba a ser mucho más molesta de lo normal. Su voz chillona y lo quejumbrosa que era, me tenían a nada de largarme de allí. Al ver que nadie se negaba a su idea, sonrió como siempre, saliéndose con la suya. Entre tanto, eché un vistazo hacia Sophía y me hizo gracia descubrirla con sus ojos muy abiertos, en la espera de que Ángela encontrara una película. Se le veía tensa y era notable su grandísimo esfuerzo para que nadie se enterara de lo poco que le apetecía ver porno.

La pareja desnuda que comenzó a besarse y tocarse, ambientó las conversaciones. Yo no me perdí detalle de Sophía. Me moría de ganas por conocer lo que le excitaba y aprenderme de memoria cada uno de sus gestos o cualquier cosa que su cuerpo manifestara. Era bastante discreta en mirar, pero algo en mí sabía que le costaba despegar sus ojos de la pantalla. Se había sonrojado, sus ojos lucían mucho más brillantes, y dentro de su piel, se vivía una danza boreal entre aquel rosa eléctrico y el rojo. Ambos necesitábamos mojarnos los labios continuamente. Me volví sordo. Comencé a sudar, los órganos se me sentían tensos y mi corazón palpitaba cada vez más rápido, mucho más fuerte, y tan pesado, que creí que cualquiera iba a escucharlo o notarlo sobre mi ropa.

Lejos de allí, escuché a Ángela insistir en jugar a sus tan habituales juegos de mierda. Prácticamente, participamos en modo automático. Sophía y yo nos encontrábamos en una dimensión paralela. Sonreíamos cuando era debido, pero era claro que ninguno de los dos estábamos presentes, pues ella se encontraba viviendo la novedad de la excitación y yo viviéndola a través de ella.

–Verdad –Leí en cámara lenta sobre sus labios gruesos. La tierra me escupió de nuevo y caí de golpe en la realidad. Todo me dejó de funcionar una vez que vi la botella de cristal, señalando a Sophía y a Sebastián.

–Sabía que dirías eso, pero como sé que lo haces por hacer trampa, te reto a que beses a Sebastián –respondió Ángela, con una sonrisa malvada.

Sebastián comenzó a revolverse con alegría, junto a Sophía, regalándole todo el lenguaje corporal más seductor que se encontró en su sistema, con las ansias de recibir su premio. Sophía se cubrió de venas amarillas al tener una sesión muy larga de miradas matadoras con Ángela. Estaba clarísimo que ella la estaba forzando a experimentar. Quise alegrarme porque Sophía parecía no querer. Pero, lamentablemente, estaba muy acorralada, y muy a mi pesar, estaba por presenciar una crueldad para mi pecho.

LUCIÉRNAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora