─ ─ ─ ─ ─ ─ ─ ●●●● Cᴏ́ᴍᴘʟɪᴄᴇs

44 24 13
                                    


Una semana bastó para que Ángela y Sophía limaran asperezas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una semana bastó para que Ángela y Sophía limaran asperezas. Después de todo, trabajaban juntas y era necesario que hicieran las paces. Y a modo de celebración, Ángela organizó, de último minuto, un asado en su casa. Por la noche, para cuando yo conseguí llegar, los chicos ya habían consumido su energía del día, reposando como focas en las tumbonas y con sus bebidas en mano. Del otro lado, las chicas se reían en la orilla de la piscina, remojando únicamente los pies. Y una vez que me encontré con los ojos de Sophía, supe que algo había cambiado.

Su cuerpo explotó de inmediato en millones de hojuelas rojas que comenzaron a revolverse como una tormenta. Me sonrió con total encanto y fue allí donde me escurrí por todo su cuerpo. Esta vez llevaba un bikini color amarillo y un sutil bronceado acompañó a toda su imagen desquiciantemente preciosa y candente. La saludé con un beso en la mejilla y ella sonrió mientras lo hacía, por lo que se sintió distinto. Incluso, sentí que lo hice más lento de lo usual, solo por el placer de sentirla cerca. Nuestras miradas estaban cargadas de complicidad. Nos sonreíamos más, sin razón alguna y estaba seguro que, de pronto, nos tocábamos más, aunque pareciera accidental.

Luego de un par de horas, la encontré buscando sus pertenencias. No. Ya se iba a ir. Presentí, sintiendo que se me derrumbaba todo por dentro ¡De ninguna jodida manera! Aseguré. Fui hasta donde ella se encontraba entretenida, y yo, vi la oportunidad brillar, justo cuando dejó sus manos quietas.

Parecía buscar algo. Miró alrededor, encontrando su vestido tirado bajo la tumbona. Antes de que hiciera cualquier otra cosa, llegué corriendo hasta ella. Escuchó mis pasos y se quedó mirándome de forma muy graciosa, y mientras más me acercaba, leyó mis pensamientos, abriendo demasiado los ojos.

–Ni se te ocu...–Quiso decir, cuando me lancé a la piscina, con ella en mis brazos. Debajo del agua, abrí los ojos. Su luz eléctrica pintó la profundidad y un montón de burbujas salieron disparadas por reírme bajo el agua –¡DIEGOOO! -gritó al salir a la superficie, interrumpiéndose mientras se tocaba la nariz–. Se me metió el agua hasta el cerebro ¡Eres un idiota!... Ya estaba seca y tengo frío –Se quejó, lanzándome agua. Yo no podía dejar de reír ante su reacción.

–Venga. No seas llorona. Vamos al jacuzzi– dije, entre risas. Caminamos dentro del agua y nos mudamos al área donde el jacuzzi burbujeaba con agua caliente y desprendiendo vapor. Estaba delicioso ¿Cómo es que no me había metido allí antes? Pensé, tan relajado.

Sophía llegó hasta mi lado, permitiéndose de a poco sentir el calor. Echó su cabeza hacia atrás, recargándose y suspiró, dejando que su centro rojo centelleara tranquilo. Aflojó sus hombros, y entonces, tuve esa sensación como si su alma se hubiera encontrado de nuevo conmigo. Casi de inmediato, me sentí adormecido e inconsciente, admirando como lucía tan distinta, llevando ese enérgico color en su bikini. Ella debió de sentir mis ojos, pues me miró con esa fuerza amenazante que la caracterizaba.

LUCIÉRNAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora