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S O P H Í A________

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S O P H Í A
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Me desperté con la boca seca, tenía demasiada sed y tal parecía que me estaban abriendo el cráneo con un taladro. Abrí los ojos, desconociendo de inmediato el lugar donde me encontraba. Algo caliente y pesado me apretaba contra la cama. Levanté un poco la cabeza, girándola para mirar hacia atrás. Estaba sobre mi barriga y lo que sea que tenía encima no permitía que me moviera en absoluto. Era Diego ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Enloquecí dentro de mi cabeza, repasando todo el día anterior: estaba sentada en la mesa de la universidad. Mi teléfono sonó como loco con mensajes de las chicas. Entré a un restaurante... los mariachis... Algunos tequilas... ¡Santiago Barone!... Besándose con una chica... Diego... Estuvimos hablando... ¿Y Después?... Un trago de... ¿Qué mierda fue eso?

Todo era como una cinta en blanco ¿Cómo demonios terminé en esta cama con... Él? Me pregunté. Lo siguiente fue que la carcajada de aquella chica llamada Sara llegó hasta mi cerebro, burlándose de mí. Había terminado justo como ella, por haberla juzgado. Karma. Ahora solo faltaba que Diego despertara para que, de una vez por todas, me corriera como a un perro; justo como ella dijo. Pero, el dolor de cabeza era intolerable que, incluso pensar dolía, respirar, dolía ¡Que alguien me ayude! Supliqué en mi cabeza. Nunca había tomado tanto.

Quejándome mentalmente, metí un brazo debajo de las sábanas, sintiendo la ropa que traía puesta. Mis ojos casi se salieron ¡ÉL ME QUITÓ LA ROPA! Enseguida, Diego suspiró y se giró, liberándome. Para mi buena suerte, seguía perdido. Levanté poco a poco la sábana, descubriendo que usaba ropa de él. Algo me sacudió dentro, y encima de disfrutar el llevar su ropa puesta, permití que el caos y las posibles consecuencias me arruinaran el momento. Comencé a removerme con sutileza hasta conseguir escurrirme de la cama, haciendo el menor ruido posible. Gateando en el suelo, busqué en todos los rincones alguna señal que indicara lo que habíamos hecho la noche anterior. Entonces, descubrí mi ropa doblada sobre una silla elegante, preciosa y azul que se lucía en la esquina de la habitación ¿La ropa se dobla de esa manera antes o después de tener sexo? Me pregunté. Imaginando que seguramente yo sería... o fui de las que hacen estupideces para evitar el momento incómodo, evadir o ganar tiempo, pero. Ni siquiera era capaz de doblar la ropa con tal perfección ¿Qué fue lo que sucedió?, ¡POR DIOS! Bramé en mi mente.

Busqué por la ropa de Diego. Nada. Fui hasta el baño y me quedé como piedra al ver la clase de baño que tenía frente a mí, tan digna del mismísimo Zeus ¿Cuánto iba a costarme la maldita noche allí? Pensé con histeria. Me distraje admirando todo que, olvidé la razón por la que había entrado. Revisé el bote de basura. Nada. No había condón o algo, ¿Y si no nos cuidamos?, ¡no lo recuerdo!, ¡maldición!, ¡me voy a embarazar!, ¡o... a coger una enfermedad! Solo Dios sabe con cuantas mujeres se ha metido Diego. Casi quería llorar al no creer mi estupidez y mi irresponsabilidad.

(♪) Histérica, regresé a la habitación. La cama parecía bastante ordenada y... ¡Dios santo! Se me fue el aire. Aquella cama con sábanas tan perfectamente blancas que deslumbraban, moldeaba exquisitamente la figura de Diego, haciéndolo lucir como si fuera una escultura del mismísimo Miguel Ángel. Su piel contrastaba sobre la blancura de las sábanas, pareciendo que se fundía con los rayos del sol que entraban por la ventana, labrando con luces y sombras, todos aquellos rincones de su espalda tan tremendamente majestuosa, como si dentro guardara sus alas doradas. Con mi imaginación espolvoreándose por todo su cuerpo, sonreí grabándomelo profundamente en la memoria. Tengo que recordar, tengo que recordar. Me dije, golpeándome la cabeza mentalmente. Necesitaba recordar haber pasado mis manos por todo eso, besarlo... Sentirlo.

LUCIÉRNAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora