D I E G O
________(♪) Con una monumental disposición de mierda, rebasé un sin fin de autos mientras conducía por la noche, acompañado de todas las luces y el movimiento de la ciudad atravesándose por mis ojos. Después de haber tenido una insufrible conversación conmigo mismo, entendí al final que, prefería asistir a la bodega por un par de horas que el no ver a Sophía una semana más. Esa mañana habíamos hecho planes para ir al cine todos juntos, ya que Ángela no paraba con su molesta insistencia de querer ver una película de terror. Sophía odiaba esas películas, por lo que no fue sorpresa que ella se librara espectacularmente, con el pretexto de que tenía que tocar esa noche. Las chicas cambiaron de parecer, apuntándose de inmediato para asistir a la bodega, y a mí, una terrible sensación se me asentó en todo el cuerpo.
Mientras me alejaba de las luces de la mancha urbana, el estómago se me fue torciendo hasta hacerse pequeño, obligándome a sentir que quizás había estado dormido desde que asistí a la bodega aquella noche. No es que el lugar me hubiera hecho algo malo, solo me aterraba que, al asistir de nuevo, regresaría en el tiempo e iba a desvanecerse todo lo que había avanzado con Sophía; como si nada hubiera ocurrido, y que quizás, esa noche me reencontraría con ella y todo volvería a empezar, a repetirse una y otra vez, o bien, se terminaría el hechizo. Todas esas sensaciones me hicieron recordar la vida antes de ella, provocándome un malestar en todo el sistema. No quería esa vida de nuevo. Me gustaba lo que me sucedía ahora, esperanzado a que pudiera mejorar.
Curiosamente, me estacioné en el mismo sitio y junto al auto de Sophía. Medité un poco más la situación antes de bajarme, llegando a la conclusión de que, quizás, era mi pesimismo, manifestándose a causa de haber tenido un día de mierda, de esos que sabes que conforme más avanza, más mierda se pone; siendo tan sencillo el volverme presa de mis propios pensamientos. Respiré hondo y fui hasta el frente de los autos, recordando aquel atuendo sensual o el exótico penacho que entonces llevaba. Sonreí como un tonto, aferrándome al recuerdo y a la ilusión que me hacía verla cada vez.
Había llegado mucho más tarde que el resto. La multitud ya bailaba sin ningún cuidado y algunas chicas se restregaron con mi cuerpo, fingiendo que era accidental. Todo ello me entorpeció el camino hasta que finalmente conseguí llegar a los túneles laterales. Busqué por la puerta que Sophía había indicado y San Toro abrió después de tres golpes. Su presencia se sumó a mi día de mierda. Había olvidado por completo que él estaría allí y lo mucho que odiaba sentirme en desventaja con él, al tener esa clase de relación con Sophía que a mí cada vez me parecía más inalcanzable. Nos saludamos con sequedad e intercambiamos lugares: él salió y yo entré. Acto seguido, mis ojos cayeron en lo único bueno y bello de mis días. Ella.
Ni siquiera conseguí soltar los hombros, cuando una especie de manto doloroso me cubrió con pesadez, empujándome los órganos y el alma hacia el suelo. Sebastián, un chico que, al igual que yo, tenía toda la eternidad en Montecarlo, y que ahora coqueteaba descaradamente con Sophía. La tenía tan sumergida en él que, ni siquiera ella fue capaz de notar mi presencia, ni la del resto que estábamos en aquella habitación.
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LUCIÉRNAGA ROJA
Romance"𝐸𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑢 𝑟𝑒𝑓𝑙𝑒𝑗𝑜". Inspirada en la mitología mesoamericana, la Serpiente Emplumada, después de haber estado rodeada de huesos antiguos como resultado de un genocidio oculto, como ca...