● F ʟ ᴏ ʀ ᴇ s

318 83 87
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


D I E G O
________

Guadalajara, México.
Febrero 2004

( ♪ ) La primera vez que vi su cabello rojo iluminar mi vida, tenía apenas siete años. Habíamos chocado accidentalmente el primer día de clases, dejándome perplejo por aquellos destellos rojos asomándose sobre su piel. Y desde ese instante, todos los días y cada año, rogaba al cielo, pidiendo... implorando que me dejara coincidir con ella en el mismo salón de clases, pues creía que de esa manera sería más sencillo acercarme y ser su amigo.

Perdí totalmente la cuenta de la cantidad de veces que planeé hacerme valiente para hablarle durante la hora del almuerzo. Siempre la veía jugar en los jardines. Era silenciosa, pero siempre salvaje. Convivía con poca delicadeza alrededor de los chiquillos, y todas la veces los lastimaba sin intención a causa de esa natural rudeza digna de un diablillo. Y era esa la razón por la que todas las veces me replanteaba si debía acercarme a ella sin ningún pretexto para hablarle, ya que seguramente, me reventaría como a un muñeco de gel entre sus salvajes manos. Yo era sociable, pero sentir su perfume tan puro de la vida misma lograba que incluso la sangre en mis venas se tropezara, dejándome sin una pizca de valor para acercarme ante semejante bestia preciosa.

Resultando imposible esperar algo digno del amor a mis cortos diez años, allí estaba, tan ilusionado en otro día de San Valentín, mirando a Sophía como siempre, sin que ella se diera cuenta de mi presencia. No solíamos ser tantos niños en los salones como para perderme entre ellos, pero con el poder que ella era capaz de almacenar sobre su piel, empujando hasta el aire, no era ninguna sorpresa ser ignorado. Sophía era del tipo de pocas palabras y enigmática, pero ruidosa bajo el silencio. Estaba llena de una fuerza bruta que sobrepasaba su cuerpo y que siempre resultaba abrumadora para los mortales, como si todos anduviéramos por la vida bajo un código de colores neutros y cenizos, mientras que ella llegaba a romper o descuadrar todo con su fuego llameando sobre el resto y en cada rincón.

Cursando el quinto grado de la primaria, por fin la vida me había sonreído, dejándome coincidir con ella. Sin embargo, pasados seis meses de haber estado compartiendo las mismas clases y respirando el mismo aire dentro de aquellas paredes grises, no conseguía el valor de siquiera hablarle o sonreírle. ¡Era aterradora! Además, estaba el lamentable hecho de que secretamente, tenía sentimientos por Luciano Luján, quien nunca dudé que sintiera lo mismo por ella. Al igual que yo, siempre la seguía con la mirada a donde quiera que Sophía iba. Tampoco se hablaban, pero la mayoría de las veces me enteraba de sus miradas clandestinas mientras yo rabiaba por dentro.

Esa mañana, antes de la hora del almuerzo, mi hermano mayor, junto con los chicos del comité, se presentaron en el salón para hacer la entrega de flores por San Valentín. Mientras tanto, yo me dediqué a compartir con Fanny los chocolates que me había obsequiado, pero siempre pendiente de las veces en que Sophía se levantaba para recibir sus flores. Sabía tanto de ella que fue sencillo adivinar quién le había enviado cada una, hasta que su nombre fue pronunciado por última vez y le entregaron un Clavel blanco. Algo se sintió diferente. Cuando regresó a su silla, su piel se le encendió como un semáforo en rojo, sus ojos se agrandaron por la sorpresa y sonrió sin poder evitarlo. Nunca la había visto tan feliz. De inmediato, corrió hasta su amiga Frida para compartir con ella lo que estaba escrito en la tarjeta. Frida le regaló una sonrisa fingida y frotó su hombro por mero compromiso.

LUCIÉRNAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora