capitulo 26

157 3 0
                                    

- ¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo?. Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.

Selena jadeó.

- ¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? — preguntó Victoria.

- Sí — respondió Cupido.

Victoria miró nerviosa a Niall.

- ¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?.

- Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente — acabó Niall en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquellos que los fastidiaban.

Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.

- Los odio.

Cupido asintió.

- Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mamá y yo estamos muy arrepentidos.

Con las emociones revueltas, Niall no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Penélope en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor.

Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes. Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.

- Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.

- Cuídate de los regalos de los dioses — dijo Niall amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro.

 Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.

- ¿Hefesto?.

Su hermano asintió.

- Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… — esperó un momento mientras miraba fijamente a Victoria — alejado de ella.

Niall tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas.

De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.

- Eso es inhumano — balbució Victoria

Cupido le dedicó una mirada feroz.

- Nena, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.

- ¿Cuánto tiempo tardará? — preguntó Niall.

Él se encogió de hombros.

- No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas — espetó Cupido — Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.

Niall cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente. Eros le palmeó la espalda.

- Buena suerte.

Niall no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya. Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.

Leyenda de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora