Capitulo 37

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Siseó de placer al sentir la lengua de Niall girar alrededor del endurecido pezón, rozándolo levemente y haciéndola arder.

La ayudó a sentarse en la bañera y la echó hacia atrás, apoyándola en el respaldo. El contraste de la fría porcelana en la espalda y del cálido cuerpo de Niall por delante, mientras el agua caía sobre ellos, la excitó de un modo que jamás hubiese creído posible.

Nunca antes había apreciado el enorme tamaño de la antigua bañera pero, en ese momento, no la cambiaría por nada del mundo.

- Tócame, Victoria — le dijo con voz ronca, cogiéndole la mano y acercándosela hasta su hinchado miembro —. Quiero sentir tus manos sobre mí.

Niall se estremeció cuando ella acarició la dureza aterciopelada de su pene.

Cerró los ojos mientras las sensaciones lo abrumaban. Las caricias de Victoria no se limitaban al plano físico, las percibía también a un nivel indefinible. Increíble.

Quería más de ella. Lo quería todo de ella.

- Me encanta sentir tus manos sobre mi piel — balbució mientras ella lo tomaba entre sus manos. ¡Por los dioses! La deseaba tanto que le dolía todo el cuerpo. Cómo deseaba que, tan sólo una vez, ella le hiciese el amor a él.

Que le hiciese el amor con el corazón.

El dolor volvió a desgarrarlo. No importaba cuántas veces tuviera relaciones sexuales, el resultado siempre era el mismo. Siempre acababa herido. Si no se trataba de su cuerpo, era en lo profundo de su alma.

«Ninguna mujer decente te querrá a la luz del día.»

Era verdad, y lo sabía.

Victoria percibió su tensión.

- ¿Te he hecho daño? — preguntó mientras alejaba la mano.

Él negó con la cabeza y le colocó las manos a ambos lados del cuello para besarla profundamente. Súbitamente el beso cambió, intensificándose, como si estuviese intentado probar algo ante los dos.

Deslizó la mano por el brazo de Victoria, hasta capturar la suya y enlazar los dedos. Después, movió las manos unidas y la acarició entre las piernas.

Victoria gimió mientras él la tocaba con las manos entrelazadas. Era lo más erótico que había experimentado jamás.

Temblaba de pies a cabeza mientras él aumentaba el ritmo de las caricias. Cuando introdujo los dedos de ambos en su interior, Victoria gritó de placer.

- Eso es — le murmuró al oído —. Siéntenos a los dos unidos.

Sin aliento, Victoria se agarró al hombro de Niall con la mano libre y el cuerpo en llamas.

¡Dios, era un amante increíble!

De pronto, él retiró las manos y le alzó una de las piernas para pasársela por la cintura.

Victoria le dejó hacer, hasta que se dio cuenta de sus intenciones. Estaba preparándose para penetrarla.

- ¡No! — jadeó mientras lo empujaba —. Niall, no puedes.

Sus ojos llameaban de necesidad y deseo.

- Sólo quiero esto de ti, Victoria.  Déjame poseerte.

Ella estuvo a punto de ceder.

Pero entonces, algo extraño le sucedió a sus ojos. Un velo oscuro cayó sobre ellos, y las pupilas se le dilataron por completo.

Se quedó inmóvil. Respiraba entre jadeos y cerró los ojos como si estuviese luchando con un enemigo invisible.

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