Capitulo 38

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Cegado por la amargura, era incapaz de creer lo que estaba escuchando.

- ¿Ahora me dices que estabas orgullosa?.

Ella ignoró su pregunta.

- Tu madre y yo hemos hablado con Cloto para que te ayude.

Niall se paralizó al escucharla. Cloto era la Parca encargada de las vidas de los humanos. La hilandera del destino.

- ¿Y?.

- Si consigues romper la maldición, podremos devolverte a Macedonia; regresarás al mismo día en que fuiste maldecido a permanecer en el pergamino.

- ¿Puedo regresar? — repitió, anonadado por la incredulidad.

- Pero no se te permitirá volver a luchar. Si lo haces, podrías cambiar el curso de la historia. Si te enviamos de vuelta, deberás jurar que vivirás retirado en tu villa.

Siempre había una trampa. Debería haberlo recordado antes de pensar que podían ayudarlo.

- ¿Con qué propósito, entonces?.

- Vivirás en tu época. En el mundo que conoces — diciendo esto, echó un vistazo al cuarto de baño — O puedes permanecer aquí, si lo prefieres. La elección es tuya.

Niall resopló.

- Menuda elección.

- Es mejor que no tener ninguna.

¿Sería cierto?. Ya no estaba seguro de nada.

- ¿Y mis hijos? — preguntó. Quería, no, deseaba volver a ver a su familia, a las dos únicas personas que habían significado algo para él.

- Sabes que no podemos cambiar eso.

Niall maldijo a Atenea. Los dioses siempre conseguían atormentarlo quitándole todo lo que le importaba. Jamás le habían concedido nada. Atenea alargó el brazo y lo acarició ligeramente en la mejilla.

- Elige con cuidado — susurró, y se desvaneció.

- ¿Niall?, ¿con quién hablas?

Parpadeó al escuchar a Victoria en el pasillo.

- Con nadie — contestó — Hablo solo.

- ¡Ah! — exclamó ella, aceptando la mentira sin problemas

— Estaba pensando en llevarte de nuevo al Barrio Francés esta tarde. Podemos visitar el Acuario. ¿Qué te parece?-

- Claro — respondió él, saliendo del baño.

Victoria frunció el ceño, pero no dijo nada mientras se dirigía hacia las escaleras. Niall fue a cambiarse a la habitación. Mientras se ponía los pantalones, se fijó en las fotografías que Victoria tenía en el vestidor. Parecía una niña tan feliz… tan libre.

Le gustaba especialmente una en la que su madre le pasaba los brazos alrededor del cuello y ambas se reían a carcajadas. En ese momento, supo lo que debía hacer. No importaba lo mucho que deseara otras cosas, jamás podría quedarse con ella.

Se lo había dicho ella misma la noche que lo invocaron. Tenía su propia vida. Una en la que él no estaba incluido.

No, Victoria no necesitaba a alguien como él. A alguien que sólo atraería la indeseada atención de los dioses sobre su cabeza.

Rompería la maldición y aceptaría la oferta de Atenea. No pertenecía a esta época. Su mundo era la antigua Macedonia. Y la soledad...

Algo iba mal. Victoria lo notaba en el ambiente mientras conducía hacia el Barrio Francés. Niall iba sentado junto a ella, mirando por la ventana. Había intentado varias veces hacerlo hablar, pero no había modo de que despegara los labios. Todo lo que se le ocurría era que estaba deprimido por lo sucedido en el cuarto de baño.

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