capitulo 29

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Niall colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a Victoria.

- ¿Siempre comes en el suelo? — le preguntó antes de llevarse un trozo de pan a la boca.

Fascinada por la armonía de sus movimientos, Victoria observó atentamente cómo la mandíbula de Niall se tensaba al masticar.

¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadoras lo habían utilizado.

La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba empezando a resultarle muy tentadora.

Y además tenían aquellos grilletes…

- Bueno — dijo alejando su mente de aquella maravillosa y bronceada piel, y de lo bien que se vería si Niall estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón —, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las noches estoy sola, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.

Niall giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los tallarines estuvieron perfectamente enrollados.

- Necesitas a alguien que cuide de ti — le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca.

Victoria se encogió de hombros.

- Yo me cuido sola.

- No es lo mismo.

Victoria lo miró ceñuda. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía desde el punto de vista machista. Niall hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia.

- Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? — susurró ella.

Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que Victoria captara el destello del deseo en sus ojos. Ella lo observó mientras permanecía unos minutos atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. Victoria estaba toda cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.

- Enséñame cómo haces eso — le dijo.

Niall la miró con curiosidad.

- ¿El qué?

- Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdida.

- Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?

Victoria se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.

- A ver, ¿cómo lo haces?

Niall tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.

- Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.

Y se deslizó entre el sofá y Victoria.

- Niall… — le advirtió ella.

- Sólo voy a enseñarte lo que quieres.

- Hum… — exclamó dubitativa. De todos modos, no podía evitar sentir su proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Niall se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.

Al sentarse tras ella, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, Victoria notó su erección presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba empezando a acostumbrase.

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