capitulo 13

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«Date la vuelta, Niall y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te ordeno. Tócame aquí. Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te traeré de comer en un momento.»

Niall se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; le habían tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre. Al menos, Victoria no le había encadenado a la cama. Todavía. Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias mentalmente por el hecho de que Victoria no hubiese presenciado su pérdida momentánea de control. Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al recipiente donde había visto a Victoria tirar la basura la noche anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa. Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor. Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la boca y después notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su cuerpo. Dejar que… Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que había junto al fregadero para secarse las manos y la cara. Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la voz de Selena.

- ¿Dónde está?.

Niall agitó la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de Victoria. Eso era lo que había esperado de Victoria. Las dos mujeres entraron a la cocina. Niall alzó la mirada y se encontró con unos ojos marrones tan grandes como dos escudos espartanos.

- ¡Jesús, María y José! — balbució Selena.

Victoria cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira y diversión.

- Niall, ésta es Selena.

-¡Jesús, María y José! — repitió su amiga.

- ¿Selena?. — preguntó Victoria, moviendo la mano ante los ojos de su boquiabierta amiga, que ni siquiera parpadeó.

-¡Jesús, Ma…!

-¿Vas a dejarlo ya? — la reprendió Victoria.

Selena dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y dio una vuelta completa alrededor de Niall para poder ver su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de los pies. Victoria apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.

- ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? — le preguntó con más malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, ella estaba, técnicamente, de su parte. Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo… Nunca había soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención. Selena alargó la mano, insegura, para tocarle el brazo.

- ¡Uuuh! — se burló él, consiguiendo que Selena diera un respingo.

Victoria soltó una carcajada. Selena frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.

- Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?

- Te lo mereces — le dijo Victoria mientras cogía un trozo de melón recién cortado por Niall y se lo llevaba a la boca — Por no mencionar que tú vas a ocuparte de él durante el día de hoy.

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