capitulo 66

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Cuando la diosa miró de nuevo a Niall, Victoria vio el dolor que reflejaban sus ojos.

- Mi precioso Niall —sollozó la diosa—. Jamás debí permitirles que te hiciesen daño. ¡Dulce Citera! ¿A dónde me ha llevado mi egoísmo? —Cayó de rodillas a su lado—. Te dejé solo cuando debía haber estado contigo para protegerte.

- ¡Vamos, madre, déjalo ya! —dijo Príapo, como si la aflicción de su madre hubiese conseguido aburrirlo—. Niall te conocía, igual que te conocemos nosotros desde el comienzo de los tiempos; no piensas más que en ti misma y en lo que los demás debemos hacer por ti. Es tu naturaleza. Y, al contrario que Niall, todos la aceptamos hace eones.

Afrodita no se tomó muy bien esas palabras. De hecho, su rostro se convirtió en una máscara de granito y se puso en pie con toda la dignidad y la elegancia que se espera de una diosa.

Arqueó una ceja y miró a Príapo.

- ¿Has dicho que fue una lucha justa? Bien, tengamos una lucha justa. ¿Estás de acuerdo? Tánatos aún no ha reclamado su alma. Todavía no es demasiado tarde. Lo único que necesitamos para devolverlo a la vida es que su corazón comience a latir de nuevo.

Victoria sintió una repentina oleada de calor atravesando el cuerpo inerte de Niall.

Se echó hacia atrás y observó cómo un aura dorada lo rodeaba mientras la herida de su costado se cerraba por sí sola y los vaqueros se desintegraban, siendo reemplazados por unas grebas de oro y unas sandalias. El resplandor dorado subió hasta cubrir su pecho que, al instante, quedó oculto a la vista por una antigua armadura dorada, repujada con cuero rojo, y una túnica. Sobre los brazos aparecieron unas anchas tiras de cuero marrón.

El tinte azulado desapareció de su rostro.

De repente, tomó una profunda bocanada de aire que hizo que todo su cuerpo se estremeciera, y abrió los ojos, mirando a Victoria con aquella sonrisa que conseguía derretirle hasta el alma.

Ella se mordió los labios mientras la felicidad la traspasaba. ¡Estaba vivo!

- ¿Qué diablos pasa aquí? —rugió Príapo.

Sobre ellos apareció una mujer, flotando plácidamente. Su pelo negro lanzaba destellos mientras miraba con furia a Príapo.

- Como muy bien ha dicho tu madre, ya es hora de que contemplemos una lucha justa, Príapo. Llevamos retrasándola demasiado tiempo y, esta vez, no habrá ninguna Alexandria que distraiga a Niall e impida que lleve a cabo su venganza.

- ¿Qué? —preguntó Afrodita—. Atenea, ¿qué estás diciendo?

- Estoy diciendo que fue él quién la envió intencionadamente para distraerlo, mientras acudía a refugiarse a tu templo por temor a la furia de Niall.

Por la cara de Príapo, Victoria supo que era verdad. El dios curvó los labios en un rictus furioso.

- Atenea, ¡puta traicionera! Siempre lo mimaste.

Atenea se rió mientras se desvanecía en el aire para volver a aparecer junto a Afrodita.

- Nadie lo mimó nunca. Eso lo convirtió en el mejor guerrero que jamás salió de las filas espartanas; y eso es lo que va a ayudarle a darte una buena patada en el culo en este momento.

Niall se puso en pie. La ceñuda mirada con la que enfrentaba a Príapo consiguió que Victoria sintiera un súbito escalofrío.

Afrodita se movió hasta quedar entre sus dos hijos y, cuando alzó la mirada hacia Niall, Victoria vio que sus ojos estaban llenos de orgullo.

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