Victoria esperó hasta que se alejó de la puerta para mirarlo de nuevo. Gracias a Dios, por fin estaba tapado. No era de extrañar que los victorianos insistieran tanto en el asunto de las hojas de parra. Era una pena no tener unas cuantas en el patio. Lo único que crecía allí eran unos cuantos acebos, y dudaba mucho que él apreciara sus hojas. Victoria se encaminó hacia la sala y se sentó en el sofá.
- Ayúdame, Lena — suspiró — Me las pagarás por esto.
Y entonces, él se sentó a su lado, revolucionando todas las hormonas de su cuerpo con su presencia. Mientras se movía hasta la otra punta del sofá, Victoria e miró cautelosamente.
- Así que… ¿para cuánto tiempo has venido?.
¡Oh, qué buena pregunta, Victoria !. ¿Por qué no le preguntas por el tiempo o le pides un autógrafo ya que te pones?. ¡Jesús!
- Hasta la próxima luna llena — sus gélidos ojos dieron muestras de un pequeño deshielo. Y, mientras deslizaba su mirada por todo su cuerpo, el hielo se transformó en fuego en décimas de segundo. Se inclinó sobre ella para tocarle la cara. Victoria se incorporó de un salto y puso la mesita del café como barrera de separación.
- ¿Me estás diciendo que tengo que aguantarte durante todo un mes?
- Sí.
Conmocionada, Victoria se pasó la mano por los ojos. No podía entretenerlo durante un mes. ¡Un mes entero, con todos sus días!. Tenía obligaciones, responsabilidades. Hasta tenía que buscar un pasatiempo.
- Mira — le dijo — Lo creas o no, tengo una vida en la que no estás incluido.
Sabía, por la expresión de su rostro, que a él no le importaban sus palabras. En absoluto.
- Si crees que estoy encantado de estar aquí contigo, estás lamentablemente equivocada. Te aseguro que no elegí venir.
Sus palabras consiguieron herirla.
- Bueno, cierta parte de ti no siente lo mismo — le dijo mientras dedicaba una furiosa mirada a aquella parte de su cuerpo que aún estaba tiesa como una vara. Él suspiró al echar un vistazo a su regazo y vislumbrar la protuberancia que sobresalía bajo la toalla.
- Desafortunadamente, tengo tanto control sobre esto como sobre el hecho de estar aquí.
- Bueno, la puerta está ahí — dijo señalándola — Ten cuidado de que no te golpee el trasero al cerrarse.
- Créeme; si pudiese irme, lo haría.
Victoria titubeó ante sus palabras, ante su significado.
- ¿Quieres decir que no puedo ordenarte que te marches?, ¿ni que regreses al libro?
- Creo que la expresión que usaste fue: bingo.
Victoria guardó silencio.
Niall se puso de pie lentamente y la miró. Durante todos los siglos que llevaba condenado, ésta la primera vez que le sucedía una cosa así. El resto de sus invocadoras habían sabido lo que él significaba, y habían estado más que dispuestas a pasar todo un mes en sus brazos, utilizando felizmente su cuerpo para obtener placer. Jamás en su vida, mortal o inmortal, había encontrado a una mujer que no le deseara físicamente.
Era… Extraño. Humillante. Casi embarazoso. ¿Sería un indicio de que la maldición se debilitaba?, ¿de que quizás pudiera liberarse?. No. En el fondo sabía que no era cierto, aun cuando su mente se esforzaba en aferrarse a la idea. Cuando los dioses griegos decretan un castigo, lo hacen con un estilo y con un ensañamiento que ni siquiera dos milenios pueden suavizar. Hubo una época, mucho tiempo atrás, en la que había luchado contra la condena. Una época en la que había creído que podría liberarse. Pero después de dos mil años de encierro y tortura despiadada, había aprendido algo: resignación. Se merecía este infierno personal y, como el soldado que una vez había sido, aceptaba el castigo. Sentía un nudo en la garganta y tragó para intentar deshacerlo. Extendió los brazos a los lados y ofreció su cuerpo a Victoria.
- Haz conmigo lo que desees. Sólo tienes que decirme cómo puedo complacerte.
- Entonces deseo que te marches.
Niall dejó caer los brazos.
- En eso no puedo complacerte.
Frustrada, Victoria comenzó a caminar nerviosa de un lado a otro. Finalmente, sus hormonas habían regresado a la normalidad y, con la cabeza más despejada, se esforzó por encontrar una solución. Pero por mucho que la buscaba, no parecía haber ninguna. Un dolor punzante se instaló en sus sienes. ¿Qué iba a hacer un mes — un mes entero — con él?. De nuevo, una visión de Niall tumbado sobre ella, con el pelo cayéndole a ambos lados del rostro, formando un dosel alrededor de sus cuerpos mientras se introducía totalmente en ella, la asaltó.
- Necesito algo… — a Niall le falló la voz.
Victoria se dio la vuelta para mirarle, con el cuerpo aún suplicándole que cediera a sus deseos. Sería tan fácil rendirse ante él… Pero no podía cometer ese error. Se negaba a usar a Niall de ese modo. Como si…
No, no iba a pensar en eso. Se negaba a pensar en eso.
-¿Qué? — preguntó ella.
- Comida — contestó Niall — Si no vas a utilizarme de forma apropiada, ¿te importaría si como algo?- La expresión avergonzada y teñida de desagrado que adoptó su rostro le indicó a Victoria que no le gustaba tener que pedir. Entonces cayó en la cuenta de algo; si para ella esto resultaba extraño y difícil, ¿cómo demonios se sentiría él después de haber sido arrancado de donde quiera que estuviese, para ser arrojado a su vida como si fuese un guijarro lanzado con un tirachinas? Debía ser terrible.
- Por supuesto — le dijo mientras se ponía en movimiento para que él la siguiera — La cocina está aquí — lo guió por el corto pasillo que llevaba a la parte trasera de la casa. Abrió el frigorífico y se apartó para que él echara un vistazo. - ¿Qué te apetece?. En lugar de meter la cabeza para buscar algo, se quedó a medio metro de distancia. - ¿Ha quedado algo de pizza?. - ¿Pizza? — repitió VIctoria asombrada. ¿Cómo sabría él lo que era una pizza? Niall se encogió de hombros. - Me dio la impresión de que te gustaba mucho. A Victoria le ardieron las mejillas mientras recordaba el tonto jueguecito al que se dedicaron mientras comían. Selena había hecho otro comentario acerca de reemplazar el sexo con la comida, y ella había fingido un orgasmo al saborear el último trozo de pizza. - ¿Nos escuchaste?. Con una expresión hermética, él contestó en voz baja.
- El esclavo sexual escucha todo lo que se dice en las proximidades del libro. Si las mejillas le ardieran un poco más, acabarían explotando. - No quedó nada — dijo rápidamente, desando meter la cabeza en el congelador para enfriársela —. Tengo un poco de pollo que me sobró de ayer, y también pasta. - ¿Y vino?. Ella asintió con la cabeza. - Está bien. El tono despótico que utilizó Niall hizo estallar su furia. Era uno de esos tonillos usados por un típico Tarzán que en el fondo quería decir: Yo soy el macho, nena. Tráeme la comida. Y había conseguido que le hirviera la sangre. - Mira, tío, no soy tu cocinera. Como te pases conmigo te daré de comer Alpo . Él arqueó una ceja. - ¿Alpo? - Olvídalo — aún irritada, sacó el pollo y lo preparó para meterlo en el microondas. Niall se sentó a la mesa con ese aura de arrogancia tan masculina que acababa con todas sus buenas intenciones. Deseando tener una lata de Alpo, Victoria sirvió un poco de pasta en un cuenco. - De todos modos, ¿cuánto tiempo has estado encerrado en ese libro?. ¿Desde la Edad Media? — al menos su forma de actuar correspondía a la de la época. Él permaneció sentado, tan quieto como una estatua. Nada de mostrar sus emociones. Si no lo hubiese conocido mejor, habría pensado que se trataba de un androide.
- La última vez que fui convocado, fue en el año 1895.
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Leyenda de Amor
Storie d'amoreHACE UNOS millas de años atras, Niall Horan FUE maldecido; FUE encerrado En un libro por la eternidad, Condenado Por Los resentimiento y celos de los Dioses. Alli su vida inmortal seria, envejecer pecado, estancado, Poder pecado avanzar jamas. Cada...