capitulo 59

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- No puedo perderla — murmuró. La simple idea de perderla hacía pedazos lo poco que le quedaba de corazón.

El reloj de pared dio las tres. Victoria se había quedado dormida hacía muy poco rato. Tenía la cabeza y la mano apoyadas sobre su abdomen y su aliento le acariciaba el estómago. Podía sentir su cabello rozándole la piel, la calidez de su cuerpo filtrándose por sus poros hasta llegarle al alma.

Lo que daría por poder tocarla…

Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se permitió soñar por primera vez desde hacía siglos. Soñó con pasar noches enteras junto a Victoria.

Soñó que llegaba el día en que podía amarla como se merecía. Un día en que él sería libre para poder entregarse a ella. Soñó en tener un hogar junto a Victoria. Y soñó con niños de alegres ojos grises, y dulces y traviesas sonrisas. Aún estaba soñando cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse por las ventanas y el reloj dio las seis. 

Victoria se despertó. Frotó la mejilla sobre su pecho, acariciándolo de tal modo que para Niall supuso una tortura.

- Buenos días — lo saludó sonriente.

- Buenos días.

Victoriase mordió el labio al pasear la mirada sobre su cuerpo y arrugó la frente por la preocupación.

- ¿Estás seguro que tenemos que hacer esto?. ¿No te puedo liberar un ratito?

- ¡No! —exclamó con énfasis.

Victoria cogió el teléfono y marcó el número de la consulta para hablar con Beth.

- No iré en un par de días, ¿puedes hacerte cargo de algunos de mis pacientes?

Niall frunció el ceño al escucharla.

- ¿Es que no vas a ir a trabajar? — le preguntó en cuanto colgó.

Victoria no podía creer que le hiciese esa pregunta.

- ¿Y dejarte aquí tal y como estás?

- Estaré bien.

Ella lo miró como si se hubiese vuelto completamente loco.

- ¿Y si pasara algo?

- ¿Cómo qué?

- Puede haber un incendio o alguien puede entrar y hacerte cualquier cosas mientras estás ahí indefenso.

Niall no discutió.

Le entusiasmó el hecho de verla tan dispuesta a quedarse junto a él. A media tarde, Victoria fue testigo de que la maldición empeoraba. Cada centímetro del cuerpo de Niall estaba cubierto de sudor.

Los músculos de los brazos estaban totalmente tensos y apenas hablaba; cuando lo hacía, apretaba los dientes.

Pero seguía mirándola con una sonrisa, y sus ojos eran cálidos y alentadores mientras sus músculos se contraían con continuos espasmos y soportaba el sufrimiento que amenazaba con devorarlo. 

Victoria siguió refrescándolo, pero tan pronto como acercaba la toalla a su piel se calentaba tanto que apenas era capaz de tocarla después. Para cuando llegó la medianoche Niall deliraba.

Observó impotente cómo se agitaba y maldecía como si un ser invisible estuviese arrancándole la piel a tiras. 

Victoria nunca había visto algo así. Estaba forcejeando tanto que casi temía que echara abajo la cama.

- No puedo soportar esto — susurró. Bajó corriendo las escaleras y llamó a Selena.

Una hora después, Victoria abrió la puerta a Selena y a su hermana Tiyana. Con el pelo negro y los ojos azules, Tiyana no se parecía en nada a Selena. Era una de las pocas sacerdotisas blancas de vudú; regentaba una tienda de artículos mágicos y hacía de guía turística por el cementerio los viernes por la noche.

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