capitulo 35

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Niall se llevó las manos a la cara, presionándose con fuerza los ojos, mientras el horror de lo sucedido aquel día lo inundaba de nuevo; pero ahora sentía las caricias de Victoria en la espalda, y se sentía reconfortado.

Jamás sería capaz de olvidar la imagen de sus hijos, el miedo en el corazón. La agonía más absoluta.

Lo único que había amado en el mundo eran sus hijos.

Y sólo ellos lo habían amado.

¿Por qué? ¿Por qué tuvieron que sufrir a causa de sus errores? ¿Por qué tuvo Príapo que torturarlo haciendo que ellos sufrieran?

¿Y cómo pudo permitir Afrodita que todo aquello sucediese? Una cosa era que no le hiciese caso a él, pero dejar que sus hijos murieran…

Por eso fue aquel día a su templo. Había planeado matar a Príapo.

Arrancarle la cabeza de los hombros y clavarla en una lanza.

- ¿Qué ocurrió? — le preguntó Victoria, devolviéndolo al presente.

- Cuando entré en la habitación era demasiado tarde — dijo con la garganta casi cerrada por el dolor —. Nuestros hijos estaban muertos; su propia madre los había asesinado. Penélope se había abierto las muñecas y yacía junto a ellos. Llamé a un médico para que intentara detener la hemorragia — entonces hizo una pausa —. Mientras exhalaba su último aliento, me escupió a la cara.

Victoria

cerró los ojos, consumida por el dolor de Niall. Era peor de lo que había imaginado.

¡Santo Dios! ¿Cómo había sobrevivido?

Había escuchado numerosos relatos de tragedias a lo largo de su vida, pero ninguno podía compararse con lo que Niall había sufrido.

Y lo pasó él solo, sin nadie que lo ayudara. Sin nadie que lo amara.

- Lo siento tanto — susurró ella acariciándole el pecho para consolarlo.

- Aún no puedo creer que estén muertos — murmuró él con la voz rota de dolor —. Me preguntaste qué hacía mientras estaba en el libro. Recordar las caras de mis hijos; de mi hijo y de mi hija. Recordar sus bracitos alrededor de mi cuello. Recordar cómo salían corriendo a mi encuentro cada vez que regresaba a casa, después de una campaña. Y revivir cada uno de los momentos de ese día, deseando haber hecho algo para salvarlos.

Victoria parpadeó para alejar las lágrimas. No era de extrañar que jamás hubiese hablado a nadie de eso.

Niall tomó una profunda bocanada de aire.

- Los dioses ni siquiera me conceden caer en la locura para poder escapar a mis recuerdos. No se me permite semejante alivio.

Después de esas palabras, no volvió a hablar. Se limitó a quedarse inmóvil entre los brazos de Victoria.

Sorprendida por su fortaleza, estuvo sentada tras él durante horas, abrazándolo. No sabía qué más podía hacer.

Por primera vez en años, sus habilidades de psicóloga le fallaron por completo.

Cuando se despertó, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas. Tardó todo un minuto en recordar lo acontecido la noche anterior.

Se sentó en la cama e intentó tocar a Niall, pero estaba sola.

- ¿Niall? — lo llamó.

Nadie contestó.

Echando a un lado el edredón, se levantó y se vistió deprisa.

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