Epílogo (1/3): ❝Érase una vez un corazón❞

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''Si alguna vez amaste a alguien, pon las manos en el aire. 

Si alguna vez necesitaste a alguien, pon las manos en el aire.''


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Siete años después.



—¡Mamá, Gyuri se robó mis dulces otra vez! —solté suavemente al alfa que se arraigaba a mi pecho como si la vida le fuese en ello. Ya había caído dormido y estaba lo suficientemente bien alimentado como para no molestar hasta dos horas más tarde— ¡Mamá, te di- —hice un mohín entre mis labios y ella se silenció, encantada de lo que sus ojos apreciaban. Se aproximó cautelosamente, relamiéndose a medida que observaba a su hermano menor. Este fruncía el ceño con fuerza, sin soltar mi chamarra— ¿Está teniendo una pesadilla? —quiso saber, inquieta. Reí y negué. Sólo estaba enojado por sentir que no estaba cerca de él.



—No. Es su mal hábito haciéndose notar —y era cierto. Hui Dae era increíblemente dócil, Chae Eun no me daba demasiadas molestias..., y después, bueno, después estaba Soobak. Pese al dulce aroma que desprendía, era el más posesivo de los tres. Hui era un omega puro y quizá el más pequeño de la casa; Chae era una omega híbrida de alfa que pese a su segundo género no mostraba un solo indicio de debilidad. De hecho, hasta podría asegurar que su carácter era fuerte y propio de un alfa. A sus dos años ya sabía qué era lo que interesaba y qué no. Mientras Huidae buscaba mi atención en compañía de su hermano mayor, Eun sólo se arrastraba fuera de mis brazos en busca del contacto exterior. Siempre trepaba la cuna como si la vida le fuera en ello y siempre, ¡siempre!, se enojaba una vez era cargada.



Era un tanto..., especial. ¿Quizá independiente? Su habladuría sinsentido lo demostraba. Y su intención por jugar con sus hermanas mayores o, en el peor de los casos, sus hermanos mayores. Era como una niña grande atrapada en el cuerpo de un bebé increíblemente curioso.



Después estaba Hui Dae, que dormía, dormía y seguía durmiendo. Se apegaba a mí en busca de protección paternal y reía naturalmente cuando, al despertar, se encontraba con mi rostro. Si yo no era quien lo atrapaba despierto, rompía en llanto. Sin excepciones.



Finalmente se hallaba Soobak, que haciendo alusión a su nombre, olía tan rico como una sandía. Era la misma fragancia de Gyuri al nacer, pero muchísimo más fuerte y sin desvanecerse con el tiempo. De hecho, podría asegurar que hasta se intensificaba. Nada que no se pudiera esperar de un alfa de casta pura. Aún me sigo preguntando qué rayos tiene que ver el gen dominante de sus abuelos en ellos, pero bueno; no me molestaba.

❛La resiliencia de mi amor❜ 🠔 [KookJin]ܟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora