Capítulo 49

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Al cerrar los ojos todavía veía los destellos de los flashes de las cámaras.

Impactaban en ella una y otra vez, cegándola, obligándola a presionar con más fuerza la uña de su dedo pulgar en el índice, como siempre que se sentía ansiosa. Necesitaba ese pequeño dolor para recordarse que estaba viva, que estaba bien, que el ahogo que estuviese sintiendo en ese momento determinado no era más que una ilusión pasajera, que nunca sería su eternidad. Además, la ayudaba a enfocarse y no salirse de su papel, de permanecer absolutamente centrada mientras las palabras que no había escrito abandonaban sus labios.

Había sido peor que el discurso que le hicieron decir en la gala de bienvenida de «El cerebro de la mariposa», porque allí al menos compartía lo que estaba diciendo, en cierto sentido estaba de acuerdo con las ideas que profesaba. Pero esa vez no, desde luego que no.

La declaración fue escrita por los abogados de la obra, aquellos que ante todo tenían que proteger su producto primordial, además de ella misma, que era el ballet en sí. Había sido diseñada cuidadosamente para surfear por los temas que no debía profundizar por ninguna razón del mundo, mientras al mismo tiempo negaba cualquier implicación en los acontecimientos ocurridos en la noche del 27 de junio, e insistía en su desconocimiento en cualquiera de los aspectos mencionados en el vídeo. Utilizaba términos difíciles de pronunciar junto a adverbios que nadie en su sano juicio uniría a esos verbos, pero le servía para aparentar profesionalismo, o al menos eso le decían desde arriba.

Le habían obligado expresamente a insistir en que no mantenía contacto con el cantante y compositor Luis Cepeda más que el cordial por compartir antiguo grupo de amigos, y a su vez desconocía de si el gallego seguía implicado en la drogadicción como habían afirmado varias revistas de cotilleo a la mañana siguiente del golpe del vídeo por toda internet. Del shock inicial nadie lo había grabado, pero se había esparcido como humo el escándalo de la fiesta de cumpleaños de la bailarina catalana Aitana Ocaña, prediciendo el incendio que estaba a la vuelta de la esquina.

Todavía no le habían terminado de perdonar del todo por haber confesado en televisión nacional que la obra originalmente tenía otro final, pero ahora no tenían piedad. Ella era una pieza fundamental para el funcionamiento de la maquinaria bien aceitada que era la mariposa, sino no había ninguna duda de que la hubieran hecho desaparecer de ella con la misma facilidad que ella misma forzó a la vestuarista Laura Andrés a callar y mudarse lejos de Madrid.

La última vez que habló con ella fue cuando llegó a Nueva York, porque Laura le había preguntado que qué tal había ido el vuelo y cómo se seguía sintiendo por las operaciones. Aitana le había contestado robóticamente que bien, porque era algo que se repetía a sí misma desde que se había subido a ese avión que la había dejado a cientos de kilómetros de distancia de su querida España. Pero enseguida había percibido que la vestuarista no iba a quedar conforme con una respuesta tan escueta, por eso se había apresurado en decirle que por favor no la llamase más.

Inconscientemente la conectaba con lo que había iniciado la pelea fundamental con Luis en la tormenta, y por eso le dolía horrores tratar de mantener cualquier clase de conversación con ella. Laura había entendido, y decidido no presionarla, porque lo menos que necesitaba una chica que acababa de pasar por semejantes traumas eran reproches. Le había hecho bromas sobre cómo iba a cambiarse el nombre para que en el futuro no sintiese tentación de llamarla y reactivar esos recuerdos dañinos en su cerebro, y seguidamente le había deseado una buena vida.

Y Aitana nunca más supo de ella.

La archivó en un pequeño sitio de su cerebro donde nada pasaba, en el mismo lugar donde guardaba todas las sonrisas que le había robado a Luis alguna vez en sus vidas, y había hecho presión hasta olvidarla. Nunca se había sentido preparada para volver a enfrentarla en todos esos años, hasta ahora.

El cerebro de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora