No era un largo camino desde la comisaría hasta el hotel, pero ya entrada la madrugada, sin haber pegado un ojo desde muy temprano en la mañana por los entrenamientos y ensayos, además del cansancio emocional que sostenía en los hombros después de la conversación sumamente esclarecedora que acaba de tener, Aitana estaba completa y totalmente exhausta, prácticamente hecha polvo.
Le pesaban los pies al caminar, pero no se veía preparada como para compartir una conversación banal con algún taxista, así que su único medio de transporte para llegar a su cama eran sus propias piernas, las cuales en ese preciso momento la odiaban; y con razón, si no les había dejado un minuto en paz desde que había abierto los ojos. Pero estaba levemente consciente de que no era solo eso, que tenía más que ver con un peso dentro de ella misma, en el alma, que le enlentecía los pasos.
Se permitió admirar las calles madrileñas nocturnas mientras caminaba, recordando a la perfección la cantidad de veces que había transitado por la Gran Vía cogida de la mano de su novio gallego para fantasear por el Teatro Real, soñando que algún día sería ella la que bailase en ese escenario gran majestuoso. La confirmación de que lo haría no fue hasta que la primera prueba con público de la mariposa salió estupendamente bien, ya por cerrar el contrato definitivo, entonces tuvo un breve período de tiempo en el que no conocía que alguna vez iba a actuar allí, y sus deseos seguían sin completarse.
Una vez alcanzado el Teatro Real poco más quedaba para ella en España, realmente. El reconocimiento de todos, incluidas las propias autoridades de la danza, era más de lo que ella aspiraba a conseguir en su país, era solo lógico que su siguiente paso fuese irse a otros para seguir escalando en la cadena alimenticia del ballet. Lógico, racional, sí. Para nada emocional, sin lugar a dudas.
Pasó frente a él y vio su cara empapelarlo, pero nada se removió dentro de su estómago, ninguna emoción nació en su barriga y escaló hacia su garganta. Apenas reconocía a las chicas de las fotografías, de tan seria que estaba, de tan tensa que tenía apretada la mandíbula para que el gesto fuera estéticamente perfecto. Se sentía como a años luz de distancia de cuando habían tomado esas fotos, aunque no estuviesen ni cerca de serlo.
Volver a presentar su obra allí era un honor, y más que la gente siguiese mostrándose interesada en los progresos después de tantos años aunque ya supiesen el final de la mariposa, pero tomándolo como un clásico y listo. Nadie cuestionaría que en Romeo y Julieta los protagonistas morían, porque era parte del conocimiento popular; al igual que en Titanic, ya era plenamente conocido por todos que Jack se ahogaba en el océano. Pero deleitarse con esos clásicos una y otra vez era lo mismo que impulsaba a la audiencia a comprar entradas para la obra de Aitana.
No jugaba más con el factor sorpresa, pero tenía talento de sobra sobre ese escenario para compensarlo.
Siguió avanzando hasta llegar al hotel, y se alegró de no encontrar prensa en la puerta como todos los días, pero recordó que era la madrugada del domingo y todos tenían derecho a tener un día libre, hasta las personas tan irritantes como esas. O quizás era simplemente porque tenían muy estudiados sus movimientos, y no era una conducta para nada usual de Aitana el volver tan tarde en la noche, y menos sola; debían asumir que en el caso de no estar en el hotel, estaría en un lugar fijo hasta la mañana siguiente.
No había parado desde que fue a la nave industrial en busca de Mimi, lo cual solo contribuía para el cansancio que le albergaba la mente, enlenteciéndole todos los pensamientos e incluso las acciones, como se vio cuando por mera pereza decidió coger el ascensor hasta su habitación en lugar de utilizar las escaleras, lo que sería una elección más acorde a su persona y al momento de bullicio que vivía interno, donde luchaba desesperadamente por poder controlar el poco resquicio de cordura que le quedaba.
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El cerebro de la mariposa
Fanfiction[Aiteda. Universo alternativo] La mariposa monarca tiene un cerebro de apenas del tamaño de la cabeza de un alfiler, pero posee una brújula cuyo referente fijo es el Sol, con un reloj circadiano sumamente exacto basado en un ciclo de veinticuatro ho...