Capítulo 36

4.1K 161 162
                                    

           

Los primeros días sin Belén fueron complicados, por decir algo. Caóticos, para ser más precisos.

Principalmente porque llevaba teniéndola toda la vida arreglándole los compromisos y manejándole las finanzas, y de repente encontrarse a la deriva era cuando menos desesperanzador. Un peso jamás conocido le caía en los hombros, haciéndole replantear una y otra vez si acaso había sido el peor impulso de estupidez de su vida el haberla despedido, dejándose a sí misma sin protección.

Pero cuando volvió al autobús después de hacerlo, se lo comentó entre susurros a Magnolia, y lo primero que hizo fue darle un fuerte abrazo, para luego decirle que estaba muy orgullosa de que por fin se hubiera dado cuenta de que era un paso necesario para dar en su independencia a la adultez. Después de todo, por muy poco madre que fuese con ella no dejaba de serlo, y tenerla persiguiéndola día y noche en su rutina era irritante y hasta algo vergonzoso. Tenerla juzgándole cada paso era de las peores cosas que le habían pasado en la vida, y ya era hora de que le diera la importancia necesaria.

Entre ensayos trató desesperadamente de buscarle un reemplazo, y en ello se fue la mayor parte del tiempo que no pasaba bailando. Sus intentos de maquinar el plan contra el director de la obra se veían frustrados a cada llamada nueva en el móvil de alguna marca de medias que la quería de embajadora, o un nuevo fijador de pelo que afirmaba necesitarla para anunciar el producto desesperadamente.

Pero, sobre todo, bloquear las llamadas de Belén de números descartables estaba volviéndose ya desquiciante.

No solo la había despedido por teléfono, sino que se había negado rotundamente a verle en persona para discutirlo. Apenas puso un pie en el hotel a la vuelta del ensayo aquel día les avisó que Belén Morales ya no formaba parte de su equipo de trabajo, y que no tenía nada que hacer puesta en su cuenta el cargo de la habitación que utilizaba. Sabía que estaba comportándose como la niña más caprichosa del mundo, pero ardía de furia de pensar en Noemí en ruinas viendo el sueño de toda su vida destrozado para siempre mientras que su representante vivía para tocarle los ovarios.

Sabía que tarde o temprano debía encararla en persona, porque pasar por un abogado los papeles de renuncia era bastante bochornoso dada su relación sanguínea, pero no tenía tiempo para eso cuando el hecho de que Clemente siguiera a la cabeza de la mariposa solo le hacía hervir la sangre, y a la Academia Triunfo se le estaban venciendo los días para pagar el alquiler del terreno si es que tenían la intención de volver a abrir alguna vez ese lugar en la vida.

La transferencia en el banco estaba congelada por los cambios de contraseñas, ya que Belén solía tener el total control de sus ingresos, entonces no había tenido oportunidad de sacar el dinero para empezar con las reparaciones de la academia. Así que todo estaba en pausa, su capital, a la vez que Triunfo, que mantenía sus puertas cerradas (o lo que quedaba de ellas) hasta nuevo aviso, a pesar de que Noemí por fin había dado el brazo a torcer y le había mandado el presupuesto inicial a Aitana.

Su técnica había decaído ligeramente los primeros días después de la tormenta, o al menos eso sentía ella. Siempre había sido perfeccionista y muy exigente consigo misma y sus resultados, porque de otra forma no conseguiría la excelencia, entonces sentía la diferencia de esos días en los que no había hecho sus ejercicios después de despertar, o siquiera haber ensayado alguna pieza de la obra. El ángulo de su pierna no era recto, el codo le temblaba al alzarlo. Eran pequeños, minúsculos detalles, que a ella le significaban un mundo.

El ballet era lo primero, tenía que recordárselo. No había llegado hasta allí en su vida, sacrificado todos sus años de adolescencia normal, para echarlo a perder en cuarenta y ocho horas de lluvia.

El cerebro de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora