Capítulo 44

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Mínimo seis personas revoloteaban a su alrededor, pero ella no estaba muy consciente de eso. Por no decir que no estaba consciente de nada.

Llevaba incontables horas en la peluquería, como una estatua, así que los músculos de su cara estaban teniendo un merecido descanso después de haber estado forzando sonrisas todo el santo día. Era un tormento tener que pasar tantas horas allí cuando no podía importarle menos su aspecto personal en esos momentos, pero poder estar en silencio un rato era algo de lo que debía sentirse agradecida.

Tenía puestos los auriculares y la música de la obra sonando en ellos, tratando de rebuscar al menos la mínima posibilidad de encontrar calma en ese día. Las piezas clásica —y no tan clásicas—, que había elegido para que formaran parte de sus coreografías siempre le habían encantado, a pesar de que hacía años que no se los ponía a escuchar con tanta atención. No tenían letra, eran solo instrumentales, porque a ella le gustaba pensar que la letra era el baile y no necesitaba más.

Un par de veces tanteó su última compra en ITunes, el primer disco del compositor gallego Cepeda, pero nunca logró reunir el coraje necesario para darle play, y mucho menos ese día con tal nivel de angustia, ya que sería como revolcarse en su miseria como un cerdo en el barro, y ella no podía permitirse tal nivel de debilidad.

Las manecillas del reloj se movían con una velocidad de vértigo mientras la preparaban, desde los dedos de los pies hasta el último cabello de su cabeza, porque Aitana Ocaña debía estar impecable, era una necesidad imperiosa que tenían para que todo siguiese marchando sobre ruedas, además de una exigencia para la fiesta de tal altura que iba a suceder en la noche. La gala de bienvenida iba a quedarse pequeña en comparación, además de que en esta oportunidad no había que disimular que el centro de celebración era ella y no ningunos refugiados de países tercermundistas que nadie podía recordar al día siguiente.

Su cabello ya estaba perfectamente recortado, sin ninguna punta florecida a la vista en los estudiados bucles que le habían hecho, con ningún pelo fuera de lugar en su flequillo; las uñas estaban cuadradas y pintadas de rosa, además del delicado maquillaje en tonos claros que solo enmarcaba más la piel de porcelana que poseía. La idea, sin lugar a dudas, era que pareciese una princesa, le faltaba una corona de plata para completar el panorama.

Y no le hacía ni puta gracia, sinceramente.

Se sintió ajena en su propia piel cuando le extendieron el vestido elegido para la noche, uno igualmente rosa pastel, sin hombros, con arreglos florales de encaje en toda la parte superior, mientras que la inferior a partir de un lazo en la cintura caía un tul de un tono más claro, hasta el suelo. Ni subida en los tacones blancos que tenía que ponerse dejaba de arrastrar, pero suponía que era la idea.

Aunque le dijesen mil millones de veces que el color y el corte del vestido le favorecía por su figura, Aitana no podía dejar de sentirse incómoda. Porque había pasado fácil el 90% de su vida utilizando ropa sumamente cómoda para poder entrenar, ropa que por más que le quedase ceñida al cuerpo no era de telas tan ásperas como el encaje, ni buscaban tal ideal de pulcritud en el semblante. Por eso se sentía como si estuviese jugando a ser alguien más, una versión más estereotípica de ella misma.

Pero la imagen que le devolvía el espejo era la que, seguramente, aparecería en los diccionarios del cerebro de personas como Clemente al buscar las palabras «bailarina de ballet», como podrían llegar a ser los inversores. Entonces debía hacerlo, resignarse a utilizar ese disfraz, el tiempo que fuera necesario.

Aunque la resentía de toda la vida, le parecía una cruel ironía del destino el tener que fingir estar a gusto cuando se había pasado toda la ESO siendo llamada princesa de pacotilla, y similares, porque estaban convencidos que se creía mejor que los demás por bailar ballet, cuando ella solo le ponía tal énfasis a lo que hacía porque le llenaba de felicidad.

El cerebro de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora