Toqueteó la radio, puso otra estación y esperó lo mejor.
Pero de nada sirvió.
La siguiente canción que sonó dentro del coche también fue una mierda, monotemática y repetitiva, era de la clase de cosas que solía hacer antes de no hacer nada nunca más.
Al final terminó dándole un manotazo y apagando el aparato antes de terminar de enfadarse.
—La radio no tiene la culpa que tu estés de mala hostia —le replicó la voz que conducía, con cierto reproche.
—Perdón —suspiró, echándose hacia atrás en el asiento, estirando un poco más las piernas en el reducido espacio.
—Que va, hombre, es tu coche, pégale todo lo que quieras —dijo ella, encogiéndose de hombros—. Yo solo decía por si te habías olvidado.
—Tampoco estoy tan medicado, Miriam —bufó, removiéndose incómodo.
La gallega apretó las manos en torno al volante para evitar contestarle una pulla, porque no era el momento ni el lugar. Hizo presión hasta que las ganas de chillarle se le pasaron; continuó con la vista clavada en la calle, y por consecuente en los coches que tenían en frente. Pensó en lo poco que extrañaba el tráfico de Madrid, incluso tan a las afueras del centro de la ciudad. Era ridículo.
Nunca le había temblando el pulso a la hora de decirle la verdad, no como a Roi, por eso ahora le costaba más el esfuerzo sobrehumano que hacía para mantenerse en sus cabales mientras discutía con él. O hablaba, de cualquier manera que fuera. Tenía un carácter muy fuerte para todo, y a veces sus formas de decir las cosas no eran las más apropiadas, pero estaba intentando cambiarlo con mucho entusiasmo. O al menos modificarlo de momento.
Él sabía eso. La conocía un montón y a esa altura de su vida había memorizado, por así decirlo, las reacciones que tenía ella cuando él decía una estupidez monumental, como le evitaba la mirada y respiraba por la nariz a grandes pulmonadas. Nunca lo había visto tanto como los últimos días, también; pero por eso mismo lo agradecía. Se había tomado muy a pecho lo de ser uno de sus contactos de emergencia.
Ella era la segunda, el primero era, indudablemente, Roi. Pocas veces habían tenido que recurrir al segundo, ya que más o menos el gallego menor siempre estaba a la vuelta de la esquina, esperándole si metía la pata y listo para salir al rescate, cosa que Miriam no podía decir tan así. Ella tenía giras y compromisos inmovibles a los que asistir; hoy podía estar en Madrid pero mañana volar a Mallorca. Era nómade por profesión y cantante por pasión. Era muchas cosas que no lograba identificar todas juntas, pero ser sedentaria no era una de ellas.
En el fondo parte del empeño que ella le ponía ahora al tema era porque sabía que tarde o temprano debería irse, que si bien había conseguido aplazar algunas cosas y mover compromisos para seguir grabando el nuevo disco en la capital y aminorar al paso del resto de su agenda, era cuestión de tiempo para tener que volver al ruedo. Y de verdad. Para volver a los escenarios a actuar, lejos, o cerca, pero no podía asegurarlo.
Justo ahora que sentía pánico de alejarse mucho de él. Quería que encontrase en ella un apoyo importante en su recuperación, pero al mismo tiempo sabía que era caminar sobre un lago congelado, porque faltaba poco para que la capa de hielo cediese y se rompiese, dejándole caer en el agua helada debajo, solo.
Y ella no quería que él volviese a sentirse solo.
Tan solo como cuando la llamó hacía unos días atrás, en pleno ataque de pánico, pidiéndole que por favor le hablase, de cualquier cosa, pero que le hablase. Miriam tuvo que salir corriendo de la cena con Pablo, golpeándose con el calor abrazador del verano madrileño nocturno que le invitaba a todo menos a la calma. Y el pecho le subía y bajaba con irregularidad, porque el tono de voz de Luis del otro lado de la línea era agitado y entrecortado, como si le hiciese daño respirar.
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El cerebro de la mariposa
Fanfic[Aiteda. Universo alternativo] La mariposa monarca tiene un cerebro de apenas del tamaño de la cabeza de un alfiler, pero posee una brújula cuyo referente fijo es el Sol, con un reloj circadiano sumamente exacto basado en un ciclo de veinticuatro ho...