1.LEOCH pt 1

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Ellen cerró de golpe su libro de poesía al escuchar el estrépito de la puerta de su habitación al golpear contra el muro, levantó la mirada del paisaje que divisaba desde su ventana y siguió sentada en el banco forrado de terciopelo, tan solo era su amiga Mairi MacRannoch, quien se dirigía a ella con la cara roja de entusiasmo y a causa de lo apretado del corsé durante su carrera hasta su habitación.

-¿No es hermoso, Ellen? Me lo ha regalado Blair, dice que perteneció a su madre y que quiere que pertenezca a su esposa. –Mairi suspiró teatralmente y sostuvo a la altura de sus ojos un horroroso collar de rubíes y zafiros, pasado de moda e incongruente, para dejarlo caer de nuevo entre sus pequeños pechos, aun mas aplastados por el corsé azul. Mairi era pequeña y delgada, de cabello negro como ala de cuervo, bellamente ondulado y ojos azules, como los de Ellen, pero de un tono mas oscuro y algo mas pequeños, los ojos de Ellen eran enormes lagos de un azul, casi gris, rodeados de espesas pestañas negras, que, junto con sus carnosos labios rojos y su nariz larga y recta, eran lo mas destacable de su cara. Ellen Caitriona Sileas MacKenzie era alta, la mujer mas alta de la región con su casi metro ochenta de estatura, podía mirar literalmente por encima del hombro a muchos de los hombres del lugar. Delgada, de huesos fuertes, rasgos delicados y bellísimos, que hacían que una corte interminable de admiradores se tirasen literalmente a sus pies. Su cabeza estaba coronada por la mas hermosa cabellera del condado: pesados rizos de un rojo brillante que caían en cascada hasta la cintura y que ella ataba con una cinta o un pasador de cuero, con descuido. El arreglo de su persona nunca le había interesado, ni se daba cuenta de que su belleza atrajese todas las miradas masculinas en kilómetros a la redonda. Tampoco se había fijado en lo que realzaba su figura el vestido amarillo estampado con cardos, de pechera baja, "a la modé", verde musgo que aquella mañana le había ayudado a ponerse Jewel, su doncella personal. A ella le interesaban cosas como la poesía, las novelas francesas que su tío Malcom le hacía llegar con regularidad desde París, los clásicos griegos y latinos que robaba subrepticiamente de la que había sido la biblioteca de su padre y que ahora pertenecía al señor del castillo, su hermano varón mayor, Colum; montar a caballo, cazar, tirar con pistola e incluso batirse en duelo en el enorme salón del castillo con su otro hermano, Dougal, cosa que ponía de los nervios a Colum, pues no las consideraba cosas dignas de una dama de su alcurnia. No entendía como su padre se había empeñado en educarla como si fuese un hombre, dándole una espada en vez de una aguja de coser y un libro en vez de un bastidor para bordar, como correspondía a una mujer. Dougal se limitaba a reírse y le decía a su hermano que le permitiese disfrutar un poco antes de casarse. Aunque sabía que ambos la adoraban, también sabía que era una carga para ellos, a pesar de su abundante dote, ahora que su padre había muerto. Puesto que su hermana Jocasta Bride, había sido casada con un Cameron, eran tantos que no conseguía nunca recordar su nombre, a la tierna edad de quince años, el año anterior, el glorioso y devastador año de Nuestro Señor de 1715. Su otra hermana Janet Sorcha ya había partido también feliz del castillo, casada a sus diecisiete años, apenas un mes antes de fallecer su padre. También guardaba esa pena en su corazón, puesto que Janet acababa de fallecer de parto y en el fondo se sentía tremendamente sola. La visita de Mairi había sido un bálsamo para su corazón, aunque hubiera venido para casarse y partir lejos, a las tierras de los Fraser, donde quizá, nunca volvería a verla.

Ella siempre fue la favorita de Jacob Alexander Sileas MacKenzie, señor de Leoch, hasta su muerte, el año anterior, en la batalla de Sheriffmuir, donde combatió con su hijo pequeño, Dougal, apoyando la causa jacobita, como casi todos los clanes escoceses. Desde entonces, sus hermanos le estaban buscando marido, a pesar de sus insistentes réplicas en que ella no deseaba casarse. Simplemente la ignoraban y decían que llevaba mas tiempo de lo razonable para una mujer de su posición, siendo soltera y tampoco había motivo para ello, puesto que su padre había fallecido y no tenía a nadie a quien cuidar. Además a su edad ya era virtualmente una solterona, así que tendría que agradecer su suerte por encontrar marido en vez de marchitarse sola entre los muros de Leoch. Eso solía decírselo su cuñada Letitia, la hermosa esposa de Collum, una Chisholm extremadamente bella, de porte regio y llamativa cabellera roja, como la suya, orgullosa y ambiciosa a partes iguales, que había accedido a casarse con su hermano mayor, solamente por el placer que le daba saberse la castellana de Leoch.
















LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora