19. HERMANOS pt. 7

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-Se ha vuelto peligrosa, hermano. –expuso sencillamente Dougal, cruzando los brazos, sobre su poderoso pecho, aun desnudo. Colum asintió con la cabeza, con una mirada de pesar, mientras Letitia mantenía un prudente silencio.

-No puedo fiarme de ella, Dougal. –la amargura y la pena teñían la voz de Colum. –No puedo dejar que le diga a nadie lo que está pasando aquí y menos ahora, que está a punto de celebrarse el Gathering.-volvió a mirar a su hermano. –Habrá que eliminarla con discreción. Que parezca un accidente, hermano. –su voz se quebró. Después de todo, acababa de ordenar la muerte de su hermana mayor, la que había sido una segunda madre para el durante casi toda su vida.

-Yo puedo ocuparme con discreción, si quieres. –ofreció Letitia, terminando de cepillarse el cabello con uno de los cepillos del tocador frente al que estaba sentada. Empezó a trenzarse el pelo con total naturalidad. –Mañana puedo darle una copa envenenada durante el banquete de bodas. Un desafortunado accidente...

-Demasiado obvio, Letitia. –replicó Colum. Se volvió hacia su hermano. –Vigilala y a la primera ocasión, a poder ser, fuera del castillo, en el bosque o en el prado... -volvió a temblarle la voz. –deshazte de ella, haciendo que parezca un accidente. No podemos correr el riesgo de que el futuro heredero de Leoch sea puesto en duda incluso antes de su concepción. –Dougal asintió con la cabeza, también con los ojos nublados, al fin y al cabo también era su hermana y la adoraba. Colum se puso en pie y tras una ligera inclinación de cabeza como despedida, salió de la habitación. Dando por zanjado el asunto.

Ellen entró en tromba en su dormitorio, pasando como una exhalación por su pequeño gabinete y arrojándose llorando contra la cama. Brian, que la esperaba sentado en uno de los bancos que había junto al hogar. Sus desgarradores sollozos lo conmovieron hasta los huesos y dejó el ejemplar de poemas escogídos de Cátulo que había encontrado sobre el otro banco y estaba ojeando, mientras esperaba a Ellen. Se puso en pie y trepó a la cama él también, agarrando a la muchacha por los hombros y obligándola a descansar su cabeza contra su pecho. Ellen se agarró convulsivamente a él, abrazándolo como si en ello le fuera la vida. Brian le correspondió de igual manera, manteniendo el silencio hasta que los sollozos se convirtieron en hipidos y luego en un entrecortado silencio. Ellen alzó la cabeza para mirarle directamente, con sus bellos ojos de acero, abotargados por el llanto.

-Brian... -empezó, pero le falló la voz. El simplemente se limitó a sostenerla entre sus brazos y a esperar en silencio, sin dejar de mirarla con sus ojos muy oscuros y muy abiertos. –Brian... ¡llévame lejos de aquí, por favor!¡Ya no reconozco mi vida en Leoch!¡Y tampoco reconozco a mis hermanos, que son lo que mas quiero en el mundo! –volvió a hundirse en el llanto, apoyando la cabeza sobre su hombro. Brian le alisó los cabellos, susurrándole incoherencias en gaélico como si fuese una niña pequeña. Cuando se hubo tranquilizado otra vez, se permitió el lujo de una pregunta.

-¿Por qué no reconoces tu vida en Leoch, ni a tus hermanos? Dime... -susurró apretando su mano contra su hombro cálido y firme, sosteniéndola de nuevo.

Ella suspiró y volvió a mirarlo. –Dougal se está acostando con Letitia, la mujer de Colum, con el consentimiento de mi otro hermano. –expresó sencillamente, mientras las lágrimas volvían a surcar su rostro sin que ella se diera cuenta. Brian había conocido al Laird de Leoch, a su esposa y su hermano y Jefe de Guerra, el mismo día que llegó con la comitiva de su padre. El mismo día que la conoció a ella, pero no les prestó mucha atención. Solo tenía ojos para Ellen, aunque no pudo evitar detectar la extraña forma de las piernas del Laird, pero no hizo ningún comentario. Era demasiado educado como para hacerlo. Mirándolo de nuevo a los ojos, ella suspiró y continuó su relato–Colum es impotente. No puede tener hijos a causa de sus heridas. –explicó la historia de su hermano, como se cayó del caballo y ella lo cuidó durante años. –Así que le pidió a Dougal que ocupase su lugar en el lecho de Letitia, pues ya había conseguido hacer tres hijas a su esposa, lo cual demostraba su virilidad. Nadie sabría jamás, que el heredero de Leoch, no era en realidad hijo del Laird y de paso se mantendría la pureza de la sangre, pues sería hijo de un MacKenzie de Leoch, de todas formas.

Ahora le llegó a Brian el turno de suspirar. Que gente mas calculadora. Casi superaban en astucia a su padre y a los castellanos de Beaufort. Ella se movió un poco entre sus brazos, buscando una posición mas comoda, antes de seguir. –Cuando iba a devolverle la daga a Dougal. Creía que estaría en el despacho de Colum, esperándome los dos, escuché risas y jadeos justo al lado de la habitación de Letitia y los ví. Vi como la alzaba en sus brazos sin dejar de besarla y los vi entrar en la habitación.-volvió a mirarlo con ojos llorosos. –No lo pensé y lancé la daga antes de que la puerta se cerrara por completo y salí corriendo hacia ella desde el otro lado del corredor. –un súbito silbido la hizo callar un momento. Era una distancia impresionante para realizar aquella proeza. Ellen hizo un inciso en su historia para explicarle a Brian. –He prácticado con mi padre y mis hermanos el tiro con daga, arco y pistola desde que pude sostener una con las manos. Creeme, puedo acertar una manzana a una distancia mucho mayor. –él se limito a abrir mucho los ojos con admiración y continuó mirándola en silencio, ciñéndola mas en sus brazos. Ella volvió a su relato original. –Cuando entré, estaban terminando. Les pregunté que si estaban disfrutando y Dougal saltó de encima de ella, buscando la daga, que estaba en el suelo, junto a la puerta que yo había abierto de par en par sin darme cuenta. Empezamos a pelear, le recriminé que fuese un bastardo infiel, cuando su esposa y sus hijas estaban a pocas habitaciones de distancia. Letitia callaba, pero sonreía maliciosa y satisfecha, así que amenacé con decírselo a su esposo. Ella se limitó a sonreir enigmáticamente. Entonces le recriminé a ella su actitud y en ese momento... -se estremeció al recordarlo. –apareció Colum, preguntando que pasaba, con la daga de Dougal en la mano. Por un momento, pensé que iba a clavársela en el corazón, pero cual fue mi sorpresa cuando se limitó a entregársela, mientras su esposa se trenzaba tranquilamente el cabello, sentada en la cama. –se detuvo a respirar. –Me dijo que sabía de aquella aventura, que de hecho había sido idea suya y que su hermano, fiel a su Laird, le estaba ayudando a conseguir un heredero.

-Me quedé boquiabierta ante la noticia y entonces, no se me ocurrió otra cosa que decir, que anunciaría su plan a todo el castillo. Dougal trató de impedirme salir de la habitación, pero Colum, se echó hacia un lado y me dejó pasar, agarrándome del brazo, para susurrarme que si decía una sola palabra, me mataría. –volvió a estremecerse. –Y me dejó marchar. Y... y vine directamente hacia aquí. Yo... yo ni siquiera recordaba que me estabas esperando. Lo siento.

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora