-Esa zorra MacKenzie tiene que ser eliminada como sea, Morwan. –ordenó Lord Lovat a su hijo y mano derecha, mientras se examinaba el oscuro moretón que se extendía desde uno de sus testículos por toda su cadera izquierda, a pesar de que el incidente había ocurrido el día anterior. –Sabe lo de Mairi y no podemos permitir que se entrometa en los asuntos de la familia. Además, ha intentado matarme. –Fraser se acomodó y cerró de nuevo los calzones antes de mirar a su hijo. –Hay que reconocer que esa gatita roja los tiene bien puestos...
-¿Le corto el cuello, padre? –replicó ausentemente Morwan, mientras se limpiaba las uñas con la punta de su daga. Lovat se volvió hacia su hijo y le dio un pescozón que envió la daga al suelo, seguida de un hilillo de sangre de la yema de los dedos del hombre. Pero Morwan no dijo nada, se agachó para recoger el arma y simplemente se quedó en silencio, esperando instrucciones de su Señor. Simon suspiró ante las pocas luces de su segundo hijo varón. Morwan tenía algo mas de inteligencia q Blair, pero seguía siendo muy, muy cortito. Lo había elegido como Jefe de Guerra por su crueldad, mas que por su astucia. Su edad le había hecho tomar aquella decisión muy a su pesar. Ya no podía llevarlo todo con mano de hierro, como lo había hecho antes. Pero lo que de verdad le hubiese gustado era poder darle ese puesto a Brian, el sí que era un verdadero Zorro de Lovat. Pero era impensable dar el cargo de Jefe de Guerra a un bastardo, aunque fuera reconocido, así que tuvo que conformarse con hacerlo uno de los hombres de armas del castillo. Su misión era ser el cerebro de Morwan en la batalla y vigilarlo para que no se pasase de la raya, dentro o fuera del castillo. Ya habían tenido que enterrar a tres criadas, literalmente reventadas por aquel hombretón grande y fornido como una montaña. Su mujer estaba aterrorizada ante su mera presencia y Lovat no quería pensar en lo que sería tener que soportar la verga de su hijo entre sus piernas. Pero Robena era fuerte, eso si se lo admiraba a aquella mujer, además de su hermoso cuerpo. Era una superviviente en un mundo de hombres. Al pensar en ella, de repente tuvo una idea.
-Hay que ser sutiles, zopenco... -miró como Morwan se limpiaba la sangre de sus dedos en el kilt. –Utilicemos un remedio de mujeres... Veneno. –sonrió, anticipándose a la visión de Ellen Mackenzie ahogándose en sus propios espumarajos. –Y para ello, que sea una mujer quien lo suministre... Robena.
Morwan alzó la cabeza con interesada curiosidad, abriendo la boca ante la observación de su padre. Sabía que su mujer haría lo que él le mandase sin rechistar. Sabía hasta donde podía ir su ira. Ya la había hecho abortar una vez de una patada, por llevarle la contraria. Robena colaboraría o... moriría. Así de simple. –Me ocuparé de que mi esposa haga lo que quieres. –sonrió maliciosamente. –Sabes que no se atreverá a desobedecerme.
Lovat asintió con la cabeza y sacó un minúsculo botecito con un polvo blanco en su interior, de uno de los bolsillos interiores de su casaca. Se lo tendió a su hijo. –Cianuro. Que Robena se lo eché en la copa a Ellen y se marche. Pero que se asegure que ella lo bebe. Morirá en cinco minutos, ahogándose en sus propios espumarajos y en su propio vómito. –aunque trató de mantenerse serio, una diminuta sonrisa, como un tajo en su famélico rostro, hizo que Morwan viese los amarillentos y gastados dientes de su padre. Tomó el frasco y lo guardó en su propia levita. Esperó unos segundos y viendo que Lovat no le ordenaba nada mas, hizo una muda reverencia y se marchó de la habitación de su padre.
Aquella mañana Ellen se había despertado completa y absolutamente dolorida, pero fiel a su costumbre, se bañó en la pileta, diseñada por ella misma, que subía agua caliente por unos tubos especiales, desde las cocinas, hasta su habitación. Lo había copiado de un tratado de albañilería romano que encontró en la biblioteca de su padre y aunque le daba pena el pobre borriquillo que tenía que dar vueltas sobre la noria en el patio, se sintió más que agradecida por el alivio que aquel baño le proporcionó a su maltrecho cuerpo.
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LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
FanfictionEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...