39. NOCHE DE BODAS pt. 4

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Así fue, justo cuando el sol se escondía tras el horizonte y Ellen despertaba de un sueño reparador, atada a "Rionnag". Se detuvieron y el la desató, para no levantar sospechas. Sabía que se encontraban cerca de la guarnición de los "Red Coats" (casacas rojas, ejército británico de ocupación en Escocia en aquella época, después de la batalla de Sheriffmuir el año anterior) En el pequeño pueblo de Brockton. Ambos cabalgaron hacia la posada del pueblo, con un nudo en el estómago, pensando en que si los descubrían, no volverían vivos, ni a Leoch, ni a Beaufort. Sino que tal vez terminasen en la Torre de Londres como botín de guerra, a pesar de no haber cometido delito alguno.

Entraron en la posada, tratando de llamar la atención lo menos posible, después de dejar sus caballos a cargo de un mozo de cuadra. A Brian se le partía el alma el tener que dejar que Ellen llevase toda la carga de las alforjas, sacos, hatillos y demás, que llevaban consigo, pero ella le dedicó una sonrisa torcida, como la que tendría el adolescente que parecía y lo dejó todo temporalmente en un banco, sobre el que se sentó, mientras él alquilaba una habitación para ambos. El posadero los miró raro, pero la posada estaba llena de "Red Coats". Por lo bajo y en "gaidhlich", el hombre le dijo a Brian que no quería problemas con sodomitas, mirando por encima del mostrador a una polvorienta Ellen, que parecía un muchacho bello, mas que una mujer. Brian le susurró que se metiera en sus asuntos, que no se fiaba de los soldados y por eso quería que su escudero durmiera con sus pertenencias en su misma habitación. Con un gesto lascivamente despreciativo, el hombre descolgó una llave, que entregó a Brian, tras un pago adicional, que le pareció abusivo, pero que no tuvo más remedio que pagar. A cambio de aquel abuso, pidió que subieran una tina con suficiente agua caliente para poder asearse y una abundante cena caliente con dos enormes jarras de cerveza y otras dos, no menos generosas botellas de whisky. Tuvieron que esperar un rato, mientras saboreaban una vigorizante jarra de cerveza, nerviosos por las miradas distraidas de los soldados, mientras preparaban su habitación.

Ellen se vio obligada a subir toda la carga por las escaleras, como correspondía a su cargo. Brian no la miraba, como se suponía que debía hacer, pero ella vio como sus manos estaban convertidas en dos puños lívidos, un apretando tanto la llave que se le clavaba en la carne sin que él se diese cuenta, por la impotencia de no poder llevar él aquella carga. Pero ella era fuerte. Era hermosa. Era valiente y llevaría piedras ardientes si así fuera necesario. Brian abrió la puerta con la renqueante llave y la dejó pasar hasta el fondo, donde sin miramientos, tiró alforjas y sacos en un rincón. Contenta de liberarse por fin de aquel peso. Su marido cerró por dentro con un "clic". Tal y como había ordenado; la cena caliente esperaba y la tina también. Ellen dio un pequeño grito al ver la enorme bañera, la marmita de burbujeante agua y unos cuantos calderos de agua fría para enfriar el ardiente líquido. Pero el hambre la pudo y se sentó a la mesa, con Brian. Quitándose el tricornio y la levita, de igual forma que hizo él con su sombrero y su propia levita e inspeccionando con curiosidad la habitación.

Para ser una posada, estaba limpia y cuidada. Hermosas ventanas de cristales plomados adornaban dos, de las cuatro paredes y en un rincón, una amplia cama de sábanas y mantas limpias, o eso parecían. Nunca te podías fiar de las chinches y pulgas de las posadas; la estaba prácticamente llamando, bajo un extraño dosel de cortinas blancas, recogidas en las mismas vigas redondeadas del techo, como si de un nido etéreo se tratase. Totalmente acogedora. Cuando iba a llevarse el primer bocado a la boca, se le cayó de la mano, al cambiar ante ella la habitación, apenas: las cortinas blancas habían engrisado por el paso de los años y el uso. Las vigas de color claro tenían un color gris también. El flamante tocador, tenía el espejo desportillado y vio un bellísimo rostro de ojos color whisky y piel blanca e inmaculada, mirándose en el, mientras retiraba las horquillas de su cabello castaño oscuro, con manos temblorosas, bajo la mirada de un joven de pelo tan rojo como el suyo, ojos triangulares como los de Brian, pero del mismo color gris azulado que ella. Era alto, muy alto, pasaba el metro noventa con holgura. También la joven del tocador era alta y muy muy hermosa. El muchacho la miraba con adoración, mientras ella le devolvía la mirada con una mezcla de miedo y esperanza... De repente la visión cambió y los vió a ambos, sobre el banco que había cerca del fuego. Ambos estaban desnudos y eran perfectamente hermosos. Ella llevaba un collar de perlas sobre sus pechos, que, aunque Ellen no había visto nunca, le resultaba extrañamente familiar. Estaban haciendo el amor y ella supo que también era su noche de bodas, como supo que aquel muchacho era su hijo. No podía ser de otra manera con los ojos de gato de Brian y su color de ojos y cabello, además de su corpulencia. Sonrió ante un sorprendido Brian, al ver lo hermoso que iba a ser su hijo... vio como ella lo besaba con ternura infinita y el besaba sus pechos, entre las perlas. Ella tomaba el tartán Fraser de caza, mucho menos vistoso que el formal y con mimo exquisito envolvía la espalda de su hijo, sacudiendo sus indomables rizos oscuros, sin dejar de mirarlo y sonreir. Volvieron a besarse mientras ella se sentaba sobre él, encajándose y empezando a gemir suavemente...

Una súbita sacudida, la devolvió a la realidad. Era Brian, totalmente preocupado. Ella sonrió y las lágrimas empezaron a acudir a su rostro. Lágrimas de alegría al saber que su futuro hijo encontraría un amor tan grande y valiente como el de ellos. Se abrazó a Brian, angustiándolo aún mas. lo miró a los ojos y decidió contarle todo sobre sus sueños y visiones. Aunque la dejase plantada en aquella posada llena de "Red Coats" o la internase, haciéndola pasar por loca. Pero tenía que decirle lo que acababa de ver. Su corazón le decía que, pasase lo que pasase, debía saberlo...

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora