6.UNA MIRADA SILENCIOSA pt 3

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-¡Suéltala! –Lord Lovat volvió la cabeza para encontrar a su hijo Brian justo tras él. Su alta y fornida figura vestida de negro le sacaba por lo menos cinco centímetros y eso que el viejo era alto y delgado como un junco. Sonrió maliciosamente.

-Y si no lo hago, ¿qué harás, desgraciado bastardo? –no obstante, relajó la presión hasta que Ellen pudo poner de nuevo los pies en el suelo y el aire pudo volver dolorosamente a sus pulmones. Había sacado la mano de su falda para ponerla en el pomo de su espada. Preparado. Ellen miraba muda la escena que se desarrollaba entre padre e hijo, sin poder hacer nada.

Brian cerró los ojos de una forma muy parecida a la de su padre, convirtiéndolos en dos oscuras rendijas, pero los suyos no eran malévolos, sino calculadores, como los de una pantera que va a lanzarse al ataque. –Si no la sueltas ahora mismo, tendré que estrellarte este taburete en la cabeza. –ambos miraron al unísono la mano de Brian, que sujetaba un maltrecho taburete de los muchos que había en las esquinas de los pasillos del castillo. –No creo que nuestros anfitriones se tomasen muy bien un duelo a espada delante de su hermana. ¿No crees?

Lovat soltó a Ellen, quien cayó indecorosamente al suelo, agarrándose el cuello con las manos, buscando desesperadamente aire y se marchó sin mas, lentamente por el corredor, dejándola en la compañía de su hijo. Brian la ayudó a levantarse y recogió sus armas, que le tendió galantemente sin hacer comentarios. Ella las recogió y las abrazó contra su pecho con un movimiento de agradecimiento de su cabeza, que lo único que consiguió, fue marearla aun mas. Al ver el penoso estado en el que estaba, él la alzó en sus brazos y cruzó corredores y pasillos hasta llegar a la habitación de la joven. Ellen la abrió con la llave que colgaba de su escarcela y ambos entraron en ella. Brian la depositó en la cama en silencio y procedió a inspeccionar sus heridas.

-¿Estás loca, lassie?¿Cómo te atreves a arremeter contra mi padre armada solo con una daga? –gritó Brian, mientras ella se volvía a meter la sgian dubh en la bota. Se acercó a ella y comenzó a palparle la cabeza hasta encontrar un chichón considerable en el nacimiento del pelo, producto de su encontronazo con el muro, ella dio un respingo de dolor, antes de mirarlo, iracunda.

-Lassie. ¿Lassie? ¿Cómo te atreves a llamarme lassie? –lo miró con soberbia altanería a pesar de que su voz apenas era un susurro rasposo. -¿Acaso no sabes quién soy?

Brian la miró extasiado: absolutamente bella, con las mejillas arreboladas por la furia y los ojos echando fuego, los labios muy rojos, casi lo invitaban a besarla y tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no hacerlo. Él no era su padre, nunca lo había sido. Ellen Mackenzie era eso, fuego, puro fuego para él, desde la primera vez que la vio, cuando llegó a Leoch un mes antes. En ese momento, a pesar de su altenería, la deseó, la deseó como no había deseado a ninguna mujer en su vida. Deseó tenerla bajo él, tenerla sobre él, tenerla a su lado, tomar su mano y besarla hasta el fin de los tiempos. Se puso en pie y se encaminó hacia el aguamanil, antes de que ella adivinara el bulto sospechoso que se estaba formando bajo su kilt y que afortunadamente tapaba su sporran. Cuando pudo volver a hablar, de espaldas a ella, su voz sonó estrangulada, pero fuerte.

*Lass es muchacha en escocés y lassie significa muchachita en el mismo argot. N de la A.

* sporran: especie de bolso de piel de tejón que llevan los escoceses en su indumentaria tradicional, en el cinturón, colgando de la cintura, sobre el kilt (clásica falda escocesa).


- Sé perfectamente quien sois, Milady. –tomó la jarra de agua helada y la volcó entera en la jofaina, antes de empapar en ella una toalla, estrujarla con violencia y volverse otra vez hacia Ellen. –Sois la hermana del señor del castillo, Ellen MacKenzie. Creo que fuimos formalmente presentados el día en que llegué, pero vuelvo a hacerlo. Un caballero nunca debe perder sus buenas maneras. –se volvió hacia ella. -Brian Fraser, señora, para servirla... -la miró con tal poder en su mirada que ella boqueó, mientras se inclinaba en una galante reverencia. Se acercó y tomó la masa de rizos rojos para alzarlos sobre la cabeza de Ellen, al tiempo que colocaba la toalla helada sobre su cuello. –¿Podéis sujetar vuestra cabellera, por favor? Odiaría que se mojase...

Ellen señaló un cajoncito de su mesita de noche, donde guardaba sus cintas y horquillas. Brian, la dejó momentáneamente al cuidado de su cabello y su cuello y simplemente sacó el cajón de la mesita para presentárselo a su lado, sobre la cama. Ellen soltó la toalla, que rápidamente atrapó él, antes que cayera y empapara su vestido y la sujetó gentilmente contra su dolorido cuello, hasta que ella acomodó sus rizos en un descuidado moño en lo alto de su cabeza. Brian perdió la poca respiración que le quedaba al mirarla.

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora