40. NOCHE DE BODAS pt. 5

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-¿Qué te ocurre "Mo nighean dhearg"?( Mi niña roja) –suspiró Brian preocupado al ver llorar así a su esposa, como en trance. –"Babe" (Nena), ¿qué te ocurre? –ella se fue recuperando poco a poco y miró a Brian un largo rato, mientras él secaba suavemente sus lágrimas con la servilleta y la acunaba entre sus brazos como si fuese un bebé. Esperando con paciencia. Ella se zafó de entre sus brazos y comenzó a caminar por la habitación, totalmente alterada, estrujando entre sus manos nerviosas, la servilleta.

-No me vas a creer, Brian... -"Mejor ir al grano, ¿para que dar rodeos si de todas formas vas a terminar en un convento o un hospicio?" Pensó –Pero acabo de ver a nuestro hijo en esta misma habitación. –la copa de vino de Brian resbaló de sus dedos y cayó al suelo, haciéndose añicos por la sorpresa. Entonces Ellen se lo explicó todo. Sus visiones, sus sueños premonitorios. Y como acababa de ver la noche de bodas de su hijo... una voz dentro de su interior le dio un nombre, dejándola aún mas blanca. Su hijo Jaimie...

-¿Jaimie?¿James? –frunció el ceño Brian, intentando dilucidar si su esposa era una demente, una bruja o si todo lo que decía, simplemente era la verdad. El hermano de su madre se llamaba James, después de todo. Decidió, debido a los nervios de Ellen, aplicar el principio de la navaja de Occam:"Si eliminas lo imposible lo que queda, por improbable que parezca será la verdad". Así que fue en su búsqueda y la sentó en su regazo, dándole de comer casi en la boca, como a los pajaritos, mientras ella trataba de recuperarse. Compartiendo ambos la abundante cena. Utilizó otra de las servilletas, para limpiar los restos de vino y cristal de la copa rota, pues ambos estaban descalzos y se podían herir. Poco a poco fue volviendo el color al rostro de Ellen y en un determinado momento, al mirarla él, simplemente, la creyó. No era ciencia, era fe... Creía lo que su esposa decía. Había visto a su hijo, un hombre tan alto, fornido y musculoso como él mismo, con sus mismos ojos triangulares, pero con los bellos rasgos de su madre y su mismo cabello rojo, en aquella habitación. La había descrito con una minuciosidad tal, incluyendo cosas que no había tenido tiempo de observar aún. Había descrito el pequeño baúl escondido bajo la cama y por donde se ponía y salía el sol a través de las ventanas. Que contenían los cajones del tocador y de la cómoda, antes de haber acomodado sus cosas. Tenía que creerla. Y así se lo dijo. –Te creo Ellen. Tal vez eres una "Seelie" que ha decidido abandonar su bosque y ver mundo. Si dices que es nuestro hijo en su noche te bodas, yo te creo. –sonrió torcidamente y el gesto hizo que el estómago de ella diera un vuelco y el vino que acababa de tomar, casi saliera vaporizado. -¿Qué pasa ahora?.

-Ese gesto, esa sonrisa torcida. El sonríe así. Y alza así la ceja con incredulidad, como tu ahora. Y... y... sonríe en sueños como yo... lo he visto Brian... nuestro hijo... -Brian, un poco harto del tema, estuvo a punto de replicarle, que para tener un hijo, primero había que hacerlo. Pero ella, cayendo en la cuenta de que realmente la creía; se arrojó a sus brazos. Besándolo con tal pasión que por poco se caen los dos de la silla.-" Mo bhòidhchead milis". "Mo sheelie àlainn"(Mi dulce belleza, mi bella "Seelie"). Creía que eras una novata en asuntos del corazón, Ellen MacKenzie, altiva e intocable Señora de Leoch... -se burló el, tratando de aligerar el momento. Mientras la levantaba de encima, la tomaba de la mano y se la llevaba, sin que ella casi se diera cuenta, de nuevo a la cama, donde volvió a sentarla sobre su regazo.

- Para empezar... -sonrió ella, pasando las yemas de sus dedos por los labios masculinos- la Señora del Castillo es Letitia, no yo y para terminar. Nunca he dicho que no tenga ciertas... "nociones" en el terreno amoroso. –lo certificó con un beso que dejó a Brian boqueando. –Solamente, que nadie se ha ido de rositas después de robarme un beso, solo tú. –él estuvo a punto de replicar que jamás le había robado un beso, pero no era técnicamente cierto, en los labios no, pero si en otras partes del cuerpo. Ella empezó a frotar su trasero contra su cada vez mas duro bulto bajo ella, sonriendo. –Lo usual, cuando algún atrevido conseguía robarme un beso, algo nada habitual, es que terminase rodando por el suelo, caído de una patada al taburete y con un rodillazo, agarre, codazo o cualquier otra medida eficaz aplicada a sus pelotas, llorando y gimoteando como un chiquillo... -seguían sentados en la cama, de ahí el procaz jugueteo de Ellen en el regazo de su marido, pero quedó olvidado durante unos minutos, mientras ambos se revolcaban literalmente de risa en la enorme cama, bajo el blanco dosel cosido a las vigas de madera. Una vez pasada la hilaridad y secándose las lágrimas con las mangas de las camisas. Ambos se miraron y una súbita corriente de tensión sexual, corrió por toda la habitación.

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora