Cuando llegó al salón principal del castillo, se quedó parada en la puerta, sorprendida y obnubilada. Parecía una escena de un cuento tradicional escocés. Todo el salón bullía de gente, los colores de los tartanes de los diferentes clanes se mezclaban en los kilts de los hombres y los vestidos de las mujeres. Las enormes lámparas estaban todas encendidas, con velas nuevas y los fanales de las paredes y las antorchas, daban un aire festivo, envolviendo el aire de un aceitado olor a cera de abeja y resina de pino, que atenuaba en parte el olor a humanidad de la multitud. Se abrió paso hasta donde el rojo formal del tartán Fraser era mas abundante, en busca de Brian. A sus hermanos, no quería ni verlos, pues les iba a clavar su sgian dubh en el corazón, uno a uno... Esta noche lo llevaba en la media, pues sus hermosos zapatos de raso rosa, impedían que la metiese en ellos. Tenía miedo de arruinar sus costosas medias de encaje blanco, pero no tenía mas remedio que ir armada si quería sobrevivir.
De repente, una mano tocó su hombro, haciéndola dar un respingo y al darse la vuelta, vio como Robena Fraser, le ofrecía una copa de vino con una sonrisa. Apenas había tenido trato con aquella mujer, desde que llegó al castillo, pero le tenía conmiseración y pena, a causa de la mala bestia que sabía que era su marido, y su suegro, del que sabía que, al igual que su amiga Mairi, tenía que compartir su cama. Frunció un poco el ceño, sorprendida, sin atreverse a tomar la copa entre sus manos. –Hola, eh... Robena, ¿no es cierto? –ambas hicieron una graciosa reverencia como presentación y la sra Fraser asintió con la cabeza aún sonriendo. Era muy hermosa. Su abundante y liso cabello castaño estaba recogido en un elaborado moño y su vestido era verde esmeralda de terciopelo, con pechera y bajofalda con el tartán de fondo rojo de los Fraser de Lovat.
-En efecto, ¿puedo llamarte Ellen? –la otra también asintió con la cabeza. –Tengo que darte las gracias por la hospitalidad que nos brindáis tus hermanos y tú. Sois muy amables. –Ellen sonrió con educación. -¿Te apetece una copa de Rhenish? Empieza a hacer calor aquí, con tanta gente...
Ellen volvió a asentir con otra sonrisa, genuina esta vez y tomó la copa. Una sombra cruzó por los ojos de Robena, pero ella no alcanzó a verla. Había puesto el veneno en aquella copa, como le habían ordenado, pero justo cuando Ellen iba a beber, Robena volvió a hablar.
-¡Oh, lo siento, creo que me he equivocado de copa! Esa es la mía y ya he bebido de ella. La reconozco por esa raya que tiene en la base. ¡Qué torpe soy! –le quitó apresuradamente la copa a una asombrada Ellen y se la cambió por la suya, pero antes de que la otra pudiera beber, la copa que había tomado Robena, resbaló, como accidentalmente, de sus dedos y cayó al suelo, haciéndose añicos. Las dos saltaron instintivamente hacia atrás, para no mancharse los vestidos. Robena enrojeció de vergüenza hasta la raíz del pelo. -¡Lo siento mucho, podíamos haber arruinado nuestra ropa!¡No tengo perdón! –Ellen iba a pedirle que dejase de disculparse, pero la otra no la dejó hablar. -¡Lo siento mucho, Ellen, de verdad! Yo no quería hacerlo... No puedo hacerlo... -hizo una última reverencia a modo de despedida, haciendo sacudir las perlas de su peinado. –Creo que voy a ir por otra copa. Lo siento de verdad, Ellen. –se marchó apresurada, dejando a Ellen con la copa en la mano. Miró hacia la copa rota, confundida, pues creía detectar en las palabras de aquella mujer algo más que una disculpa por un accidente fortuito. Bebió de un trago la copa de vino y decidió ir a la habitación de la novia, en vez de buscar a Brian. Después de todo, había visto suficientes bodas en Leoch como para saber qué se esperaba de ella como madrina. Poco mas que figurar al lado del novio y firmar el acta de matrimonio justo después de la ceremonia. Con paso firme se dirigió a una puerta escondida detrás de un tapiz, camino de la habitación de Mairi.
Murtagh había presenciado toda la escena a corta distancia y cuando Robena pasaba como una exhalación por su lado, la detuvo en seco agarrándola de un brazo. La otra dio un pequeño grito de sorpresa y miedo, pues pensaba que era Morwan, pero al ver a Murtagh, su acelerado corazón se tranquilizó un poco y se dejó arrastrar por él a un escondido rincón. -¿Qué pasa, Robena?¿Por qué vas tan corriendo? Y lo mas importante ¿Por qué has tirado al suelo esa copa que debía beber Ellen? –ella se puso blanca como el papel, pero incapaz de soportar mas la presión, se echó a llorar contra el pecho de Murtagh. Afortunadamente, el rincón donde estaban, estaba demasiado oscuro y escondido y la gente demasiado distraída, como para verlos. De todas formas, antes de abrazar a Robena y sostenerla en su llanto, Murtagh miró furtivamente a ver si había cerca algún Fraser y sobre todo, si ese Fraser era Morwan, el marido de aquella mujer, que prácticamente, se había abalanzado a sus brazos, llorando desesperadamente.
-Mo... Morwan... -susurró entre su llanto. –Morwan y Lord Lovat me obligaron a envenenar a Ellen MacKenzie. Pero no puedo, Murtagh, no puedo hacerlo... -volvió a llorar contra el tartán que cruzaba su hombro, el rojo fondo de los Fraser quedó empapado por las lágrimas de aquella mujer, mientras él iba perdiendo también paulatinamente el color de su rostro. Ahora sí que se hacía imperativo sacar a Ellen del castillo. Miró hacia abajo, a la cabeza de Robena y pensó que también tendrían que llevársela a ella, pues, al no haber cumplido su misión, sabía que tanto su marido, como su suegro, le darían una muerte tan cierta, como horrible.
-Vamos Robena. Tengo que buscar a Brian y contarle esto. –ella lo miró con sorpresa entre sus lágrimas. –Una larga historia, luego te contaré. No te separes de mí, esquivaremos a tu marido y tu suegro, todo lo que podamos. Ven conmigo. Brian está en la habitación del novio. Sé que es una ratonera, pero te esconderé, aunque sea en un armario, de camino hacia allí. –de repente pensó. ¡Su tía! Mrs Fitz le ayudaría a esconder a Robena y las cocinas le venían muy bien para atajar. Aunque tendría que contarle toda la historia. Tomó a Robena de un codo, y los dos abandonaron el salón por la misma puerta camuflada que minutos antes había utilizado Ellen para salir.
Morwan había visto también toda la escena y tenía el ceño fruncido, tramando ya torturas horribles, soeces violaciones y una muerte aún mas brutal para su mujer, pues había osado desobedecerlo, no solo a él, sino a su padre. Vio como salía corriendo, pero la perdió enseguida de vista, pues el color de su cabello y de su vestido, se camuflaron enseguida entre el tartan marrón y verde de todos aquellos malditos Mackenzies que habían acudido al Gathering. Intentó buscarla, pero sin conseguirlo. Para desahogar su frustración, lanzó al suelo, de un manotazo una bandeja llena de vino, que un sorprendido criado llevaba en la mano y se fue a buscar a su padre. A Blair no quería ni verlo, pues había elegido a un bastardo como padrino en vez de a él, su propio hermano. Por él, se podía pudrir en el infierno...
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LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
FanfictionEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...