34. LA HUIDA pt. 7

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Tal vez aún tuvieran unas horas de ventaja, aunque quedaba poco para el amanecer. En contra de lo que pensaban en un principio, iban a tener que precipitar sus planes. Murtagh y Robena partirían inmediatamente hacia Dysart y Ellen y él, hacia Lallybroch, por caminos escondidos y senderos de caza. Pero antes tenía que hacer algo muy importante.

-Murtagh, no creo que el "Pater", esté en condiciones de redactar ningún documento. ¿Puedes hacer el favor de buscar alguna partida de matrimonio y copiarla? Tú tienes muy buena letra. Mejor que la mía...

El joven asintió y se rió por lo bajo, ya sabía la jugada que tenía en mente su amigo. Pero las dos mujeres se quedaron mirándolo petrificadas, como si fueran la estatua de sal de Lot. Ellen se puso en pie, nerviosa, tirando su silla al suelo, despertando con ello al cura, que miró a su alrededor con ojos acuosos, un hilo de baba caía de su boca y tenía expresión de no enterarse de nada.

-¿Un acta de matrimonio? –se iba poniendo cada vez mas roja por el calor del fuego y los nervios. ¿Un acta de matrimonio para quién? –preguntó a Brian, sin dejar de mirarlo, furibunda, aunque ya conocía la respuesta. Con el rabillo del ojo vio como Murtagh copiaba dócilmente con una elegante letra curva, algo en un pergamino nuevo, con la lengua sobresaliendo ligeramente de la boca, como un niño que es esmera mucho en su tarea. Mientras el sacerdote empezaba a roncar suavemente con la cabeza en la mesa y Robena miraba hacia uno y otro lado sin saber qué hacer.

-Para nosotros. –respondió tranquilamente Brian, sosteniéndole la mirada a su futura esposa. –Si crees que voy a engendrar un bastardo... Estás muy equivocada. Conmigo hay suficiente...

Una sonora bofetada fue a dar justo a la mejilla de Brian. Ellen, fuera de control, parecía una furia roja. De un tirón se quitó el abrigo, que tiró sobre la silla. El corte en la mejilla del hombre, volvió a abrirse con el golpe. Ambos se dieron cuenta de que el otro sangraba a la vez y enseguida se adelantaron para inspeccionarse el uno al otro, con tan mala fortuna, que se dieron un golpe en la frente, haciendo sonar sus cabezas como dos cocos vacíos. Mas o menos lo que en ese momento eran. Fue Robena, la que en silencio, sacó paños de una alacena y vertió agua fría en un cuenco. Con uno de los paños, limpió el corte sangrante de Brian, hasta que dejó de sangrar y luego subió todo lo que pudo la manga de Ellen, para limpiarle a ella el pinchazo de la espada recibido en la refriega. Luego tiró el agua por la ventana. Arrojó los paños usados a un rincón y volvió a sentarse en silencio.

Ellen seguía enfurecida. Tanto, que sin pensar, sacó su "sgian dubh" de la bota y se la puso a Brian en el cuello. -¿Cómo se te ocurre hacer redactar una partida de matrimonio sin consultarmelo?¡Sin preguntarme siquiera si pienso dar mi consentimiento!¡Qué sea la última vez que haces algo sin decirmelo antes! –gritó, apuntando cada vez mas cerca del cuello de Brian, quien, rápido como un zorro, le tomó la mano, le quitó el corto cuchillo, y se lo puso contra su propio cuello, abrazándola por la cintura y con la mano armada contra su garganta. Siseó suavemente, como un gato, inmovilizándola completamente contra su cuerpo, mirando hacia delante. Ella boqueó sorprendida ante la rapidez de sus movimientos. Desde luego, era un gran guerrero, le iba a encantar luchar contra él para entrenar

-Y que sea la última vez que me amenazas con tu juguetito. –Ellen se revolvió en sus brazos al oir llamar así a su arma mas preciada. Pero él era mucho mas grande y fuerte que ella. –La próxima vez, querida mía, que te atrevas a amenazarme con un arma o a pegarme sin motivo... ¡¡Te tragas la "sgian dubh"!! Y te prometo que te dejaré el trasero tan rojo con mi cinturón, que no podrás sentarte en un mes...

Ellen se zafó de su abrazo con una mirada de "¡Atrévete!" "¿Tú y cuantos más?". Iba a dar una mordaz réplica de donde se podía meter Brian el cinturón, cuando la interrumpió la voz de Murtagh. Su grito volvió a despertar al sacerdote, que roncaba beatíficamente otra vez con la cabeza en la mesa.

-¡Basta ya!¿Queréis dejar de jugar ya a ver quién es el perro mas fuerte?¡Deja ya esa actitud ofendida, Ellen, no te pega!¡Y tú Brian, no es momento para empezar a comportarse como el bruto que nunca has sido y nunca vas a ser! –se puso en pie, secando al aire y desprendiendo arenilla del pergamino que acababa de redactar. -¡Pater! –volvió a gritar -¡Despertaos, teneis que celebrar una boda!

El buen hombre volvió a despertar. Algo mas sobrio esta vez y tras un sucinto resumen de Murtagh y unas cuantas monedas depositadas en la mesa, accedió a celebrar la ceremonia. Se notaba que no estaba del todo en aquel sitio, gracias a la borrachera, pues de haber estado sobrio, no habría accedido a ello sin publicar las amonestaciones correspondientes o hubiera pedido bastante mas dinero.

Robena volvió a poner la lechuguilla a una enfurruñada Ellen, mientras Murtagh ataba de nuevo el cabello de Brian con una cinta de cuero sacada apresuradamente del bolsillo de su chaleco. Procediendo a atar también el suyo con otra, pues hasta ese momento no se habían dado cuenta de su desaliño. Robena forcejeó con la novia hasta que consiguió que se sentase en una silla y procedió a ordenar todo lo que pudo su peinado, medio arruinado por la capucha del abrigo, la huida, la lucha y el forcejeo con Brian. Al final, con un suspiro, optó por quitarle las horquillas, trenzarle el cabello a ambos lados de la cabeza y sujetarlo con varias peinetas de plata y perlas y algunas horquillas, dándole el aspecto de una ninfa rosada. Para tapar la mancha de sangre, rasgó el dobladillo de su propio vestido y le pidió a Brian el broche que sujetaba el pañuelo en su cuello. El se lo dio sin replicar y Robena, hizo una bonita moña, con el trozo de tartán Fraser, que sujetó a la manga con el broche.

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora