De repente la presión cedió y pudo volverse de medio lado, tosiendo y jadeando, recuperando el aire perdido por sus pulmones, mientras que la garganta amenazaba con cerrársele. Se metió un dedo en la boca, tratando de llegar a ella, pero tan sólo consiguió que las arcadas la inundasen y los ojos se le llenasen de lágrimas. Aun así, notó como, aunque dañada, su garganta permitía el paso normal del aire. Cerró los ojos, para volver a abrirlos casi en seguida, encontrándose con los preocupados ojos de su marido, que le estaba diciendo algo que no podía escuchar, debido a la tormenta que tenía en sus oídos y que tardó un poco en reconocer como los latidos acelerados de su propio corazón. Hizo un gesto de incomprensión y Brian le sonrió y la besó con cariño antes de repetir:
-"Dinna fash lassie" –sonrió, mientras ella ponía los ojos en blanco con fastidio. –Te lo he dicho. Está todo controlado. Tú y yo somos un gran equipo. –volvió a besarla, soltándola cuando Ellen le dio un capirotazo en la coronilla. -¡Auch!¿Por qué has hecho eso?
-¿Qué no me preocupe?¿Que no me preocupe?¡Casi nos mata una horda de bandidos!¡¿Y tu me dices que no me preocupe?! –su rostro volvía a estar casi tan rojo como su pelo, pero hizo un supremo esfuerzo y se puso en pie, viendo como el se rascaba la cabeza con aire aturdido. Otra vez sus nervios le habían jugado una mala pasada. Intentó disculparse con Brian, que la miraba sorprendido y fascinado, pero la risa empezó a burbujear en su pecho y ascendió por su dañada garganta hasta terminar saliendo como un torrente contagioso, tanto que a los pocos segundos, los dos estaban riendo histéricamente, apoyados en los híjares de "Teine Dubh", para terminar abrazados, con las lágrimas de risa y alivio rodando por las mejillas de ambos.
-¿Estás bien? –preguntaron al unísono, volviendo a reir. Después de asegurarse mutuamente que estaban bien, Brian se acercó a "Rionnag", que aún tenía la flecha clavada en su pata. Había dejado de sangrar, pero aún piafaba nerviosamente a causa del dolor. Brian quebró la flecha, pero no la sacó, para intentar no provocar una hemorragia que no tenía como parar, en ese momento. Ellen se acercó cojeando, aún no había inspeccionado su propio tobillo.
-¿Vivirá? –preguntó preocupada. Brian asintió y le pidió que hiciese una pequeña hoguera y calentase al rojo una de las flechas que estaban tiradas en el suelo, junto a sus propietarios. Ellen, tomando conciencia por primera vez de que todos sus atacantes estaban muertos, tragó ominosamente saliva y se agachó, frotando diestramente la yesca y el pedernal mientras musitaba una plegaria por las almas de aquellos pobres desgraciados para sus adentros. Brian estaba haciendo lo mismo junto a la yegua. A los pocos minutos, vio aparecer una sibilante llama en un montoncito de su propio cabello. Depositó el pequeño nido en un montón de ramitas que había reunido apresuradamente y a los pocos minutos, un pequeño fuego ardía en la noche, revelando la carnicería a su alrededor. Trató de enviarla a lo mas profundo de su mente y empezó a calentar la punta de una flecha, hasta que estuviera al rojo. En un momento dado, la flecha dejó de ser una flecha frente a sus ojos, convirtiéndose en algo parecido a una pistola, pero mucho mas pequeño y con una llama en la punta del pequeño cañón. Se vio a si misma en un lugar extraño, que reconoció como una cocina, a pesar de los extraños aparatos que había en ella. Volvió a ver a la mujer morena que estaba con su hijo en su noche de bodas, pero ahora tenía algunos años mas y llevaba el cabello corto como un muchacho, aunque igual de rizado e indomable. Entonces, algo la dejó impactada. Con esa mujer había una muchacha de unos dieciséis años que podía haber sido ella misma vista a través de un espejo mucho mas joven. Abrió la boca, estupefacta, mientras la mujer morena hablaba, sacando algo de un artefacto que despedía un calor infernal.
-¡Brianna Ellen! –dijo la mujer airada, al tiempo que ponía un pollo asado, algo quemado, encima de la mesa, cerraba lo que había reconocido como un horno y se quitaba los guantes de cocina, acolchados, con enfadado gesto; antes de salir corriendo detrás de la chica, gritando con autoridad. -¡He dicho que no!¡No vas a salir esta noche, ni toda la semana!¡Estás castigada! –salió corriendo tras la muchacha, justo para alcanzarla en una pequeña sala con abrigos y sombreros colgados y que, junto con la puerta, que supuso que daba a la calle, identificó como un recibidor. Siguió viendo su discusión, fascinada.
-¡He dicho que no vas a salir y no vas a salir!¡Frank! –la mujer agarró a su hija, sabía que era su hija, como sabía que el agua de lluvia cae hacia abajo, suya y del hijo q ella tendría. ¡Su nieta!. Al pensar aquello, la visión se quebró, viéndose zarandeada por Brian, al tiempo que la flecha volvía a ser una flecha al rojo vivo que le quemaba los dedos. El se la quitó antes de que terminase de achicharrarse y la dejó sentada en el suelo, presa de la debilidad. La miró preocupado, pero ahora la prioridad era sacarle la flecha a su yegua, cosa que hizo con destreza y rapidez, evitando la hemorragia al presionar la punta de flecha candente, contra la herida de la yegua, aguantando estoicamente cuando "Rionnag" se encabritó y faltó poco que escapase a la tenaza que sus manos tenían sobre sus bridas. Ellen se acercó cojeando de nuevo y comenzó a consolarla, hablándole en gaélico dulcemente, acariciándola. Aún temblando por lo vivido de su última visión. Se la relató a Brian con voz átona. El sonrió ante el nombre de la muchacha, sus nombres, los de ellos dos, vivirían en su nieta. Y ambos fruncieron el ceño al preguntarse a la vez quien sería "Frank".
Pero en ese momento, era mas importante el tobillo de Ellen. Brian la hizo sentarse sobre una roca y le quitó la bota. La "Sgian Dubh" había hecho un largo tajo a lo largo del final de la pierna y el principio del tobillo, limpio y superficial, aunque doloroso. Se lo limpió con whisky y lo vendó, oyendo el siseo de dolor de su esposa, quien le aseguró que podía andar con voz rasposa. Después se ocuparía de su cuello. Otra vez... Así que después de apagar el improvisado fuego, al tiempo que se aliviaba, Brian volvió a subirse al caballo, ayudando a su mujer a subir delante de él. Y con la herida yegua asegurada detrás, ambos abandonaron rápidamente el campo de batalla, antes de que llegasen mas bandidos. Dejando que sus compañeros que sin duda se escondían en algún lugar de las montañas, se encargasen de enterrar sus cuerpos. Ellos ya habían rezado por la paz de sus almas. No podían hacer mas.
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LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
FanficEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...