10 VENGANZA pt. 4

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-Hermoso pasador. –alabó Brian para romper el incómodo silencio, tumbado cuan largo era en el suelo. Su chaleco y su levita negra estaban colgados de un poste en el cercado. Aunque se acercaba el invierno, aún estaba lejos. Era un soleado día de principios de otoño, caluroso para los estándares escoceses, con una ligera brisa que alborotó el cabello de Ellen e hizo que ciñera más aún el plaid contra su cuerpo. Se alegró de haberse puesto aquel cómodo vestido de lana, en vez de uno de sus elaborados modelos de dama del castillo.

-Gracias. Era de mi madre... -frunció el ceño, pensando cómo empezar, pero al final, su temperamento la venció y optó por lo mas sencillo: ir directamente al grano. –He venido a agradeceros lo que hicisteis por mí, ayer, señor Fraser...

Brian se apoyó sobre un codo y se quedó mirándola, con el tallo de hierba sobresaliendo x la comisura de sus labios, con una mirada bobalicona, que Ellen creyó estudiada. -¿Gracias por qué?

Aquella respuesta terminó por ponerla nerviosa y gritó, aunque no lo pretendía. -¡Gracias por salvarme la vida, maldito petulante!

El empezó a reir a carcajada limpia, revolcándose por el suelo ante su arranque, lo cual enfadó aún mas a Ellen, quien se puso en pie y le propinó una patada en las costillas. No esperaba su respuesta, pues la agarró del pie y la hizo caer encima de él, cortándole la respiración por el golpe y su contacto. Trató de volverse a poner en pie, aquello era totalmente indecoroso. Si los veía alguien, estaba sentenciada... Pero él no la dejó y la miró directamente a los ojos. Acero contra madera ahumada. –Aceptaré vuestro agradecimiento, cuando me pidáis perdón por vuestro insulto –la apretó aún mas contra sí, haciéndola boquear y no precisamente porque le faltase la respiración. –Y si apeamos de una puñetera vez el tratamiento y me llamas Brian y yo te llamo Ellen. Sin formalismos. Al menos cuando estemos solos, como en este momento.

Ella asintió con la cabeza, sin dejar de mirarlo. Era consciente de que una vez mas, su temperamento Mackenzie la había traicionado. –Está bien. Lo siento mucho Brian, no he debido llamarte petulante, pero es que pensaba que pretendías un agradecimiento mas alambicado y pomposo... Yo... no se hacer eso. Mi padre me educó como a mis hermanos... -Brian, sorprendido al escuchar aquello, aflojó la presión y ella, torpemente y a pesar de que lo que deseaba era fundirse con él sobre la tierra en la que estaban tumbados, se deshizo de su abrazo y se sentó decorosamente a su lado. Brian hizo lo mismo, mirándola en silencio, curioso. Entonces ella le contó como fue su infancia en Leoch, como era la hija favorita de su padre, quien la mantuvo a su lado hasta su muerte y la educó para ser la castellana, al igual que para ser una guerrera, si las circunstancias lo hacían necesario. Cuando Ellen terminó su relato, el tallo de hierba había caído de la boca de Brian, que la miraba mudo de estupor.

-"Ifrinn" –soltó sin pensar, en gaélico. Ellen se echó a reir ante la groseria y el volvió a mirarla, sorprendido. –Nunca hubiera imaginado algo así. ¡Una mujer guerrera!¡Educada y culta como un hombre y astuta como una gata! –la sorpresa se volvió admiración en su mirada. Aquella mujer tenía que ser suya. Aun no sabía cómo, pero aquella mujer tenía que ser suya. Por fin la había encontrado. Una mujer a su altura.

-¿Cómo fue tu infancia, Brian? –preguntó ella, era su turno. Él pudo ver el pequeño pomo del sgian dubh asomando de una de sus botas, el vestido se le había subido justo por encima de los tobillos, que tenía cruzados, mientras bajo el tartán Mackenzie se adivinaban aquellas bellísimas piernas que lo estaban atormentando desde que las vio el día anterior.

-Yo... yo... -se detuvo, sin saber muy bien como empezar. Ella había tenido una infancia feliz y regalada. La suya había sido muy distinta. –Mi infancia nada tuvo que ver con la tuya... -su mirada se ensombreció. –Ya has visto a mi padre... Yo no tuve una familia amorosa que me criase. Mi madre fue una inteligente criada que, sabiendo el destino que le esperaba en el castillo, decidió ir a su encuentro voluntariamente y de paso, intentar sacar algún beneficio de ello. Así que cuando se quedó embarazada de mí, empezó a recopilar pruebas de la paternidad de Lord Lovat y lo hizo tan bien que el tribunal del condado obligó a mi padre a reconocerme con su apellido, así como a pasar una pensión a mi madre hasta mi muerte. –alzó la vista para mirar a Ellen. –Él no tuvo mas remedio que aceptar, pero en vista que yo era un varón, reclamó mi persona a cambio de la pensión para mi madre. Sé que a ella aquello le dolió muchísimo, pero en aquel momento, también tenía que pensar en su propia supervivencia. Sabía que Lovat no le perdonaría lo que acababa de hacer, así que se casó con el primero que se lo pidió, Angus O'Donnell, un irlandés, comerciante que se prendó de ella y se marchó del castillo con una suma bastante generosa de dinero, que acordó con mi padre como el pago de su pensión íntegra. Tan solo la vi una vez en Irlanda, cuando tenía quince años. Había contraído unas fiebres y me mandó llamar. Quería verme antes de morir... -Ellen se sintió conmovida hasta los huesos. Ambos habían perdido a sus madres casi a la misma edad. –Mi infancia en Beaufort... Bueno, mi vida en Beaufort no fue del todo mala, estaba vestido y alimentado, pero poco mas... los niños me daban la espalda porque yo era "el bastardo" y sus madres me daban las sobras de la cocina y era poco mas que un recadero hasta que cumplí diez años y mi padre me mandó llamar un día a sus aposentos. –se detuvo a tomar aire y se estremeció por el recuerdo. –Me informó de que ya había alcanzado una edad adecuada para empezar mi formación militar. Quería que fuese un hombre de armas en el castillo, ya que era un chico sano y fuerte, alto y robusto para mi edad. Era una pena desperdiciar un potencial como el mío haciendo recados y yendo a la escuela nada mas. Y fue él, personalmente, quien me instruyó y supervisó mi educación, junto a mis hermanastros, Morwan y Blair. Nuestra relación te puedes imaginar como es... de un absoluto desprecio hacia mi persona. Y además tenía que aguantar la crueldad de Morwan, además de los duros castigos de mi padre... -volvió a mirarla intensamente. -Pero sobreviví... –repuso orgulloso. –Sobreviví, porque la vida en el castillo de Beaufort se limita a eso... a la supervivencia mas primitiva y brutal. Y aunque no soy tan culto como tú, mi padre me procuró una buena educación que he ido completando por mi cuenta. En Beaufort apenas hay libros, Lovat nunca los ha considerado importantes, dice que solo meten ideas raras en la cabeza de quien los lee, así que me he procurado los que he podido por medio de quincalleros y comerciantes y los guardo celosamente en mi habitación del castillo...

Ellen lo miró sorprendida y habló en un impulso. –Hay una biblioteca en Leoch. Y yo también tengo mis propios libros en mi habitación. Puedes pedirle permiso a mi hermano Collum para tomar los que quieras mientras estés aquí.... Y yo te prestaré los que desees. Luego, si quieres, puedes venir a mis aposentos, cuando nadie te vea y elegir los que quieras.

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora