Ellen iba camino del despacho de Colum, donde suponía que debía encontrarse Dougal, esperándola, ya que no la había podido alcanzar, algo raro, pues su hermano era mucho mas rápido que ella. Iba pensando en esta eventualidad con el ceño fruncido cuando escuchó ruidos ahogados y risas en el corredor. Al dar la vuelta a una esquina, vio, a la luz de las antorchas, algo que no hubiera podido creer si no lo hubiese visto con sus propios ojos. Su hermano Dougal estaba besando en los labios a su cuñada Letitia, con una familiaridad y procacidad que la sorprendieron aún más, mientras una de sus manos estaba metida bajo su corpiño, acariciando uno de sus pechos y la otra se adivinaba contra el muro, a la altura del redondo y regordete trasero de su cuñada. Cuando Dougal rompió el beso, ella gimió y se retorció como una anguila contra el muro, empinándose sobre sus pies, echándole los brazos al cuello a Dougal para besarlo ella esta vez. Él sacó la mano de su corpiño y rodeó con ambas la cintura de la mujer, alzándola hasta que ella abrazó con sus piernas la cintura de él. Entonces, se puso de medio lado, sin dejar de besarla y abrió la puerta de la habitación de Letitia con un hombro y ambos desaparecieron dentro de ella.
Ellen fue rápida. Apuntó automáticamente y lanzó la daga de tal forma, que hizo cuña contra la puerta que se cerraba y apresuró el paso, pues la habitación de su cuñada estaba en la esquina opuesta a la suya, en el mismo corredor. Se alzó las faldas y fue derecha al dormitorio, con el paso de un buey a punto de embestir. Cuando entró en el dormitorio, sin recordar siquiera la daga que estaba tirada en el suelo, sujetando la puerta apenas entreabierta, siguió escuchando mas gritos, jadeos y alguna risa ocasional. Tenía el corazón en la boca, cuando escuchó que los gritos de los amantes se aceleraban y tras cruzar el recibidor de su cuñada, abrió la puerta del dormitorio y se encontró a su hermano con el trasero al aire, encima de Letitia, que tenía sus blancos y abundantes pechos totalmente fuera del corpiño, disfrutando de los últimos estertores del orgasmo, al igual que su cuñada, que gemía, volviendo la cabeza de un lado a otro, con los ojos cerrados.
-Espero que estéis disfrutando. –dijo Ellen, apoyada contra el arco de la puerta, en voz lo suficientemente alta como para romper el hechizo de los amantes. Su hermano dio un brinco, se puso en pie, con lo que su kilt cayó, su mano fue automáticamente a la funda, buscando una daga inexistente, pues se la había arrebatado su hermana, con el torso musculoso como el de un toro, desnudo y perlado de sudor y sus ojos pardos muy abiertos, mirando hacia todos lados, buscando al enemigo, por costumbre. Letitia fue la primera que la vio y se limitó a cubrir sus pechos y bajar su falda, que en ese momento mostraba su sexo de vello rojo apagado, como su cabellera, con tranquilidad fingida, al saber que tan solo era ella.
-¡Ellen! –gritó Dougal al reconocerla, retirándose con furia un mechón de su rostro, se le había soltado la cinta de cuero que amarraba su trenza mientras estaba copulando con su cuñada¡¿Qué "siud" (mierda) haces aquí?!. –Letitia se limitó a sentarse en un lado de la cama, con las piernas colgando, la falda subida hasta las rodillas, mientras rehacía tranquilamente su trenza. Su intención era dejar que los hermanos se sacaran los ojos mutuamente, como siempre solían hacer y disfrutar del espectáculo, tanto como había disfrutado de su orgasmo.
-¡Bastardo adúltero!¡¿No te da vergüenza?!¡!Con la mujer de tu hermano nada menos y con tu esposa y tus hijas durmiendo a poca distancia de aquí!¡Tu esposa embarazada, nada menos!¡¿Pero es que tú no tienes nada en la sesera y solo piensas con la cabeza de abajo, zopenco?! –se volvió hacia su cuñada. -¡Y tú, ramera sin decencia!¡En vez de calentar la cama de mi hermano y darle un heredero, te refocilas con mi otro hermano!¡Zorra infiel!¡Pienso contárselo todo a Colum!¡¿Os enteraís?!¡Todo! –jadeaba de la ira que sentía, cuando escuchó a Letitia, reir por lo bajo y murmurar "Calentar la cama de su hermano, dice. ¡Qué graciosa eres, Ellen!"
No lo pensó, sino que se tiró en plancha sobre su cuñada y ambas cayeron desde la cama al suelo en un revuelo de faldas, arrancándose mechones de pelo, mordiéndose y arañándose como dos fieras. Dougal, totalmente sorprendido ante aquella pelea de gatas, se quedó parado, sin saber que hacer. De repente una voz estentórea las hizo detener su lucha en seco.
-¿Qué está ocurriendo aquí? –Colum MacKenzie sostenía en su mano derecha la olvidada daga de su hermano, mientras lo miraba a el y a las dos furias despeinadas y jadeantes que lo miraban desde el suelo. Ellen fue la primera en recuperarse y ladrar
-¡Son dos perros infieles, hermano!¡Los he pillado fornicando aquí, en la propia habitación de la castellana! –se puso en pie trabajosamente, apartándose mechones de cabello de la cara, intentando atraparlos en su pasador de plata. -¡Te han traicionado, Colum!¡Se merecen el repudio y el destierro o tal vez algo peor!
Letitia también se estaba levantando, agarrándose a la cama, tropezando con su vestido de seda azul, que ahora, en vez de embellecerla, la estorbaba y apretaba como un sudario. Cuando logró ponerse erguida sobre sus piernas, se acercó a Dougal, dejando entre los tres, a Ellen en el centro del improvisado círculo. Colum se limitó a extender a Dougal su daga, que guardó en silencio en su funda. El rostro de Colum estaba macilento. –Ellen, ya se que mi esposa se acuesta con mi hermano. Yo fui quien tuvo la idea de que lo hicieran. –Ellen se quedó muda por la sorpresa, mirando a su hermano con los ojos muy abiertos. –No puedo concebir hijos. No puedo procrear, mis heridas... mi enfermedad no me lo permite y Leoch necesita un heredero... -miró a su hermano con una mezcla de orgullo y amargura. –Así que le pedí a Dougal, quien ya ha engendrado cuatro hijos con éxito, que hiciese lo mismo con Letitia. Ella accedió. Es una buena castellana, consciente de su deber... -Ellen estuvo a punto de soltar una carcajada delante de su hermano. Si el supiera lo buena castellana que era su esposa... Pero siguió guardando silencio, esperando mas explicaciones. –Si Letitia concibe un hijo o varios hasta que nazca un varón, Leoch tendrá el heredero fuerte y valiente que se merece. Y además, hermana, será de nuestra sangre. Un MacKenzie de Leoch, no un hijo de otra sangre. La sangre del clan seguirá pura y mi heredero será de mi misma sangre, aunque no lo haya engendrado yo...
Ellen se puso roja de vergüenza, antes de hablar en voz muy baja, que fue subiendo de tono poco a poco. -¿Pero es que tu no tienes honor, ni vergüenza, Colum?¡¿Por tener un heredero eres capaz de ser un cornudo?!¿Serás capaz de criar uno o varios hijos de tu propio hermano como propios, solo por el qué dirán de la gente?¡Pureza de sangre!¡Ja!¡Sois todos una panda de hipócritas y contaré por todo el castillo lo que estáis haciendo!
Se abalanzó hacia la puerta. Dougal trató de detenerla, pero Colum le hizo un gesto y él mismo se retiró, dejándole paso libre. Ellen echó a correr, llorando por el pasillo, hasta su habitación. Acto seguido, Colum cerró con tranquilidad la puerta e invitó a su esposa y a su hermano a sentarse en las coquetas sillas del gabinete de su mujer.
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LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
FanficEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...