-desde luego, "lassie", tengo que reconocer que los tienes muy bien puestos. Creo que no necesitaré protegerte nunca mas, al menos mientras esté en este castillo. Eres mas que capaz de sacarte tu solita las castañas del fuego. –dijo Brian, limpiándose las lagrimas de su atractivo rostro, con la mano. Ella, sin pensar, le lanzó la sgian dubh, que fue a clavarse en la puerta cerrada de la habitación de enfrente, pasando a excasos centímetros de la oreja de Fraser, quien la esquivó limpiamente, con el instinto del guerrero experimentado.
-¡No me llames "lassie"!No soy una muchachita!¡Soy una mujer!¡Y sí, soy perfectamente capaz de defenderme sola!¡No necesito que ningún hombre haga nada por mí! –susurró furiosa. -¿Y qué demonios haces tú aquí?
La mirada de Brian se endureció hasta el punto de que sus ojos parecían dos carbones encendidos. Ellen dio un involuntario paso atrás, conteniendo la respiración. –Nunca más se te ocurra volver a hacerme eso. –señaló hacia el arma clavada en la puerta y siguió hablando con voz tranquila, pero aterradora. –No me gusta ejercer violencia contra nadie, pero si me vuelves a atacar... mujer guerrera o no, responderé, Ellen. Y yo también soy un guerrero. No lo olvides. –cerró los ojos un segundo, tratando de recobrarse de su furia. Los abrió, se volvió hacia la puerta, arrancó el arma y se la tendió a su dueña, quien la metió en silencio en su bota.
-Siento haber hecho eso, Brian. Ha sido una tontería. Estoy muy nerviosa. –lo miró directamente a los ojos, arrepentida, pero no asustada. –Mis hermanos querían casarme con ese mequetrefe para acercar a nuestros clanes. Todo lo que le he dicho es del dominio público. Esa rama de los Grant, nunca ha sido de fiar y nunca lo será. Como le he dicho a él. Yo seré quien escoja a mi marido. No mis hermanos. –se le quedó mirando un segundo de más, antes de bajar la vista. –Pero sigues sin decirme que haces aquí...
-Al verte pasar corriendo hecha una furia y armada, temí que volvieras a intentar repetir tu acción de ayer y volvieras a intentar matar a mi padre. Reconozco que me he perdido, Leoch es tan grande o mas que Beaufort y los pasillos, igual de laberínticos. No pensé siquiera, sino que eché a correr detrás de ti, para protegerte. Y me ví como un involuntario espectador de todo lo que acaba de pasar. Lo siento. –ella sacudió la cabeza, restándole importancia. –No me gusta amenazar a una mujer, pero tampoco me gusta que me lancen armas. Ha quedado muy claro que eres mas que capaz de protegerte tu sola... -dio media vuelta en dirección a la puerta del patio, pero se detuvo en seco al escuchar la voz de Ellen que lo llamaba.
-Brian... -ella estaba empezando a ruborizarse mientras daba vueltas nerviosas a la daga entre sus manos. Sin pensarlo, abrió la escarcela que llevaba siempre colgando de su cintura y le tendió una llave. –Por favor, si no lo consideras demasiado inmoral... Ve a mi habitación y espérame allí.-él abrió literalmente la boca como si se le hubiese caído la mandíbula al suelo. Ella terminó de ruborizarse hasta la raíz del pelo. –Me he portado fatal contigo. Has pagado mis nervios por un asunto que no te incumbía. Déjame compensarte. –la llave estaba a punto de caer de los dedos de Brian, que la imaginaba ya entre sus brazos, a pesar de su trauma adquirido tras tantos años de ver a su padre cometer tropelías con las mujeres. Pero las palabras que seguidamente pronunció ella, fueron como un balde de agua fría para sus expectativas. –Me gustaría prestarte algunos libros. Los que quieras. En especial mi favorito, si no te importa...
El asintió con la cabeza. No podía hablar. Aquella mujer era totalmente imprevisible. En un segundo era una una Valkiria furibunda, al siguiente una dulce doncella citando a su amante y al tercero una amiga que le estaba ofreciendo libros. Ya no estaba seguro de en que punto de la ola emocional que lo recorría, estaba su mente y su cuerpo. Entonces Ellen le dedicó una de aquellas sonrisas que le hacían arder la sangre, mientras le mostraba la daga y hacía una graciosa reverencia. –Voy a devolverle esta daga a mi hermano Dougal y enseguida iré a mi habitación. Cuida que no te vea entrar nadie por favor. –le advirtió tardíamente, antes de empezar a caminar deprisa por el pasillo, dejándolo allí plantado, con la llave en la mano y sin saber muy bien que pensar de todo aquello.
Vio como se alejaba pasillo abajo con su andar seguro y su roja cabellera al viento, metiéndose la sgian dubh en la bota entre un paso y otro, con la elasticidad y gracia de la persona que esta muy acostumbrada a hacerlo así. Pudo admirar mientras se alejaba su redondo y hermoso trasero, apenas disimulado por la rodela que llevaba debajo del vestido, tal y como dictaba la moda. Con la boca seca por el deseo y una incómoda sensación debajo del kilt, Brian se dirigió con pasos silenciosos hacia la habitación de Ellen, escondiendo la llave en su mano.
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LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
Fiksi PenggemarEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...