-...¿Entonces, crees que sería posible?... –le estaba preguntando Colum a Dougal en el momento en que ella abrió la puerta para entrar en la habitación. Su otro hermano asintió con su cabeza de lustroso cabello rojo oscuro que empezaba a ralear, Ellen pensó que con el tiempo, tal vez se quedase totalmente calvo... pero desechó aquel pensamiento por inadecuado. Se quedó escuchando modosamente ante la puerta cerrada. Junto a un hermosísimo biombo chino que ocultaba el orinal de Collum, arrugó un poco la nariz al notar el olor, pero no podía moverse de allí hasta que le diesen permiso
–Después de todo, está aquí prácticamente todo el clan para la boda de Fraser... Podríamos convertirlo en un acontecimiento doble y que después de la boda, justo antes de la cena y el baile, comenzase el Gathering... Después de todo, es una formalidad que debe realizarse y es tan farragoso volver a reunir a todos los miembros importantes del clan de nuevo... ¡Mas de trescientas personas, en el nombre de Dios!¡Sin contar también con las delegaciones de los Fraser, los MacRannoch y los clanes mas importantes de la región!¡Pienso pedirle a Fraser hasta el ultimo dram (moneda)que esta boda cueste, como padre del novio que es!¡Si no, voy a terminar esquilmado, arruinado! -terminó Colum, poniendo los ojos en blanco con hastío. Dougal sonrió ante el gesto, entre su poblada barba oscura. En un mundo en el que los únicos hombres que llevaban barba, eran los bandidos y rufianes, era extraño que un Jefe de Guerra de un clan tan importante como aquel, la llevase. Pero Dougal MacKenzie no seguía mas reglas que las suyas y si quería tener barba... simplemente, la tenía y nadie se atrevería a ponerlo en discusión. Ni siquiera su propia esposa, Maura Grant MacKenzie, hospedada junto a él, junto con sus hijas: las gemelas Molly y Tabbhita, Margaret y le quedaba muy poco para dar a luz a su cuarto vástago, en el mismo ala del castillo donde habitualmente vivía ella, con su hermano y su cuñada.
Dougal pasaba casi todo el tiempo en Leoch, pero su esposa, aquejada de constantes enfermedades imaginarias y las tres hijas pequeñas de Dougal y lo que viniera, vivían en su propia propiedad, no demasiado lejos de allí, llamada Beannachd, que significaba Bendita, en gaélico. Tan solo habían ido allí como imposición de Dougal, aparentemente para la boda Fraser. Ahora sabía que también estaban para presenciar el Gathering del clan. Miró a su hermano Dougal a los ojos, mientras continuaba callado, esperando más órdenes de su señor. Alto, mas alto que ella, de al menos, metro noventa, con un cabello bermejo que empezaba a ralear, su impresionante barba y unos ojos pardos, bellos y hundidos. Llevaba el cabello trenzado por la espalda, lo que le daba el aspecto de un feroz vikingo. Todos los hermanos MacKenzie, excepto Colum, que era de cabello moreno y ojos azules, como Anne Grant, su madre y ella misma, que compartía aquel color de ojos; eran un fiel retrato de su padre, Jacob, alto y de cabello rojo, ella también tenía aquel llamativo y flamíguero color de pelo. Todos, incluidos la pequeña Flora, muerta al nacer. Pero Ellen lo conocía bien... demasiado bien y sabía que era él quien deseaba el puesto de Laird de Leoch y que su propia ambición podría estar tejiendo un suelo de paja sobre un precipicio, bajo los inestables pies de su otro hermano, sin que éste se diese cuenta.
Ellen abrió mucho los ojos al caer en la cuenta de lo que realmente estaba sucediendo, realmente caer en la cuenta, como si le hubieran dado un mazazo, en vez de mirar la situación que se desarrollaba ante ella como una mera espectadora. Entonces quizá fuese para aquello para lo que la habían llamado, después de todo, en vez de para hablarle ooootra vez de boda. Tras la muerte de su padre, el año anterior, el puesto de Laird de Leoch fue automáticamente ocupado por su hermano mayor. Pero no había sido refrendado todavía por el juramento de fidelidad de los miembros mas prominentes del clan MacKenzie y esa ceremonia debía ser celebrada. Muy astuto por parte de sus hermanos el aprovechar la boda Fraser-MacRannoch para celebrar aquel importantísimo acontecimiento, pues si Collum no conseguía ser refrendado en su puesto, cualquier miembro del clan, en teoría, podría presentar su candidatura al mismo y aspirar al cargo de Laird de los MacKenzie de Leoch y por lo tanto, expulsarlos a todos ellos del castillo, a cualquiera de sus otras propiedades y lo más importante, quitarle el importante poder político que traía consigo el ser un Laird tan importante como el de Leoch, con conexiones incluso entre los nobles mas prominentes de Londres...
-¡Ah, "mo bheannachd", (mi bendición) ya estás aquí! –sonrió alegremente Colum al verla parada delante de la puerta. –Acercate "a leannan".(querida) Siéntate con nosotros. –Ellen dirigió una genuina sonrisa de amor fraternal a sus hermanos. Ella era la mayor de los hijos de Jacob y Anne MacKenzie, pero al ser mujer, quedaba fuera de la línea sucesoria. Siempre había protegido a Colum como hermana mayor, antes, incluso de su terrible accidente, al caerse de un caballo, que tenía prohibido montar, a los diez años. Una travesura que por poco le cuesta la vida y que tras varios años de recuperación y varias caídas, siempre cuidado por Ellen, puesto que su madre acababa de fallecer en aquellos entonces, mantenía un andar precario sobre unas piernas zambas, retorcidas y nudosas como las raíces del roble sobre el que había estado sentada hacía un rato con Brian. Ellen daría todo lo que tenía si con ello lograba que su hermano se curase, pero parecía que su estado, sería crónico. Lo que, por supuesto, hacía necesaria la presencia de Dougal como Jefe de Guerra del clan. Un puesto que tan solo los ancianos Lairds utilizaban, pero que Colum, no tenía mas remedio que usar, puesto que su condición física le impedía alejarse de Leoch. Aquella bella estancia era un homenaje al lujo y a la vez un cruel recordatorio de su discapacidad. Desde las estanterías de las librerías llenas de libros, recopilados por varias generaciones de MacKenzies, Colum y ella misma incluidos, hasta la impresionante jaula donde, en un árbol real plantado en una enorme maceta de auténtica y carísima porcelana china, revoloteaban cientos de pajarillos, que con su canto, alegraban la estancia y el alma atormentada de su hermano. El papel pintado de un alegre amarillo con escenas de pagodas y puentes, traído de la lejana Catai, como la porcelana y el biombo y las gruesas cortinas de la ventana, de un apagado dorado, pesado terciopelo y fino encaje para los visillos, trataban de traer luz y color a aquella habitación. Tan solo el enorme escritorio de estilo español y su sillón a juego, que se asemejaba a un trono, rompían la alegría general y revelaban que, realmente, aquella era la habitación del Laird de Leoch. Ellen interrumpió su siempre amoroso reencuentro con aquella habitación al escuchar la voz de su hermano pequeño. Dougal.
-Te hemos mandado llamar, porque tenemos algo muy importante que decirte, "bana-phrionnsa bheag" (pequeña princesa). –Ellen casi estuvo a punto de replicar que le iba a meter aquel epíteto por donde no sale el sol, puesto que se solía usar con niñas pequeñas, pero recordó a tiempo donde estaban y se calló. Mas tarde se lo haría pagar con un buen combate de esgrima. Ambos eran zurdos y luchar entre ellos era un placer inesperado, pues tenían que prever cosas que daban por sentadas entre luchadores diestros. Dougal se aclaró la garganta y le dio un suave codazo en las costillas con disimulo a su hermano. Collum continuó de mala gana.
-Te... te hemos mandado llamar, porque un hombre ha pedido tu mano. –Abrió la boca por el shock y de repente, la habitación empezó a girar para Ellen. Así que no había sido para el Gathering, para lo que la habían llamado, al fin y al cabo. Se tuvo que aferrar al borde del escritorio y sentarse sin que le dieran permiso para ello. Mejor una falta de educación que una ignominiosa caída. Los dos hermanos se miraron preocupados y Dougal le acercó una copa con vino rhenish, el mejor de la región. Tras un par de sorbos, Ellen hizo un gesto con la mano, indicando que se encontraba bien, dejó la copa en precario equilibrio en la esquina de la mesa, inundada de pergaminos, libros y mapas y se dispuso a seguir escuchando. Colum la miró con una chispa de recelo en sus ojos. –Malcom Grant ha solicitado tu mano en matrimonio...
-... y se la hemos concedido. –terminó por él, orgullosamente, Dougal.
ESTÁS LEYENDO
LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)
FanficEllen Mackenzie y Brian Fraser jamás podrían enamorarse, pero un hecho terrorífico y fortuito los lleva a fugarse juntos del castillo Leoch, forzar su boda, consumarla y hacer nacer un amor que duraría todo el tiempo que Ellen habitara en esta Tierr...