43. NOCHE DE BODAS pt. 8

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-¿De qué tienes vergüenza, Brian?¿De qué haya sido capaz de darte placer? –suspiró ella. -"Fair is fair"(lo justo es lo justo, en inglés) Tú me has dado placer a mi y yo a ti. Somos marido y mujer y... a pesar de lo que los sacerdotes y los pastores digan, cohabitar no es solo para procrear. -miró hacia las alforjas. - Tengo esencia de artemisa. Es un potente anticonceptivo y, aunque en cuanto podamos, haré todo lo posible por quedarme embarazada. ¡Oh Dios, como deseo tener hijos tuyos!¡Sanos, hermosos, fuertes, inteligentes hijos tuyos! –volvió a rozar sus labios levemente y siguió, sin soltarle el rostro. –Ahora no es el momento, aún no. Somos fugitivos. Al menos hasta que lleguemos a Lallybroch o tengamos un techo sobre nuestras cabezas, aunque sea ruinoso... Hasta entonces utilizaré la artemisa. Menos esta noche... Quiero que sepas que soy virgen. Que lo compruebes y si encajo la esponjita en mis entrañas, tal vez rompa mi himen... -a él le extrañó que no dijera "mi flor", como todas las mujeres que conocía, pero Ellen era única incluso en eso. Vio como volvía a sonreírle. –Y, "a leannan", ese privilegio es tuyo...

Brian volvió a besarla y esta vez fue su turno de enjabonarla, recreándose en sus valles y sus colinas, mientras ella, volvía a gemir y suspirar bajo sus manos. Después, ambos se enjuagaron con la jarra del aguamanil. Un cubo de agua templada para cada uno y envolvieron el uno al otro en una toalla, dejando la tina y sentándose en las sillas, secándose brazos, piernas y pies. En un momento dado, Ellen reparó en algo extraño en las piernas de Brian.

-Cariño. ¿puedes ponerte en pie y darte la vuelta? –pidió con curiosidad. El hizo lo que le pedía, envarado, con los puños apretados. Después de todo, aquel momento tenía que llegar tarde o temprano. Otra vez desnudo ante ella, mientras ella, con la toalla aferrada al pecho, daba una lenta vuelta sobre el, pero no admirando su perfecto y esculpido cuerpo, sino una leve trama de cicatrices que cruzaban su trasero y la parte superior de sus piernas. Las tocó con reverencia, siguiéndolas con los dedos, pero al notar que el se envaraba aún más, dejó de hacerlo y dio la vuelta para mirarlo. El tiró de ella hacia la cama y ambos volvieron a sentarse en ella. La toalla de Ellen salió volando, de un tirón de él. Ella se limitó a esperar en silencio, tan desnuda como el, sentada en la cama, con una muda pregunta en sus ojos.

-Lovat. –respondió sencillamente Brian. –Cuando empezó a entrenarme para que fuera su hombre de armas; cuando no hacía las cosas como el quería o simplemente me equivocaba, me obligaba a subirme el kilt, apoyarme contra la valla del cercado mas alejado del castillo y me azotaba con su correa. Una correa con tachones de plata. Las marcas son de los tachones. –suspiró hondo, mientras Ellen lo miraba aterrorizada. ¿Pero es que había algo que aquella criatura depravaba no fuese capaz de hacer? –Tal vez tenga que aplicar algún correctivo a nuestros hijos. Pero te juro que jamás utilizaré una correa con tachones, como mucho una lisa y eso si se han portado realmente mal. Ni con tanta fuerza. Es mas... -la miró profundamente. –Creo que moriría si azotasen a alguno de nuestros hijos y le hiciesen marcas... con un látigo o una correa. Moriría, de verdad, "Mo ghràdh"...

Afortunadamente, en su visión, Ellen no había podido ver las marcas de latigazos en la espalda de Jaimie y saber que, su marido había vaticinado su propia muerte, sin ser clarividente, como ella.

Ella, enternecida, volvió a besarlo, haciéndolo recostarse sobre la cama y después quedó tendida sobre su pecho, pero tuvieron que subir correctamente, pues las pieles del cubrecama resbalaban y entonces quedaron los dos, ella acurrucada al lado de él, con la cabeza sobre su pecho, escuchando el rítmico latido de su corazón, abrazados en silencio durante un buen rato.

-Mi padre jamás me pegó con una correa de tachones. –dijo ella simplemente, rompiendo el silencio, sin dejar de mirarlo, mientras rastrillaba con sus dedos el hirsuto vello negro del pecho de Brian, bastante después. –Claro que me he ganado un pescozón, tirón de las trenzas, algún zapatillazo de mi madre o estar de rodillas, con dos piedrecitas bajo ellas y los brazos en cruz, como mis hermanos, cuando desobedecíamos o éramos insolentes con nuestro preceptor. Creo que el castigo mas severo que me dio mi padre no fue físico y eso que me llevé una buena ración de varazos sobre las faldas mas de una vez. Fue la primera vez que me obligó a destripar un venado con mis propias manos. Yo me negué, muerta de asco y tras un varazo en el trasero, me puso el cuchillo en las manos y me dijo que si quería comer, tendría que destripar y despellejar al animal que acababa de matar. –volvió a mirar al rostro de su marido, que le devolvió la mirada con dulzura. –Yo aún estaba triste y dolida por haber matado al animal. Practico la caza, pero nunca me ha gustado. Pero, no podía dejar que mi padre pensase que era una chiquilla miedosa, así que tomé el cuchillo, destripé y despiecé aquel venado mientras no dejaba de llorar. Tenia doce años, Colum hacía poco que acababa de caerse del caballo y Dougal, con su arco, me observaba con la boca abierta. Creo que fue la primera vez que lo ví sentirse orgulloso de mí. Era apenas un chiquillo. La mirada de orgullo y satisfacción de mi padre aquel día, no la olvidaré jamás. "Ellen, ya eres toda una mujer" –me dijo. Volvió a mirar a Brian con una sonrisa irónica. –Sangré al año siguiente...

LAS PERLAS Y EL JABALI (FANFIC DE OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora