Ocho.

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El ojiverde entró corriendo al hospital, subió por el elevador y se dirigió rápidamente a la habitación de Joel.

Abrió la puerta un poco acelerado por haber corrido.

— ¡Ya llegu...é! —

Se calló al ver a los chicos dormidos.

Sonrió enternecido y se acercó a Joel.

— Hola amor. —

Notó que no tenía la máscara de oxígeno, así que aprovechó para besar sus labios, aquellos que después de tantos meses estaban a su alcance.

Prácticamente besó una bolsa de plástico desgastada, pues los labios de Joel estaban agrietados y muy secos.

Se retiró rápido, no le gustaba sentir la pielecita cayéndose de aquellos representativos y antes, besables labios de su novio.

— Algo me dice que estás bien.
¿Te cuento algo? Te amo. —

Richard abrió un poco los ojos, pero decidió guardar silencio.

— Eres el amor de mi vida, y mi primer amor también. Supongo que ya sabes que eres mi hombre, el único para mí, aunque sé que soy estúpido por todo lo que hago pero te amo, y sólo tú estás en mi corazón. Despierta, ya quiero besar tus suaves labios, pero si no bebes agua no te hidratas, y si no haces eso tus labios estarán secos, y si eso pasa, no puedo besarte bien.
¿Sabes? Me da muchísima felicidad verte respirando solo, me encanta que seas tan fuerte y luches para sobrevivir... Despertar. —

Corrigió.

Apretó los ojos arrepentido de las palabras que salieron de su boca.
Quería golpearse por su estupidez.

«Piensa para hablar.»

Se sentía cruel al prácticamente decirle que estaba muriendo.

—Tengo un secreto. ¿Quieres oírlo? —

Ya habían pasado trece meses desde que Joel había caído en aquél estado de coma.

Él tenía ganas de despertar, lo estaba logrando.
Luchaba para ser feliz con su hermano, con su cuñado y sus talvez, futuros sobrinos.
Pero también, quería despertar para retener a — SU — Erick, para que lo amase y para no perderlo, pues seguro que lo estaba aburriendo por no hacer nada.

Poco a poco daba mejores señales, era verdad que si su alma entraba a su cuerpo nuevamente, lucharían juntos y lograrían mejores avances. Pero aún había un problema — que claramente no era conveniente decirle a Erick; lo perdería —, talvez podría despertar bien y seguir adelante con su vida "normal", quizá podría ser un vegetal — aunque ya lo era, pero entonces podría hablar, comer, hidratarse, y ver —, o simplemente morir.

Sí, morir.

Los avances no eran permanentes, en realidad, podría recaer en cualquier momento sin dar señales de que lo haría.

Un día parecer casi perfecto, a punto de despertar, y al siguiente, sin esperanza alguna.

Morir de un momento a otro, pero eso sería buena opción para él, sólo si así pudiera dejar el sufrimiento.

Le quitaría un peso de encima a todos, su amor podría ser feliz con alguien más sin estar atado a él, y por su parte no sufriría porque aún estaría en el corazón del ojiverde.

Su hermano y cuñado podrían llevar a cabo sus planes sin ningún impedimento, y estaría feliz, pues sabe que lo quieren bien, y ellos estarían felices al saber que él puede descansar al fin y que siempre estará cuidándolos.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora