Treinta y dos.

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Yoandri los llevó a una cafetería muy bonita, donde además el café que servían estaba muy rico.

Estuvieron largo rato ahí, conversado de cualquier cosa y contando alguno que otro chiste. Luego de algún tiempo, el enfermero salió de la charla, cuando su celular vibró de una forma muy particular, como si el aparato estuviese tarareando una canción.

Sus dedos se movieron ágilmente sobre la pantalla, escribiendo algunos mensajes, mientras su sonrisa se ensanchaba. Cada vez que intentaba dejar el celular para volver a su plática, este volvía a vibrar y, sin poder resistirse, volvía a escribir.

Finalmente, luego de algunos minutos así, dejó a un lado el aparato y no volvió a distraerlo.

— Cuanto amor por ese cacharro —se burló Richard, negando con la cabeza—. Eso no es bueno.

— En realidad el amor no es por eso, bueno, sí pero no —rió suavemente—. Lo amo porque es el conducto para sentirme cerca del amor de mi vida.

— ¿Hablabas con tu novio? —preguntó Christopher.

Yoandri asintió con una gran sonrisa.

— ¿Cómo dices que se llama? —se interesó Joel.

— Soy Johann.

Respondió un chico alto, blanco, castaño y muy guapo, a decir verdad. Era un verdadero placer poder ver a semejante belleza.

Su enfermero se volteó y cuando sus ojos toparon con los del chico, un brillo hermoso surgió de ellos, como si hubiese visto la octava maravilla. Por segundos pasaron así, sólo mirándose con todo el amor y la miel que tenían para derramar, y sonrisas gigantes.

— Hola —dijo por fin Johann y el pelinegro le susurró de vuelta el saludo—. Te extrañé amor...

Plantó un besito casto en su mejilla derecha y otro más en sus labios. Yoandri sonrió más, si eso era posible.

— Yo también te extrañé —dijo casi en un susurro y con las mejillas sonrojadas—. Siéntate cariño, ahora pedimos algo para tí.

— ¿Me estás invitando? —le miró divertido, levantando y bajando las cejas en movimientos rápidos.

— Hoy es día de Yoyo invita, así que sí.

El chico asintió besándolo de nuevo, pero esta vez con profundidad.

— Te amo tanto mi amor —sonrió apenas alejándose un poco y dejando un beso en su cabeza, miró a los chicos—. Preséntamelos.

Los tras los miraban con una sonrisa, aunque Joel estaba un tanto sonrojado por lo lindos que le habían parecido. Le encantaba mirar tan feliz a Yoandri y, debía admitir, que si algún día tuviese una nueva pareja, le encantaría que su relación fuese como la de esos dos. Podría decir que también como la de su hermano, pero aún sentía miedo y pena al pensar lo que el castaño le había contado, no sabía si alguna vez lograría hacer algo así.

— Bueno chicos, él es mi novio Johann —sonrió mirándolo, y volvió su mirada a ellos—. Amor, ellos son Chris, su prometido Richard y mi bebesito Joel.

Apenas lo presentó Joel abrió los ojos como platos por el apodo y el novio de Yoyo soltó una fuerte carcajada.

— Es un gusto chicos —se dirigió a la pareja.

— El gusto es nuestro —respondió Richard y Christopher sonrió, de acuerdo con su chico.

— Así que se van a casar... —ambos asintieron—. ¡Pues felicidades! Joel —el rizado sonrió ante su llamado—, que gusto que estés bien. No sabes cuanto habla de tí Yoyo, que ya hasta tenía ganas de conocerte. Espero que podamos llevarnos bien, salir por ahí en algún momento, cuando te sientas seguro... Me encantaría que sigas en la vida de mi Yoyo, porque lo haces muy feliz y, esperaría que podamos ser amigos.

— Claro que sí.

— También ustedes —dijo hacia la pareja, luego de sonreírle a Joel—. Nos hace tan bien el estar cerca de chicos y chicas que entienden lo que es amar de verdad, como nosotros.

— Es difícil que muchos entiendan ¿verdad? —habló Christopher, queriendo entablar una nueva conversación, como respuesta a su petición—. Pero por supuesto, aquí la discriminación y esas cosas no existen.

— Encantador —sonrió el chico.

Durante el resto de la tarde, luego de varias rondas de café, tuvieron unas largas horas de una charla amena y muy cálida. Un poco antes de que el local cerrara, decidieron marcharse.

Yoandri los llevó a casa gustoso, junto con su novio, ya que los chicos no llevaban otro auto. Luego de despedirlos y agradecer por el grandioso día de celebración, los novios se marcharon de esa casa, advirtiendo el pelinegro a Joel, que estaría ahí una semana completa haciendo revisiones, que irían disminuyendo mientras el riesgo de una recaída también lo hacía.

Y claro, como avisó, estuvo ahí una hora diaria, por una semana completa. Viendo grandes avances, casi milagrosos en su recuperación.

Al acabar, simplemente tenía una revisión por semana, entre las cuales Joel y su familia aprovecharon para preparar las cosas de la próxima boda.

Lo primordial fue agendar una cita en el registro civil, buscando una noche de luna llena a inicios de primavera, que a ambos les encantaba. Con ella buscar los decoradores y los organizadores de eventos.

Cuando aquello estuvo listo, el primero en querer ir a comprar su traje y cosas para lucir el día de su boda, fue Christopher, que en un perfecto traje color azul marino y zapatos negros, logró verse precioso. Por supuesto que, refunfuñando, tuvo que cortarse el cabello. Con la sorpresa de que, al finalizar su cambio de look, amó su nuevo estilo.

Luego estaba Richard, con un traje vino, pues querían ambos distinguirse de los típicos trajes blanco y negro. Era precioso lo que eligió, y claramente, él también lo era. A diferencia de Christopher, él no aceptó que Joel lo llevara a la peluquería a cortarse el cabello, más bien, quería hacer un cambio radiante que combinara a la perfección con su estilo. Por lo tanto decidió teñirse de rojo el cabello.

Finalmente, Joel decidió que, los invitados debían asistir de blanco, y él también, pues los novios debían lucir en su día especial.

Finalmente, cuando ya tenían la fecha y todo bien planeado y listo, decidieron comenzar a repartir algunas invitaciones que Joel diseñó, muy elegantes.

— Yo le mandaré a mamá y papá y a mis hermanos y su familia.

— Yo le mandaré a mamá y papá, a la tía Clara y al tío Renato —sonrió Christopher y miró a Joel—. ¿Tú hermano, a quién invitarás?

— ¿Serán tan poquitos invitados, para el lugar tan gigante que planeaste? —dudó, entes de responder.

El castaño negó y le mostró una gran lista de nombres.

— Es que nuestros amigos son aparte, pero estábamos viendo quién de importante nos faltaba.

— Oh, bueno —asintió—. ¿A cuántos puedo invitar?

— Tres personas con su respectiva familia o acompañante.

Joel suspiró, él no tenía amigos, ya no. Zabdiel no estaba en su lista, por mucho que tuviera tremendas ganas de verlo, no lo invitaría, porque sabía que iría con Erick y eso le dolería más de lo que disfrutaría.

Erick obvio no.

Y al parecer, desde que se casó con Erick y empezó a trabajar para darle lo que merecía y tratarlo como el príncipe que según él era, sus amigos de la escuela desaparecieron, y en el trabajo estaba tan concentrado en cumplir con lo suyo, porque además era algo que le encantaba, que no sintió jamás la necesidad de hablar con alguien fuera del ámbito laboral.

— A... —¿A quién? Christopher hizo una mueca, ya sabía lo que pasaba, pero al fin, Joel sonrió al recordar a su amigo—, a mi amigo Yoyo y Johann.

— Seguro que sí —sinrieron los chicos—, creo que estarán tan encantados de estar ahí ese día como nosotros.

Joel asintió. Era hermoso poder decir que Yoandri era su amigo.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora