Treinta y cuatro.

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Dos días antes de la boda de Christopher y Richard, a Joel se le ocurrió salir a dar una vuelta para dejarles a los chicos un poco de tiempo juntos y bastante privacidad. Además, quería que se recordaran lo mucho que se amaban, porque ya había conocido a los strippers y realmente eran muy guapos.

Le divertía muchísimo cada vez que Richard le recordaba a su hermano que sólo podía ver a la mitad de strippers, y que no debía tocar. Y ambos habían acordado que antes de que alguno mirase de más, se irían a nadar.

Por un momento tuvo el deseo de llamar a Erick o a Zabdiel y correr a invitarlos a la boda, pero luego se arrepintió de pensarlo. Dió un largo paseo por algunos parques y no dudó en ir a un par de museos, completamente solo. En uno de ellos, comenzó a buscar el orden que debía seguir en las obras de arte para entender lo que el autor de tal belleza quería expresar, pero realmente no lo encontraba.

En un momento, chocó con un chico. Por no querer ninguno tirar alguna obra,  ambos cayeron sentados al suelo.

Sobándose el trasero, Joel se levantó adolorido, haciendo una mueca graciosa. Escuchó al otro chico quejarse y tendió su mano frente a él, cuando el chico levantó la mirada sonrió, y él supo que conocía esos ojitos hermosos de algún lado, entonces tomó su mano y lo ayudó a ponerse de pie.

Apenas estuvieron uno frente al otro, el chico sonrió, bajando la mirada con las mejillas sonrojadas. Joel también estaba avergonzado, después de todo, ese chico había visto mucho de él.

— Hey Joel, gracias por ayudarme.

— No, en realidad deberías disculparme por tirarte —rió bajito.

— No hay problema chico, yo también soy culpable —lo miró a detalle, notando que Joel era más hermoso de lo que siempre le había parecido—. Si eres Joel ¿Verdad?

— Claro... —lo miró, como hipnotizado—. Y tú eres Riki.

El chico puso una mano en su mejilla y sonrió, achinando sus ojitos.

— Sí —chilló bajito, emocionado—. ¡Me recuerdas!

Joel sonrió con lo tierno que le parecía y asintió. Su corazón comenzó a bombear sangre rápidamente y sin controlarse se acercó, aún sin soltar su mano.

— Te debo los cuidados que tuviste conmigo.

— Ay Joel, no, ese era mi trabajo —respondió un poco nervioso al tenerlo tan cerca—, no te preocupes cariño.

Y ahí estaba de nuevo, Joel sintiendo su cara arder por el apodo del chico tan bello que tenía frente a él.

— Bueno, ¿Te gustaría terminar con el recorrido e ir por un café?

Riki lo miró un momento, pensándolo bien, no quería rechazar su invitación porque era un chico extremadamente atractivo, pero por esa misma razón, sabía que si aceptaba, los nervios le iban a ganar y quizá no tendría el mejor de los finales.

Pero ¿Qué más daba? Debía aprovechar ya que podía.

— Bien, sí, me encantaría.

— Vale —sonrió Joel.

Siguieron con su recorrido por el museo hasta el final, cuando leyeron el pensamiento del artista sobre la inspiración para crear aquella última figura abstracta ambos sonrieron, mirándose, y salieron de ahí con calma.

Caminaron hablando de lo que habían pensado acerca de la obra general del autor y sus puntos de vista, de cual había sido su parte favorita y otras cosas, hasta que llegaron a la pequeña cafetería del centro comercial, decidiéndose por sentarse en una mesita fuera del local para tener el aire libre.

Hablar de su parálisis y su recuperación no fue la primera opción para hablar por parte de Riki y Joel lo agradeció, porque siempre le pareció un tema incómodo. Sobre todo, porque aquel chico se había encargado de él y de cada una de sus necesidades, al igual que Yoyo, pero con este chico jamás había logrado desenvolverse ni un poco.

Joel le preguntó sobre sus estudios y trabajo en Italia, por su familia, y por su actitud tan linda con cada paciente del hospital. Todas sus preguntas fueron respondidas, y sólo podía decir que admiraba al chico. Riki preguntó por sus trabajos de diseñador gráfico y músico, ya que gracias a su hermano se había enterado de todos y cada uno de sus talentos y pasatiempos. El chico se limitó a preguntar por demás temas interesantes, sin tocar ni un poco el nombre de su ex esposo o su amigo, y también lo agradeció.

Pasaron la tarde de un lado a otro, luego de irse de aquella cafetería, conversando de diferentes temas. Pasaron a hablar de política, el aborto, la contaminación ambiental y otras cosas, simplemente terminaron conociendo los pensamientos más profundos del otro en ciertos temas, y los más locos y raros en otros, riendo de alguna caída divertida que presenciaban o alguna frase tonta de algún payaso sin gracia.

Y su tarde pasó rápida, sin que ninguno quisiera tomar la iniciativa de despedirse, hasta que Joel recibió una llamada de su hermano. Pidiendo disculpas, respondió.

— Hola, ¿Qué pasa? —esperó por una respuesta y sonrió, escuchando los reproches del castaño—. Sí, lo siento, es que estaba aburrido y salí a dar una vuelta pero... No pero... Yo... —soltó una carcajada, porque su hermano se escuchaba tan preocupado que no lo dejaba hablar—. Escúcha, me encontré con alguien, ¿Te parece si le digo de mañana? Okey, yo sé que te va a agradar, adiós.

Miró a Riki y sonrió.

— Mi hermano —se encogió de hombros y guardo su celular, mientras el chico lo miraba alegre—. Seguro que recuerdas tenía planeado casarse con mi cuñado cuando yo estuviera bien.

— Sí, por supuesto, se le veía muy ilusionado.

— Sí, bueno, mañana harémos la despedida de solteros de ambos y me gustaría invitarte —tomó su mano, un poco temeroso de que se soltara o dijera algo—. ¿Quisieras venir?

— Oh —miró su mano, nervioso por el contacto—, am, ¿Tu hermano no tiene problema?

Joel negó, sonriendo. Estaba siendo demasiado atrevido, pero no perdía nada siendo así, más bien, creía que podía ganar con un chico tan bello, porque ya se había dado cuenta que le pasaba algo cuando estaba con aquel chico. Le gustaba físicamente.

— No, él dice que si a mí me hace feliz llevarte está bien.

— ¿Y te hace feliz?

— ¿A quién no? Si eres hermoso.

Riki sonrió apenado y asintió, apretando más el agarre en sus manos.

— Está bien, ¿Dónde es?

— Yo paso por tí si quieres —el otro aceptó—. Bueno, pásame tu número y mañana te llamo, nos vemos aquí mismo, ¿Está bien?

— Sí, demasiado.

Joel sonrió y se animó a dejar un beso en su barbilla, luego se despidieron.

Por supuesto que al día siguiente, los que los conocían a ambos se emocionaron al verlos juntos, y Christopher no paró de insistir para que fuese el acompañante de Joel en la boda, lo cual, luego de largo rato, aceptó, pero sólo cuando el rizado se lo pidió directamente.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora