Veinticinco.

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— Bueno, entonces, si tienen la posibilidad es mejor que Joel se vaya a su casa, estará más cómodo —hablaba el doctor, dando las recomendaciones—. Sé que un enfermero particular funcionará, los cuidados serán los mismos, pero con más tranquilidad y sin cansarse tanto.

—Muy bien, además es conveniente porque sigue en pie la demanda, no la he quitado.

Habló Richard con tono de divo y Christopher le sonrió a su hermano, ambos eran felices con el moreno ahí, a pesar de todo. Richard era el protector de los hermanos Vélez Pimentel.

—Señor Camacho, el problema...

—Ya, no me importa, no voy a remontar la denuncia sólo porque nos recomienden un enfermero particular —sonrió falsamente—. En realidad ha sido inservible su recomendación, porque no somos tan estúpidos y ya teníamos eso cubierto, lo pensamos antes que ustedes. Doctor.

—Muy bien, les harémos llegar la cuenta del hospital y...

—Ya está, puede retirarse que nuestro enfermero vendrá a preparar a Joel para llevarlo a casa.

—Con permiso, señores.

El hombre salió de ahí, y Christopher besó al moreno.

—Ya, ya loco, no te emociones —habló Richard divertido, soltando una risilla nerviosa y encogiéndose de hombros cuando la nariz del castaño rozó su cuello—. Oye loco, ¿Qué haces?

De la garganta de Joel salió una risotada, y la pareja lo miró, era muy emocionante que el rizado riera así, porque la mayoría del tiempo, aunque estaba tranquilo, su humor estaba por el suelo.

—Esperen... —Christopher miró su celular que vibraba— es él.

Descolgó y llevó rápidamente el aparato a su oído.

— ¿Hola?

— Buenos días. —

Respondieron al otro lado de la línea.

— Soy Yoandri, hablo porque me pidió que le avisara cuando llegara al hospital donde se encuentra su hermano, Joel. —

Christopher sonrió, estaba agradecido, porque realmente quería volver a casa con su familia.

— Oh claro, mire Yoandri, estamos en la habitación 2b del tercer piso por el pasillo norte, ¿Lo tiene? —

— Sí, por supuesto, ahora estoy allí... —

— Gracias, lo esperamos. —

Su llamada finalizó y Christopher habló una vez más con su hermano, sobre que no debía sentirse mal por la situación y que tampoco debía tener vergüenza. El enfermero estaba preparado para esos casos, por lo tanto, su profesionalismo debía ser suficiente para hacer su trabajo sin incomodar al rizado.

Minutos después, la puerta –que se encontraba abierta– fue tocada.

Ahí se encontraba de pie, un chico muy bonito de cabellos negros y rasgos finos, con una silla de ruedas con tecnología bastante avanzada y una gran sonrisa en el rostro.

— Buenos días... —saludó con gran entusiasmo y Christopher miró a su hermano, que intentó sonreír.

Estaba seguro que el contratar a un chico como Yoandri, le haría muy bien a su hermano, ya que era bastante alegre y tenían algo muy importante en común.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora