Treinta y cinco.

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La gente apilada, las bancas de la iglesia desordenadas. Era típico de una boda tan grande.

Todos podían ver lo felices que eran, y el enamoramiento en cada mirada que se daban y cada sonrisa causada por los nervios, era muy notorio. Tenían las manos unidas, y un pequeño sonrojo en las mejillas del castaño llenaba de ternura a los invitados de aquella ceremonia.

Joel pasó con las sortijas y, recién colocadas sonrió y se alejó.

—Es hora de los votos —avisó el hombre que dirigía la boda y miró al moreno—. Tus votos, Richard.

El chico asintió y tomó aire, había escrito sus votos, pero ahora no recordaba donde había dejado el papelito, así que simplemente se concentró en los brillantes ojos de su casi esposo y, cuando este le sonrió, todo llegó a su cabeza.

—Cuando te conocí no creí que llegarías tan dentro de mi corazón, pero sólo a bastando con un par de miradas para dejarme sin aliento. En la vida he tenido mucha suerte, en el amor no tanto, pero cuando llegaste me dí cuenta que no la necesito, porque te tengo a tí. Con el paso de los días a tu lado, entre cada uno de los detalles que fuí descubriendo de tí, comencé a enamorarme. La noche que te conocí yo no buscaba a alguien, pero simplemente el movimiento de tus cabellos me trajo, y con el movimiento de tus caderas me hipnotizaste —Christopher sonrió, sintiendo sus piernas flaquear por los nervios y su cara arder con aquel recuerdo—. Eres lo que mis padres me enseñaron a buscar, quizá no tienes la apariencia que todos pensaron cuando dije estar enamorado, pero sin importar que seas un chico tienes todo lo que he deseado toda mi vida. Me enamoraste con tu risa escandalosa y con tu sonrisa que jamás desaparece, con esas ganas de siempre estar comiendo y tus raras bromas... He aprendido a ser feliz, escuchándote reír cada vez que muerdes a alguien o juegas como pequeño. Me has hecho caminar sobre nubes desde que escuché por primera vez tus ojos, y me has perdido en el paraíso, porque eso son tus hermosos ojos. Tus besos son más dulces que la miel, y tu piel más suave que la seda. Quizá nadie más lo sepa, pero yo estoy seguro de que es así, y sólo yo tengo el privilegio de hacerlo.
Tienes esa manía de siempre morderte el labio, o de sacudir tu cabello cada cinco minutos... —rió bajito y acarició con los pulgares sus nudillos—. También está esa de dormir con calcetines y despertar sólo con uno y encontrar el otro bajo la cama. Ay Christopher, tienes tantas manías, y aún no sé cual de todas ellas amo más. Pero estoy seguro de que no quiero nada en mi vida que no seas tú. Te amo.

Christopher se relamió los labios y sonrió.

—Tu turno, Christopher.

—Yo, Christopher Vélez, debo admitir que siempre temí al amor. No sabía cómo debía ser con quien me amara, o cómo admitir que yo amaba a alguien... Pero contigo no hizo falta nada de eso, nuestro amor es único, no hicieron falta palabras para saber que sentíamos lo mismo —entonces todo su rostro se puso rojo, porque no sólo era el hecho de enamorarse y no utilizar palabras, si no que tampoco en cuanto al deseo las utilizaban—. Me hará falta vida para amarte, porque ni cuando muera voy a olvidarte. Dejarte ni pensarlo, no lo haría jamás. Tú eres mi todo, me das más de lo que imagino. Entregar mi corazón es poco como recompensa, se queda corto con la expectativa de lo mucho que me has hecho amar, pero es lo que puedo ofrecerte, mi vida y felicidad, de aquí hasta la eternidad. Quizá sonaría romántico decir que moriría por tí, pero por el contrario de eso, yo viviría, porque tú eres la fuente de mis fuerzas. Me iluminas, eres todo lo que necesito y más. Contigo soy valiente, contigo soy feliz, pero también muy importante, contigo soy yo. No es necesario temer, porque amas cada parte de mí como yo hago contigo, porque simplemente somos uno. Somos amor. Gracias por todo, por ser mío, te amo.

Los aplausos no tardaron en resonar en el lugar, aún los padres de ambos, que ni siquiera sabían que sus hijos eran gays, estaba felices.

Terminaron por darles el título de esposos y, ambos felices, se abrazaron.

—¿Qué es eso? —se quejó Yoandri acercándose al frente, una vez que todos comenzaron a alborotarse por tomarse fotos con ellos— ¡Yo quiero un besote!

Ambos rieron y Christopher tomó el rostro del moreno con suavidad, acercando sus labios lentamente a los contrarios.

—Te amo... —susurró sobre su boca y entonces se unieron en un beso.

Los invitados comenzaron a gritar, emocionados con aquella demostración de amor, y el lado pasivo de Richard salió a flote, como pocas veces lo hacía frente a la gente. Comenzó a sonrojarse y escondió el rostro en el pecho del castaño, que rió enternecido por su actitud.

—También te amo —le respondió Richard, ahogando las palabras en su pecho.

—Amor, vas a tener que acostumbrarte, porque te voy a besar mucho frente a todos a partir de hoy.

—Me da pena.

Yoandri rió y se abrazó a su novio, girando a mirar a Joel y el otro enfermero, que llegaban a su lado.

—Son muy lindos, ¿verdad? —afirmó refiriéndose a los recién casados y ambos chicos asintieron, él sonrió aún más cuando notó que estaban tomados de las manos— Tórtolos, a ustedes les toca la siguiente.

—¿La siguiente? —preguntó Riki confundido.

—La siguiente boda —rió Christopher, entendiendo la referencia del pelinegro, que asintió y todos rieron también, viendo a Joel y Richard sonrojados, cada uno por sus diferentes situaciones.

Ser feliz era cada vez más fácil para ellos, y así debía ser desde el principio.

Quizá los planes se habían arruinado un poco con un par de personitas, pero ahora que ya no estaban para seguir confundiendo las cosas, sólo deseaban que la vida fuera lo que en un tiempo habían planeado ya, ser una gran familia con un montón de cosas buenas.






























¡Hola!♡ Lamento de verdad que este capítulo no haya quedado tan bonito como pensaba, tenía mejores expectativas, es que siendo honesta no me concentro con el porno musical de mi hermano. Ya saben, rap muy sucio y pues, me quedó así.

Intentaré hacer mejor los siguientes. Gracias por todo, los y las amo.❤

♡Ristopherdiel🌈

🐒🐈🐥

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora