Trece.

132 14 0
                                    

Erick volvió a la casa de Zabdiel. Cuando llegó no dudó ni un segundo y tocó el timbre, no tardó mucho en ser abierta la puerta y el ojiverde se lanzó a los brazos de Zabdiel para luego besarlo con mucho amor.

El rizado lo recibió bien, correspondiéndole cada beso. Al separarse Zabdiel sonrió y acarició la cara de Erick, sin más el chico comenzó a soltar lágrimas y habló.

— Yo lo siento. Te amo a pesar de apenas conocernos, pero es que eres tan perfecto que no pude hacer más que enamorarme como tonto de tí. Sobre lo que pasa con mi novio no me siento listo pero en algún momento te lo diré. Por ahora sólo puedo jurarte que eres mi vida y daré todo por estar a tu lado, mi amor. —

El más alto sonrió y volvió a besar al chico.

— No te preocupes, debe ser complicado, sólo no vuelvas a abandonarme. —

— No lo haré jamás. —

— Yo también te amo, y el tiempo no importa. Hay cosas mejores de que preocuparnos. —

El ojiverde se aferró a Zabdiel, besándolo con pasión. El rizado lo cargó y entró en la casa, empujando la puerta con un pie para cerrarla. Sin soltar al chico ni separarlo de él subió hasta la habitación y lo dejó en la cama recostado bajo su cuerpo.

Arrancó de un tirón la ropa del chico y besó cada rincón de su cuerpo. Quitó por completo las prendas de su cuerpo, hasta el bóxer, igual que el de Erick.
Subió sobre el chico y como su desesperación por tomarlo era mucha, se introdujo en él con delicadeza pues no quería lastimarlo, y sabía que si no lo preparaba y era brusco lo haría.
Ambos lo querían, hacer el amor una y otra vez hasta que hicieran un bebé.
Sólo era conveniencia ya que ningún hombre podía tener hijos, y no estaban tontos ni locos para decir lo contrario.
Zabdiel comenzó tan lento que Erick reía a causa de que sus roces le daban cosquillas en el cuerpo, en realidad le encantaba aquello. Jamás pensó que en un momento tan íntimo y erótico como aquél podría estar riéndose sin ser callado o golpeado.
Era lo contrario, pues Zabdiel disfrutaba de su risita ya que era como una melodía para sus oídos, lo que causaba una gran sensación en él e inmensas ganas de sonreír, besarlo, abrazarlo, protegerlo y no soltar jamás a ese pequeño de ojos bonitos.

Por momentos aumentaba su velocidad y no volvía a bajarla, simplemente subía.
Se encontraba en un éxtasis al sentir tanto placer con el chico, como jamás lo había hecho, además que eso era complementado mientras observaba a detalle el perfecto rostro del chico bajo suyo. Sus gestos de placer y amor lo volvían completamente loco.

Al estar entre las piernas del otro, a su cabeza llegaron algunos flashes del beso con su mejor amigo, y el rostro del moreno no desapareció de su cabeza.
No pudo más con aquella tortura y salió del ojiverde para luego sentarse en el suelo y abrazando sus piernas comenzar a llorar.

Erick no quería que saliera de él, por lo que gruñó pero al escuchar sollozos se levantó rápidamente y abrazó al rizado.

— ¿Qué pasa, mi amor? —

Sí, ese era el término que tenía Zabdiel. Amor.
Joel ya no sería el "amor" de Erick, aunque lo quería ese nombre sería para el castaño desde ese momento en adelante.

El más alto negó y siguió llorando de forma inconsolable.

— ¿Dije o hice algo que te lastimó? —

Trató de adivinar y el rizado negó de nuevo.

— ¿Es por lo de la mañana? —

Zabdiel lo miró y sonrió de la mejor manera posible.
Con dificultad controló un poco sus sollozos y habló.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora