Treinta y tres.

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Joel salió corriendo de casa, mirando con precaución cada cruce, y aún si perdía tiempo, en las grandes avenidas decidió no arriesgarse y cruzar por los puentes peatonales.

Quedaban sólo dos semanas para la boda de su hermano y algunas cosas se habían retrasado. Aún debía arreglar lo del banquete y la despedida de solteros de ambos, aunque claramente la harían en un mismo sitio, juntos. Luego, aún le faltaba comprar su regalo de bodas.

Entró rápidamente a la caseta de boletos de avión y compró los necesarios, con dirección a Miami Florida. Salió de ahí con una sonrisa gigante, guardándolos en el sobre que había diseñado en casa, con aquel mensaje tan hermoso que leerían en unos días más. Luego, lo metió en la pequeña mochila que llevaba.

— Buenos días —saludó cuando respondieron al otro lado de la línea—, soy Joel Pimentel de León, el chico... Sí, ese soy yo —sonrió—. Oh, sí, es que me informaron de unos imprevistos con el banquete y otras cosas de la boda, entonces me dijeron que en cuanto pudiera fuera a revisar los detalles, para buscar nuevas... —soltó una risita, escuchando a la chica explicarle con palabrotas lo que había sucedido—. Sí, no se preocupe, pero quería saber si puedo ir hoy mismo. Bien, entonces voy ahora mismo, gracias... Nos vemos.

Guardó su celular también en la mochila y, aunque jamás había tomado el bus, corrió hasta una parada y subió a uno luego de preguntar si pasaba por donde él iba, pues ya estaba tarde. O al menos porque quería tener toda la tarde libre para sacarle fotos a su hermano y Richard y pasar a digital algunas ya hechas, vídeos y otras cosas de buenos momentos, para dejarles un buen recuerdo el día de la boda.

Además aún tenía que escribir su discurso e ir a tomar algo por la noche con su amigo Yoandri y el novio de este.

Al entrar al pequeño centro, vió a la chica sentada en su escritorio con un montón de álbumes y su computadora.

— Emilia —saludó y la chica lo miró sonriente—, tu secretaria me explicó lo que sucedió.

La ojiverde puso ojos en blanco y comenzó a negar, cubriéndose el rostro, divertida.

— Esta niña, ya le dije que es muy grosera —rió bajito—. Pero bueno, hace un muy buen trabajo, no me puedo quejar.

— Es graciosa.

— Lo sé... —sonrió y señaló el pequeño sillón de espuma a su derecha—. Siéntate Joel, te mostraré algunas cosas que encontré entre todo lo que tenía por ahí y sé que alguno de estos lugares te gustará para la despedida.

Joel asintió y se sentó, sonriendo, dirigiendo su mirada a la gran pantalla de la pared y esperó a que la chica comenzara a pasar varias imágenes, explicándole lo que tenía cada lugar. Al final se decidió por sorprender a los chicos con una mansión de playa abierta y con ventanales gigantes en lugar de paredes. Jacuzzi, cuatro recámaras, un montón de baños y más cosas.

Definitivamente sería mucho dinero, pero valdría la pena.

— ¿Strippers? —preguntó la chica, mordiendo muy levemente el pequeño marcador de su iPad, riendo bajito mientras elevaba sus cejas— No creo que haya problema con que alguno de ellos se corrompa.

— Ellos no, pero yo sí —rieron—. No, mentira, ¡Por supuesto que strippers!

— Bien —respondió marcándolo en su aparato—. Y bueno, lo demás ya lo arreglé, ya no te preocupes.

— Gracias Emi, de verdad.

— Es mi trabajo Joel —sonrió—, está bien.

Luego de un rato más hablando con ella, salió despidiéndose con un beso en la mejilla y decidió caminar hasta el centro comercial, nuevamente cuidándose mucho de tener cualquier accidente. A decir verdad, un poco bastante paranoico.

Necesitaba comprar algunas cosas para sus diseños de la boda, detalles para unas fotos y videos geniales y despensa para la casa. Además tenía muchísimo antojo de algunos dulces, y estaba seguro, que si llegaba con ellos a casa, los chicos no se negarían a comerlos también.

Llegó al centro comercial y tomó tranquilamente un carrito, caminando con paciencia por cada pasillo, buscando con calma y decidiendo entre diferentes marcas de cada cosa que necesitaba. Pero como eran muchas cosas, seguro regresaría a casa en taxi, aunque claro, luego de haber comprado un delicioso helado.

Cuando terminó con las cosas de su lista, fue a las cajas para pagar. Y como había planeado, compró un helado napolitano y lo comió en una banca cercana, mientras veía a la gente pasar, todos felices y la mayoría acompañados. Acabó su delicioso helado y se levantó, chocando con alguien antes de poder agacharse a tomar sus compras.

— Disculpa, lo siento es que... ¿Joel? —escuchó una voz femenina y miró a la chica frente a él, la conocía muy bien— ¡Joel eres tú!

Sonrió emocionada, tomando en brazos al niño que iba con ella.

— Yanelis —sonrió—, hola.

— Thiago, dile hola al tío Joel.

— Hola tío Joey...

Joel sonrió, la hermana de Erick lo amaba, pero estaba seguro que ya no debía pedirle al niño que lo llamara así.

— Hola pequeño —acarició su cabello y miró a su ex cuñada—. ¿Vienes a ver a tu mamá?

— Sí, eh, más bien voy a llevar a Thiago con Erick porque yo tengo un viaje de trabajo, y mi hermano me dijo que lo cuidaría —suspiró—. Además ama a sus primos, así que va a estar tranquilo.

— Sí, los hijos de Erick —bajó la mirada, aún lo necesitaba, aunque quisiera hacerse el fuerte, sabía que necesitaba algo más para poder ser feliz, y ese extra siempre había sido Erick, Yanelis notó su cambio—, cierto.

Sonrió nostálgico y la chica lo miró triste, también.

— No estés mal Joel ¿Sí? —él la miró— Erick podrá se muy mi hermano, pero es un completo idiota que simplemente no te merece.

— Es que lo necesito tanto, estuve tanto tiempo con él que ya había olvidado cómo se sentía no tenerlo.

— ¿Sabes? A veces he notado que él también necesita mucho de tí —se mordió los labios—. Este chico, Zabdiel, es un gran chico, pero creo que también se acostumbró a todo de tí. Créeme que no le haría bien saber que estás triste por él.

Joel negó rápidamente.

— Si lo ves, por favor dile que estoy muy bien, feliz con alguien más —pidió—. Dile que se nota que no lo necesito, que parezco muy enamorado y que ya me olvidé de todo de él.

La chica asintió.

— Yo lo haré, por tí...

Joel lo pensó un momento y negó de nuevo.

— Mejor, cuando lo veas, no le digas nada, has de cuenta que no sabes nada de mí y que no me recuerdas.

— Joel...

— Por favor —rogó—. No quiero ser una farsa, porque hasta él sabe que no podría olvidarlo tan rápido.

— Está bien, no te preocupes.

Joel la abrazó muy fuerte y sacudió el cabello del niño, que sólo rió bajito.

— Realmente espero que tú y tu familia sean felices, y espero que algún día volvamos a encontrarnos, lo digo sinceramente, porque no sé si eso podrá pasar.

— Yo espero lo mismo Joel, suerte a tí y tu familia con todo, ojalá vivan felices de aquí en adelante.

Se despidieron y Joel volvió a casa, esperando en los escalones del frente a que su hermano terminara de hacer su trabajo.

Reía mientras escuchaba a ambos chicos gritar cosas incoherentes y algunas palabrotas. Entendía que lo menos que podía hacer por ellos luego de tenerlo tanto tiempo ahí, absteniéndose de todo para no dañar su "inocencia", era dejarlos deshacerse de sus ganas de estar juntos.

Aún con la falta que Erick le hacía, aún con el vacío que había dejado desde su partida, podía decir que era feliz.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora