Veintinueve.

86 9 4
                                    

Los niños eran muy educados y ambos estaban felices, a todos querían llevárselos. Erick comenzó a caminar al lado de una pequeña castaña que le mostraba sus peluches y el rizado los seguía con una sonrisa gigante en el rostro, viendo lo bonitos que eran. Se había metido en la cabeza que esa pequeña era la indicada.

Hasta que un chico de unos doce años, bastante grande a decir verdad, comparado con los otros niños, chocó con él por ir con las narices metidas en un libro.

- Uy, lo siento, es queuu... -se calló rápidamente al levantar la mirada y puso su libro al lado del rostro de Zabdiel, sonriendo al instante- ¡Eres tú!

El rizado abrió ampliamente sus ojos y miró el libro. "La cura", había sido su primer libro publicado. Aquel casi adolescentes estaba leyendo su primer libro y se había emocionado al verlo.

- ¿Te gusta? -señaló el libro y el chico asintió.

- Lo he leído una vez por mes desde que llegó a la biblioteca, tus otros dos libros también me gustan.

- Amor -regresó Erick con la pequeña en brazos, sonriendo muy feliz y el niño frunció el ceño-, ¿Quién es?

- Mi nombre es Max -sonrió estirándole la mano y el ojiverde la tomó-. ¿Ustedes son esposos?

Ambos asintieron y el chico sonrió, tomando la manita de la niña con una sonrisa nostálgica, mientras ella le sonreía con dulzura.

- Manito... -le estiró los brazos y Erick se la entregó.

- ¿Tú la cuidas aquí? -preguntó Zabdiel viendo como se aferraban el uno al otro.

- Mamá me dijo que debía hacerlo -los miró-. ¿Ustedes se llevarán a mi hermana? -se miraron sorprendidos y el chico llamó de nuevo su atención- Por favor cuídenla, y denle mucho amor.

- Cielo -llamó el ojiverde y Zabdiel lo miró rápidamente-... ¿Habrá problema con ser cuatro en uno?

El rizado soltó una risita al escucharlo y negó, volvió su mirada al chico y colocó una mano sobre su hombro.

- ¿Qué dices si la cuidas tú mismo? Podemos hablar con el licenciado y que nos haga una promoción.

Erick sonrió al escucharlo y el chico elevó una ceja.

- ¿Promoción? -preguntó confundido y el ojiverde asintió, acercándose más.

- Un dos por uno.

- ¿Mi hermana y yo? -ambos asintieron, haciéndolo sonreír- ¿Seguros que no quieren dos niños pequeños?

Zabdiel se encogió de hombros.

- Igual van a crecer, da igual si es ahora o en muchos años.

- ¿Quieres venir con nosotros?

- ¿Me enseñarán a hacer libros geniales como éste? -señaló el de Zabdiel.

Los chicos sonrieron.

- Por supuesto -habló Zabdiel-, y las obras inéditas pueden ser tuyas, además, mi pequeño esposo les puede enseñar a pintar.

- Wow -sonrió emocionado y miró a su hermanita-... Una casa de artistas, nena.

Erick y Zabdiel sonrieron al ver como le hablaba a la pequeña y su emoción, el rizado abrazó la pequeña cintura de su esposo y esperó una respuesta.

- ¿Entonces?

- ¿Quieres que sean nuestros papás, hermana? -le preguntó y la castaña asintió frenéticamente- Sí, querémos ir con ustedes.

- Bien, entonces voy a hablar con el licenciado, Erick se queda con ustedes.

El ojiverde se sentó en el piso mientras Zabdiel iba a arreglar sus asuntos, y esperaba a que lo llamaran para firmar. Frente a él se sentaron los niños, mirándolo con amplias sonrisas.

- Un amigo de nosotros envió muchas cosas porque no sabía si adoptaríamos un niño o una niña -sonrió-. Seguro les gustará.

- ¿Podrémos conocerlo?

- Quizá en algún tiempo, porque ahora está un poco enfermo.

- Pues espero que se cure.

- Yo también -susurró bajando la mirada.

Entonces llegó Zabdiel a paso rápido y levantó de la cintura a Erick sin hacer mucho esfuerzo, por lo que escuchó a los hermanitos reír. El ojiverde se puso rojo por aquello y Zabdiel besó su nariz, sonriendo por todo.

- Fuiste muy rápido amor, ¿Qué te dijo? -preguntó aún intentando ocultar su sonrojo.

- Bueno, vamos a firmar -sonrió escuchando como el ojiverde olvidaba su vergüenza y soltaba un chillido-. Y ustedes niños, vayan a arreglar sus cosas mientras tanto.

La pequeña se abrazó a su pierna con fuerza y el niño se levantó, riendo.

- No te va a soltar, mejor yo arreglo las cosas de ambos.

Zabdiel asintió sonriendo y cuando lo vió alejarse miró hacia abajo, encontrándose con los ojos mieles adornados con largas pestañas de la niña.

- ¿Papá? -preguntó y a Erick se le aguaron los ojos, los dos sonrieron al escucharla y el rizado asintió.

- Papás -respondió señalándose y luego al ojiverde.

La pequeña sonrió y Zabdiel la sacó de su pierna, para llevarla en brazos hasta la oficina donde firmarían los papeles de adopción.

Mientras caminaban, observó más su rostro y notó que la pequeña mordía sus labios regordetes.

- ¿Sabes? -habló mirando a su esposo de reojo y el chico asintió, esperando escucharlo- Esta niña es la combinación de Joel y Christopher.

El ojiverde también la miró con atención y soltó una risita, asintiendo.

- Debemos ponerle atención al niño, a ver si son iguales.

Luego de firmar el niño llegó con ellos y se despidió de el hombre en aquella oficina, que era el que siempre cuidaba de ellos junto a algunas chicas y chicos que trabajaban allí. Hizo a su hermana despedirse también y el hombre les sonrió con orgullo.

- Tengan suerte -miró a los esposos-. Cuídenlos muy bien. Cada dos meses se les hará una visita para ver cómo van las cosas, pasados tres visitas, lo harémos cada seis meses y luego de otras tres, será cada año. Cuando estemos seguros que todo estará bien, dejarémos de hacer las visitas.

- Está bien, muchas gracias -habló Zabdiel estrechándole la mano.

Luego, Erick hizo lo mismo y sonrió.

- Hasta luego.

- Adiós, que les vaya bien -respondió dirigiéndose a los cuatro.

Zabdiel llevó a la niña en brazos hasta su auto, y detrás de él iba Erick, abrazando por los hombros al niño, a quien escuchaba atentamente hablar de todos sus sueños y aspiraciones. Eran dos niños muy agradables, así que podían saber que eran lo que habían deseado.





- ¡Un pañuelo! -gritó el chico cuando les entregaron las cosas que Joel había mandado.

La niña había agarrado todos los peluches para ella, y las armas de agua estaban destinadas al chico. Entre la ropa, lo único que había sido de Joel eran tres bandanas, negra, azul y blanca.

Ambos miraron lo que el chico mostraba y sonrieron.

- Eran sus favoritas -mencionó Erick con una gran sonrisa-. Ven, te ayudaré a ponértela.

El niño se acercó y Zabdiel tomó otra, sentándose en el suelo para ponérsela a la niña.

Miraron a ambos niños y sonrieron.

- Tendrán que compartir las tres -hablo Zabdiel y el niño asintió, caminando al espejo para verse.

- ¿Vamos a comer? -preguntó Erick.

- ¿Fuera? -la pequeña lo miró y el ojiverde asintió- ¿Nos perdemos?

- Nosotros los vamos a cuidar -respondió Zabdiel y la niña sonrió.

Entonces, por primera vez Erick y Zabdiel fueron a comer con sus hijos, como una familia.

Mi florecilla || Joerick, Erickdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora