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Roger finalmente tenía su apartamento el cual había logrado organizar con ayuda de Mérida y Will. El lugar no era muy grande, pero era suficiente para él y sus instrumentos, a los cuales les dio un cuarto propio que él mismo arregló de último a pesar de que estuviera agotado.

Mérida se había ido veinte minutos atrás a su residencia pues mañana empezaba clases nuevamente, y Will estaba terminando de guardar unas ollas y calderos en la cocina. Roger se acercó a él en silencio.

– Will, tengo una pregunta.

En realidad eran varias.

– Dispara.

– ¿Qué le pasó a Mérida en la espalda?– lo preguntó en voz baja, casi sentía miedo de la manera en la que Will reaccionaría, sin embargo él solo suspiró y se levantó.

– No creo que sea el indicado para contestar esa pregunta.

– Por favor– le insistió juntando las manos en súplica–. No diré nada a nadie.

Él suspiró resignado y habló algo tenso:

– Supongo que ya sabes que las gemelas son muy inteligentes.

– Liz sí, la conozco bien... pero Mérida no parece muy lista– recordó Roger cuando la chica casi se explotaba tratando de entender las operaciones.

Will se echó a reír y Roger giró la cabeza confundido.

– Es lo que ella te quiere hacer creer. Mira, Liz es como una especie de genio en toda su capacidad, por eso hizo la escuela en la mitad del tiempo y a los catorce ya estaba en la universidad, pero Mérida a los tres años ya hablaba tres idiomas y conocía perfectamente toda la tabla periódica y dónde hallar tales elementos. La diferencia es que Liz lo muestra y Mérida no, a ella nunca le ha gustado llamar la atención por lo cual se mantiene al margen.

Roger meditó las palabras de Will unos segundos, en un futuro prestaría más atención a Mérida para ver si en realidad era tan inteligente como su hermano aseguraba.

– La otra cosita es que Liz y Mérida no son mis únicas hermanas– soltó finalmente y Roger frunció el ceño perplejo–. No son gemelas, en realidad son trillizas, Liz y Mérida nacieron la noche del 15 de abril con unos minutos de diferencia, la tercera nació el 16, pasadas las doce.

Así que por ella es que estaban tan extraños el lunes, era el cumpleaños de la hermana de menor.

– ¿Dónde está?

Roger temió que la respuesta fuera: muerta.

– Internada en un psiquiátrico.

La respuesta sorprendió al rubio que hizo una mueca con la boca. No sabía si eso era peor a que estuviera muerta, pero sin duda lo parecía.

– Alice siempre fue bastante rara, yo era un año mayor que ellas apenas, pero aun así recuerdo algunas cosas que a esa edad me aterraban y aún lo hace. Desde que era bebé lloraba por todo, siempre estaba tratando de llamar la atención con cualquier cosa y eso nos afectaba a todos de alguna manera, así fue hasta que tenía seis. Mérida y Liz eran muy unidas y eso no le gustaba a Alice, por lo que siempre estaba tratando de hacerlas discutir entre sí, a veces escondía los juguetes de Liz e inculpaba a Mérida y viceversa, al final ella quedaba como una santa paloma ante nuestros padres.

– Era inteligente– observó Roger con horror.

– Era más que inteligente, manipulaba a todos para obtener lo que quería, con esa sonrisa inocente y la voz de angelito era bastante sencillo. Así fue como consiguió su peluche favorito, era un oso horrible que ella adoraba con todo su ser, creo que lo llamaba Lucifer, era bien loca la morra. En fin, una tarde cuando tenían trece, Mérida y Liz estaban jugando ajedrez en la alfombra, Alice también quería jugar pero las chicas no la dejaron porque no se podía, entonces Alice se metió en el sótano y agarró un garfio de cargamento que papá tenía en su caja de herramientas.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora