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¿Una carta? ¿Eso era todo?

Roger arrugó el papel con rabia y miró a Liz.

– ¡No sé de ella durante casi un año y luego de tanto lo único que hace es escribir una estúpida carta!– gritó pasándose la mano por el cabello.

– Va a volver– trató de tranquilizarlo su mejor amiga.

– ¿¡Cómo lo sabes!?– exclamó histérico–. ¡Ahora mismo puede estar bajo un puente drogándose con un vago y ninguno lo sabría!

Liz frunció el ceño y lo miró con molestia.

– Ya basta, Rog. Tienes que calmarte.

– No...– lanzó la carta al suelo y negó varias veces con la cabeza–. No me digas que me calme, porque esa... esa terrorista emocional lo único que sabe hacer es esconderse y huir cuando se aburre. No me sorprendería si nunca más aparece.

Liz estaba de verdad enojada.

– ¡Ella va a volver!

El rubio avanzó rápido hacia ella y la miró a los ojos.

– ¡Eso no lo sabes!

– Sí lo sé, la conozco y sé que regresará a casa.

Él soltó una risa áspera cargada de sarcasmo y se empezó a abrir los botones de la camisa con una mano.

Se escuchó la puerta abrir y una joven de cabello negro y rostro delicado apareció de ella sosteniendo una bolsa de comida mexicana.

– ¿Qué sucede?– preguntó al notar la tensión en el ambiente.

– No es nada, amor...– aseguró Roger relajando la expresión.

– Liz, ¿qué tienes?– preguntó la chica inocentemente mientras colocaba las llaves en la mesa.

– Nada Tara, yo ya me iba.

Liz se marchó tirando la puerta con furia. Roger se quedó con los labios apretados mirando por la ventana hasta que unos brazos lo envolvieron por la cintura. Sintió a su novia apoyar la barbilla sobre su hombro.

– ¿Todo bien?– volvió a preguntar ella.

– Sí, eso creo.

– ¿Qué sucedió?

El rubio se dio la vuelta y la miró fijamente. Observó sus hermosos ojos azules y sus labios rojos carmesí. El flequillo que cubría su frente y las pecas sobre su nariz.

– Es Mérida.

Tara conocía la historia, o bueno, la mayoría omitiendo algunos detalles menores. Roger la sintió ponerse rígida en su posición.

– Se fue.

– ¿Qué? ¿Cómo que se fue?

Roger tampoco lo entendía muy bien.

– Así como escuchas. Ayer en la mañana solo tomó sus cosas y se fue a Australia.

Tara suspiró y lo abrazó pues sabía que lo necesitaba.

– Solo hay que esperar que esté bien– murmuró ella.

– Sí...

Los días empezaron a transcurrir como de costumbre. Roger componía y se quedaba en el estudio hasta altas horas de la noche y al día siguiente repetía la misma rutina. Componía y grababa. Los días se hicieron semanas y todavía no había noticias de Mérida, eso lo preocupaba, además de que Liz no le hablaba más que cuando era estrictamente necesario y con eso quería decir cuando Will los obligaba a convivir.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora