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Pasaron cuatro horas, cuatro eternas y malditas horas de estrés y preocupación por parte de Roger quien no dejaba de buscar a Mérida por todas partes. Primero la buscó por los alrededores del bar esperando encontrarla dormida en una banca como un indigente, luego fue a la residencia y allí Sam le dijo que ella no había vuelto desde que se fue con él, aun así la buscó por todo el campus. Pasó por la cafetería de Daisy donde desayunaba todas las mañanas y por dos de sus heladerías favoritas y nada.

¿Dónde mierda se había metido?

En ese momento consideró llamar a Liz pero sabía que se pondría como loca luego de decirle que Mérida estaba ebria y perdida en alguna parte. Así que optó por el mayor de los hermanos.

– ¿¡Roger!?

Will sonaba como si estuviera en medio de una catástrofe global, era pánico puro.

– ¿Qué pasa?– el rubio frunció el ceño preocupado y luego escuchó algo romperse seguido de un grito de Will.

– ¡Es Mérida, está como loca!– exclamó histérico–. ¡Baja el bate ya mismo, pulga!

Un golpe más fuerte hizo a Roger sobresaltarse.

– ¡Rompiste la puta ventana!– gritó furioso.

– ¡Yo no fui!– se escuchó la voz de Mérida y el rubio suspiró más aliviado.

– ¡Te acabo de ver!– rebatió Will, luego pareció recordar que hablaba con Roger–. Tienes que venir ya mismo, te lo suplico, parece que el demonio de Tasmania se tomó un six pack de Red Bull.

Mérida no se detuvo por los siguientes veinte minutos, parecía tener cada vez más energía. Su hermano estaba tan desesperado que de haber tenido una cuerda la habría amarrado a una silla y luego encerrado en el baño.

– ¿Qué mierda de tomaste?– exclamó esquivando un zapato que Mérida lanzó–. ¿Cocaína con éxtasis?

– Vodka– respondió dejando los zapatos, entonces se agachó y se empezó a arrastrar por el suelo cual gusano–. Soy una oruga que luego se convertirá en una bella mariposa.

– What the fu...?

Will estaba perplejo, nunca había visto a su hermana de esa manera tan descontrolada. Ya se aseguraría de nunca darle una bebida alcohólica bajo ninguna circunstancia.

Alguien llamó a la puerta y Will corrió a abrir, no podía soportarlo más.

– Entra rápido– le dijo a Roger.

Fueron tres segundos que se tardaron en llegar a la habitación donde Mérida estaba arrastrándose hace un instante, la cosa es que ahora ya no estaba ahí.

– ¿Pulga?

– Soy una oruga– contestó una voz bajo la cama.

Ambos se agacharon y la encontraron ahí metida. Roger la miró con ternura, parecía tan adorable estando ebria. Pero cuando ella lo vio a él su mirada se tornó fría. Salió de su escondite llena de polvo y se puso en pie con bastante dificultad, sentía que el mundo giraba más rápido de lo normal.

– Что он здесь делает?– le preguntó a Will en ruso cuando pudo recobrar algo de compostura.

– Я сказал ему прийти– respondió Will en el mismo idioma.

– ¿Cómo es que puede hablar otro idioma estando así?– se preguntó Roger en voz alta.

– Siéntate pulga, iré a hacerte un café... si es que la cafetera resistió el batazo que le diste– murmuró mientras salía de la habitación.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora