Mérida no tenía ni puta idea de donde estaba cuando su hermana le quitó el saco de la cabeza, es decir, tenía una idea de donde estaba ubicada esa casa tan pequeña y dañada, pero jamás había pisado ese lugar hasta que Alice la llevó a rastras.
– Me sorprende que todavía te hagas llamar Mérida, querida; creí que para cuando volviera tu obsesión con esa princesa se te pasaría– comentó Alice–. Pero tal parece que ahora todos te llaman así, justo y como siempre quisiste desde el momento que viste esa ridícula película.
Mérida no dijo nada.
El sitio se veía pequeño, muy pequeño para ser una casa. Todo fuera de ahí no era más que monte y oscuridad junto a una carretera desierta que ni siquiera tenía luces que la alumbraran. Parecía escenario de película de terror.
– ¿Me piensas quitar las esposas?– le preguntó una vez que se bajaron.
– No, ahora cállate. Tu voz me estresa.
– Por un momento pensé que dirías que mi cara te estresaba, entonces yo te diría: ¡Oye, pero si tenemos la misma cara!
Adentro la casa se veía aún más pequeña a pesar de que estuviera vacía, el techo tenía huecos gigantescos por donde se podían observar las brillantes estrellas y la luna creciente. A cada paso el suelo soltaba ruidosos chirridos que sonaban como ratas, y ni hablar del horrible olor a moho y humedad que llenaba el lugar.
– Entra ahí– ordenó Alice señalando unas escaleras que guiaban a un sótano.
– Apenas ponga un pie ahí esa mierda se va a caer.
Cuando Mérida entraba en pánico empezaba a decir más vulgaridades de lo usual.
– A ver si así te callas la boca de una buena vez.
Ella obedeció porque tenía más miedo de una bala en la espalda que de un tobillo torcido.
– Alice, no se ve un carajo...– susurró, eso le daba más miedo todavía.
– Sigue bajando.
– A la mierda...
En ese punto ya no se veía absolutamente nada adelante, por lo que Mérida estiró los brazos y con las manos fue palpando la pared. Sus dedos tocaron algo duro y frío, era una puerta de metal.
Bajó los últimos escalones y entró en silencio, preguntándose qué era lo que Alice quería que hiciera allí abajo. ¿No podía simplemente dispararle y ya?
– ¿Piensas matarme?– le preguntó en un susurro.
– Claramente.
– ¿Y a nuestros hermanos?– ahí se tardó más.
– No de inmediato... Ansío ver la mirada en sus ojos cuando encuentren tu cadáver podrido con tu rostro desfigurado y los huesos rotos en pedazos– dijo emocionada, Mérida incluso podía ver su sonrisa macabra aunque no la tuviera enfrente–. Tu hora finalmente llegó, Jane.
Ella estaba tranquila. Al escucharla decir eso su miedo se esfumó y fue reemplazado por un sentimiento de paz, aunque se sentía también como resignación.
– ¿Te digo algo?– se sentó en el suelo y cruzó las piernas–. No le temo a la muerte y mucho menos a ti. Me siento feliz porque disfruté mi vida con una familia que sí me quiso lo suficiente como para preferir que me yo me quedara. Lloré, reí mucho más aún, y sobretodo aprendí, no tanto como me hubiera gustado, pero aprendí. Me enamoré. Pasé mi vida rodeada de buenas personas que me querían... por eso estoy dispuesta a irme, y me iré satisfecha sabiendo que tú nunca tendrás nada de lo que yo tuve.
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El Fin (Completa)
AcciónMérida y Roger terminaron su relación de un segundo a otro. Muchas personas dirían que tras la ruptura ambos se volvieron personas totalmente diferentes, y claro, no se equivocaron del todo, pero el motivo por el cual cambiaron va mucho más allá de...