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– ¿Ya llegamos?

Era como la décima vez que Mérida hacía esa pregunta.

– Que no– contestó Jax irritado–. Me preguntas eso una vez más y te dejo aquí botada.

– Eso dijiste la tercera vez que te pregunté y aquí sigo.

Jax rodó los ojos y por los siguientes diez minutos hubo silencio por parte de la chica. Todavía no podía creer que lo hubiera convencido de venir.

– No vas a ir– le espetó hacía ya como media hora.

– Que sí, y me importan tres cominos lo que tú digas– levantó la blusa del suelo y le dio la vuelta–. Estoy en esto tanto como tú.

– Hagamos algo– propuso al ver su determinación, ni amarrándola iba a evitar que se quedara quieta.

– Voy a ir de una manera u otra.

– Nada de estupideces esta vez, y es en serio.

– Vale.

– Mérida– esa fue la primera vez que la llamó por su nombre.

– No haré nada, aprendí la lección.

Mentira.

– Y en segundo lugar no puedes ir así.

Mérida examinó de arriba a abajo su aspecto, luego miró a Jax con confusión, ¿qué tenía de malo acaso?

– Vestida así parecerás la típica adolescente tumblr que saca puros 7 y no sabe fumar pero lo hace para impresionar a sus igualmente mediocres amigas.

– ¿Qué? ¡Yo no visto como...!

– ¡Cállate que tu papá está aquí!– le susurró en tono mandón.

– Debe estar dormido, y cuando se duerme ni una bomba nuclear lo despertaría– lo tranquilizó mientras se dirigía al armario.

Ella buscó entre sus cajones durante quince minutos y al final no se puso nada de lo que sacó. Todo para que al final tomara la ropa de Liz: un top de tirantes rojo con detalles de encaje y un pantalón blanco de tiro alto. Se puso unos botines negros y sobre los hombros una chaqueta de cuero negra como toque final.

– ¿Lo apruebas, Miranda?

Jax sonrió de medio lado y levantó el dedo pulgar. Se veía hermosa.

– Parezco stripper– mencionó frente al espejo.

– Ya vamos, llegaremos tarde por tu culpa.

Efectivamente, sí llegaron tarde al bar donde se iban a reunir. Ese lugar parecía de esos sitios de mala clase donde te ganas una puñalada por meterte con quien no debes. No habían entrado y ya Mérida podía sentir en el aire el olor a sangre mezclada con sudor y alcohol. La cantidad de motocicletas le asustó, había por lo menos cien a lo largo de la cuadra, todas de tamaños y marcas diferentes, unas más nuevas que otras, nunca había visto tanta variedad en un solo lugar. La verdad era que nunca había estado en un lugar como ese, había parejas besándose contra los postes, montones de personas bailando al ritmo de una música que nunca había escuchado, pero que extrañamente le hacía mover la cabeza de un lado a otro. Era como una fiesta de magnitud local donde todos estaban reunidos. Levantó la cabeza para ver los fuegos artificiales que lanzaron desde unos edificios cuyos balcones estaban llenos ropa tendida.

– ¿Qué celebran?– le preguntó a gritos en el oído a Jax.

– Es tu ciudad, tú deberías saberlo– contestó él.

– Nunca había venido aquí– admitió.

Ella bajó la mirada y encontró a un par de adolescentes bailando la canción tropical de una manera espectacular. Se quedó asombrada viendo los pasos y de inmediato le dieron ganas de intentarlo, pero sabía que iba a terminar haciendo el ridículo así que solo se limitó a mirar y aplaudir.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora